Defensa de la poesía

Pedro Serrano

maguires.jpgEn “Soriasis”, Sarah Maguire describe una escena sexual desde un punto de vista que únicamente puede ser femenino. Cuando digo “femenino” no aludo a diferencias de percepción, sensibilidad o interpretación psicológica entre hombres y mujeres y a su arrastre en escritura, sino simple y llanamente a la diferente perspectiva física que en ese acto, y en cualquier posición que se acometa, tienen ellos y ellas.

 

_____________________________________________________________________

 

Defensa de la poesía

Pedro Serrano

 

maguires.jpg En “Soriasis”, Sarah Maguire describe una escena sexual desde un punto de vista que únicamente puede ser femenino. Cuando digo “femenino” no aludo a diferencias de percepción, sensibilidad o interpretación psicológica entre hombres y mujeres y a su arrastre en escritura, sino simple y llanamente a la diferente perspectiva física que en ese acto, y en cualquier posición que se acometa, tienen ellos y ellas. Lo que es fascinante en el poema de Sarah Maguire no es lo que sucede. Tampoco el hecho de que lo cuente una mujer. Lo fascinante, junto a lo que cuenta y pone en relación —emoción infantil, dolor físico, enfermedad nerviosa, placer— es su absoluta novedad. “Soriasis” describe un coito en el que la mujer se hace penetrar desde atrás. Sus rodillas raspan contra el suelo (de ahí la soriasis del título), y ella, mirando de cabeza, desde boca abajo hacia atrás, describe la escena en la que ella es participante y observadora: “las sábanas oscuras están moteadas con mi piel muerta gastada por el amor, por la manera en que me mueves, un polvo color crema como harina, rastro en la ruta. Arrodillado, te inclinas hacia atrás para verme así. Abierta frente a ti, paciente, tu mano rodea mi tobillo”. Maguire tiene un poema anterior, con el mismo título, que narra la relación entre enfermedad y emocionalidad en una niña pequeña. En este segundo poema la niña ya es mayor, y por supuesto la realidad que cuenta es otra, aunque regrese al final al espacio emocional infantil: “Recuesto mi mejilla en la almohada para acogerte. Podría ser de nuevo una niña chupándome mi propio dedo.” Por supuesto, esto no quiere decir que un hombre no pueda escribir una escena sexual en voz de mujer. Un ejemplo clásico es el soneto de Francisco de Aldana en el que ella comienza diciendo “¿Cuál es la causa, mi Damón, que estando en la lucha de amor juntos trabados con lenguas, brazos, pies y encadenados cual vid que entre el jazmín se va enredando, y que el vital aliento ambos tomando en nuestros labios, de chupar cansados, en medio a tanto bien somos forzados llorar y suspirar de cuando en cuando?” A lo que él responde: “Amor, mi Filis bella, que allá dentro nuestras almas juntó, quiere en su fragua los cuerpos ayuntar también tan fuerte, que no pudiendo, como esponja el agua, pasar del alma al dulce amado centro, llora el velo mortal su avara suerte.” Hay mucho que ver en este poema, entre otras cosas, que en él la mujer pregunta y el hombre contesta. Pero con respecto al de Maguire, la diferencia significativa es que desde el punto de vista de Filis la representación es equivalente, mientras que en Maguire diverge. Digamos que lo que describe Aldana, visto desde fuera, tiene al hombre y a la mujer es un mismo plano de actividad. A diferencia de esta perspectiva en espejo, la postura de Maguire hace que el punto de vista sea radicalmente distópico (sin darle a la palabra una carga negativa, sino más bien dislocando el concepto de visión como exclusiva o principalmente masculino) del que cualquier hombre pueda tener; de ahí su importancia y actualidad. La posición desde la cual escribe Sarah Maguire inaugura una topología que yo no había contemplado, por lo menos no desde ahí. En ese sentido, describe un espacio emocional que no había sido cartografiado. Y en consecuencia, muestra una realidad que a veces pasa desapercibida, quizá por nacimiento-de-venus.jpgobvia, y que tiene repercusiones en los poemas eróticos escritos por mujeres, y por extensión en cualquier poema: una escena sexual descrita por una mujer es diferente no sólo porque ella experimenta otra cosa sino porque lo ve desde otra perspectiva. Esta otra perspectiva es necesidad pura. Si no, no hay poema.