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portada-chilango-andaluz.jpg II Recital Chilango-Andaluz
Javier Villaseñor, Iván Vergara (compiladores)
Cangrejo Pistolero Ediciones, Sevilla, 2008

Por Javier Villaseñor e Iván Vergara

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Las antologías literarias, y particularmente las antologías poéticas, suelen surgir en momentos en los que se desea postular una relectura de la tradición y para conciliar la relación del pasado literario con el presente —o para confrontarla. Al igual que las revistas y proclamas literarias, las antologías han sido una forma de manifiesto, una manera de representar con solidez y convicción ideas estéticas y poéticas.

Este libro es la muestra de los autores que participaron en el Recital de poesía Chilango Andaluz, llevado a cabo en la ciudad de Sevilla y la ciudad de México, simultáneamente, el mes de octubre de 2007. Este es el primer motivo del libro: ser una exposición de participantes. De ahí el carácter heterogéneo en estilos y voces de la compilación, que además de ser antológica por su misma naturaleza (antología es la unión de dos palabras: anthos y legein, flor y escoger: una selección), es también un catálogo, una muestra sencilla de quienes hicieron posible el Recital Chilango Andaluz.

Pero no hay actos gratuitos —y este libro, como todos, es un acto. Representa lo que ha venido realizándose desde la primera edición del recital: dos regiones separadas geográficamente, Andalucía y México, que se reúnen fraternalmente a través de la poesía. Esta fraternidad no es utópica ni se da por razones arbitrarias. En un libro de poesía donde caben, siempre en consonancia, autores de distintas latitudes, las rígidas fronteras políticas se disuelven, pues cuando hablamos de literatura (hace tiempo lo dijo Octavio Paz) sólo existe una frontera real, que es la lengua. Cuando hablamos de poesía en lengua española hablamos, pues, de un solo territorio —y cuando hablamos de poesía estamos hablando de fraternidad.

Son muchas las antologías que al día de hoy han tenido como razón para publicarse el deseo de conformar una sola tradición que ignore las fronteras; es decir, eludir los términos ibérico (o español) e hispanoamericano, para llegar a un puerto más vasto pero igualmente real: la tradición hispánica. Un punto de partida —no el único— es de hace casi setenta años, cuando se publicó Laurel, Antología de la poesía moderna en lengua española. En aquella prístina obra en la que participaron dos poetas españoles y dos mexicanos como compiladores, sí era una novedad la disolución de las fronteras: se reunieron a poetas modernistas y post modernistas, a la mayoría de la Generación del 27 y los Contemporáneos… autores de los dos extremos geográficos de nuestra lengua. Uno de los ejemplos más recientes y que muestra este deseo con mayor nitidez —ya desde el título— es la obra Poesía Hispánica Contemporánea-Ensayos y poemas. En este libro se mezclan en armonía, lejanos geográficamente pero unidos en una sola poesía, poetas como Antonio Gamoneda y Américo Ferrari, Gonzalo Rojas y Jaime Siles.

Ejemplos de esto hay muchos. Basta decir, en este sentido, que la lengua española es una de las pocas que reúne a una multiplicidad de países y culturas muy distintas entre sí. Sin embargo, los autores españoles e hispanoamericanos, compartiendo la lengua, se han unido en muchos momentos de la historia salvando esas diferencias para colaborar en distintas búsquedas y lograr metas brillantes: un caso concreto es el gran intercambio y enriquecimiento cultural que se dio entre México y España a raíz del exilio republicano en México.

Con esta visión unificadora de “una sola poesía” no se pretende en modo alguno demeritar o menospreciar las tradiciones locales, propias de cada país y región. Tampoco se pretende ignorarlas. Todo lo contrario, pues la fraternidad que surge de lo poético no es, ni podría serlo, uno de los múltiples rostros que toma la globalización, que estandariza y homogeneiza las virtudes locales. Esta unión, esta fraternidad poética en la lengua —y en lo humano— es un hecho y una condición de nuestros países, presente desde hace siglos y que hoy en día no podemos ignorar. Respetamos y admiramos la diferencia —pero sentimos la necesidad de buscar lo que nos une como poetas, como autores de la misma lengua, como seres humanos. Antonio Gamoneda nos ha recordado el camino, pues “está claro que existe una poesía que es entendida como propia, con su historia y su diversidad interna, en todos y cada uno de los países que en el mundo son, hablen la lengua que hablen; es verdad también que, viviendo en la misma lengua, se está, quiérase o no y por la parte mayor y esencial, en una sola y misma poesía”.

La relación de las literaturas de ambos lados del atlántico había sido viva y constante ya desde los siglos coloniales y se intensifica con el surgimiento del modernismo y los intercambios culturales en la época de Darío y los años posteriores, pero encuentra un muro en las consecuencias de la guerra civil española. No es que se reste ningún mérito a los autores y las obras que surgieron a partir de 1939. Por el contrario, en la segunda mitad del siglo XX surgieron obras destinadas a permanecer en la historia. Pero la relación de diálogo y sobre todo la apertura cultural que permitiera una visión hispánica y de conjunto de nuestra poesía se vio notoriamente interrumpida, al menos con España.

Tomando todo esto en cuenta, no ignoramos, pues, que el nuestro no es un intento nuevo. Pero tampoco creemos que por tener antecedentes y por no representar la novedad absoluta habríamos de desistir en la batalla. Ésta es una antología sencilla, pero representa un esfuerzo valioso. Hoy podemos dar una muestra de fraternidad lingüística y humana. Un vínculo real que por distintas razones se ha roto artificialmente o incluso ha tenido la afrenta del olvido. Para ello, nuestro camino es la poesía; esa poesía que es la misma, criatura antigua, aunque cada quien la viva a su modo, pues, como nos advirtió Paz, es “conocimiento, salvación, poder, abandono. Operación capaz de cambiar al mundo, la actividad poética es revolucionaria por naturaleza; ejercicio espiritual, es un método de liberación interior. La poesía revela este mundo; crea otro. Pan de los elegidos, alimento maldito. Aísla; une”. Sabemos que es luz reacia a ser domesticada porque le quedan todos los nombres: “Locura, éxtasis, logos. Regreso a la infancia, coito, nostalgia del paraíso, del infierno, del limbo. Juego, trabajo, actividad ascética. Confesión. Experiencia innata. Visión, música, símbolo”.

Como toda antología, ésta tiene ciertos criterios para la selección de los textos, misma que corrió a cargo de quienes redactan estas líneas. Se seleccionaron de uno a dos poemas por autor, dependiendo de su extensión. Se respetaron los estilos de grafía de cada escritor, como la sustitución de y por i, entre otros casos. Siempre que fue posible, se intentó mostrar el estilo y la voz de cada poeta, el color y el rostro de sus versos. Cuando fue imposible conocer la totalidad de la obra o gran parte de ella, la selección siguió el camino para encontrar un remanso común y deseable para todos: un contenido humano, una poética que afianzara las ideas que dan origen a toda poesía y a esta antología. Son las ideas de la unión poética. Unión hispánica. Unión humana.


 

 


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