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portada-temporal.jpgTemporal
Rodolfo Mata
Conaculta/
DGP,
México, 2008

Por Rocío Cerón

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Ante el vértigo de los días, las crisis que se suceden no sólo en lo económico sino en los aspectos sociales, bélicos, geográficos, nos olvidamos de los detalles, de los pequeños trazos y gestos que dan sentido a la vida. Desde la brevedad, pero sobre todo desde la mirada acuciante y asombrada de quien sabe mirar por las grietas, Temporal, de Rodolfo Mata obliga al lector a detenerse. Un tiempo laxo y espeso es necesario para internarse en este universo donde deambulan cotidianas y extrañas presencias  como “una tapita de plástico/ sin estirpe/ ni mitología”; o en espacios íntimos donde el poeta, con un fino sentido del humor, nos pone frente a una “Submetamorfosis” y apunta “Sin Kafka/ basta con irse/ haciendo viejo”.

Dividido en cinco secciones: Lentitud, Pausa, Mínimos paisajes, Litoral e Inventario, Temporal abastece al lector de estampas mentales que colapsan la idea de lo importante para detenerse en los hallazgos que nos rozan todos los días, esos, los apenas visibles por sernos tan familiares. Los poemas van desde imágenes que surgen en el descampado de una noche y que hacen cuestionarse a uno mismo, transitando por cierto viento que descifra el rostro de una mujer, paisajes todos de la sección de Lentitud, pasando por esas largas pausas del insomne, de las largas noches donde los objetos toman nuevas perspectivas y de ellas brota un lenguaje (sensorial, sonoro, visual) resemantizado, como en el poema Danza macabra:

Medianoche
Ohm profundo del refrigerador
Un paquete olvidado de granizo
cae sobre el teclado

En la pantalla
un travelling vertical
revela súbito
un ejército de números

Palabras en destierro
los esqueletos bailan
en su luz


Rodolfo Mata es uno de esos poetas que no se abastece en la grandilocuencia. En Mínimos paisajes, el itinerario poético que traza es un diario lírico; nos coloca ante el pensamiento puro, nos deja una potente imagen de una playa donde la escritura es el azaroso movimiento del viento sobre la espuma y entre las nubes (por cierto uno de los poemas que más me gusta de esta sección, En una playa desierta), hasta llegar a un espacio donde todo se anula y queda en ruinas. Paradójicamente, la siguiente sección, Litoral, es un viaje a los días de playa, desde el sur de Bahía, en Brasil, los surfistas cortan y hienden el mar en Itacaré, una pequeña playa tropical y exuberante. Es como si el poeta hubiera dejado la brevedad, el insomnio y las pantallas de la computadora para celebrar su pensamiento poético en el gozo: “El sol brilla con un blanco/ que es más blanco/ y el verde retintina/ en la retina” o el poema “Martini Seco”:

Desierto de volátil perfume
mantra de profana
reverberación

Sumergida en cristalinas
oraciones
al fondo de la corola
de vidrio
la aceituna medita
en su salina disolución


Temporal es, pues, un libro de poesía que se disfruta por su sentido pausado, por su mirar capacitado en el asombro. No hay grandes exaltaciones, ni fuegos de artificio, no hay quema de judas. Hay, sí, una poesía decantada, manufacturada con paciencia y esmero. Una poesía que intuye y desvela esa intuición porque sabe que el ademán, el sutil movimiento de las cosas contiene en sí una respuesta, una forma de comprender. Hombre y mundo en un minuto de saciedad.


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