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Viviana Abnur
(Buenos Aires, 1964)

La luna abrió un minuto el cielo negro.
Y era una luna de blancor tenebroso, de presagio.
                                                               Marosa di Giorgio

 

no te fíes de mí una tortuga de agua en la tierra un abejorro ahogado en miel un desertor en cualquier batalla un niño amordazado Asia era el destino no tus manos el recuerdo de la geografía árabe el cantar de los juglares las huellas del camino grabadas en la piedra y las enredaderas su trabajo milenario de artesano desteñidas al fin debajo de un poroto mal nacido antes después la carne todo inocencia todo abrigo los pies aferrados a la cama buscándose haciendo nudo de otras piernas para echar ancla alguna vez para no caminar más




a un paso de la puerta de hielo el pueblo repollitos de agua camalotes sapos debajo del muelle el río cada tanto la orilla se interrumpe con el residuo de una lancha los padres preparan el asado los chicos hundimos las manos en los espumeros a la noche clavamos el palito despellejamos la ranas freímos en la playa comemos la arena despide al sol se enfría poco a poco

 


 

Las cosas están soldadas por la desesperación
Leopoldo Castilla


en el corazón de la tormenta
no se busca
no se da con un refugio
con un vaso de agua
no se puede
la propia voz desconocida
irrumpe como un trueno
y es un látigo gitano
deshaciendo la noche
a pesar de una
a contramano de la urgencia del cuerpo
en el ojo
en el mismísimo corazón
no hay piedad
el tiempo multiplica en su fermento de tristeza
como un licor añejo escondido en el ropero
se vuelve ácido el paladar de las madres la mano
que acunaba

 

 

 


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