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Ramón Llul: Poesía que no pretendía serlo.

(Segunda Entrega)


¿Por qué el Llibre d’amic e amat, imperfecto y apresurado, no carente de torpezas, y privado desde hace mucho de su sostén ideológico, que hoy se nos aparece como una remota estribación del racionalismo neoplatónico, nos habla, a través de tantos siglos, todavía? A esta y otras preguntas responde Eduardo Moga en su estudio "Poesía que no pretendía serlo", un atento trabajo de análisis y traducción sobre Ramon Lull.


 
 
Poesía que no pretendía serlo
(Segunda entrega)

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Por Eduardo Moga


llul.jpgEs conveniente ahora consignar los rasgos fundamentales del pensamiento de Llull, tal como aparece formulado en el Ars compendiosa inveniendi veritatem, que inspirala denominada fase cuaternaria de su producción, que se extiende desde 1274 hasta 1289, en la que escribió el Llibre d’amic e amat. Como ya se ha avanzado, la razón última de que Lull escribiera incansablemente y de que viajara no menos incansablemente (en 1314, con 82 años, emprende su tercera misión en África y se traslada a Túnez) era convertir a musulmanes y judíos al cristianismo, la única fe verdadera. Esta pretensión explica las paredes maestras de su edificio intelectual, los atributos de Dios, que ningún creyente monoteísta se atrevería a negar. Dichos atributos divinos –a los que da muchos nombres: propiedades, virtudes, valores, razones, noblezas, perfecciones, honras, honores, altezas y dignidades– constituían «principios absolutos» o sustanciales de todas las cosas, y eran los siguientes: bondad, grandeza, eternidad, poder, sabiduría, voluntad, virtud, verdad, gloria, perfección, justicia, generosidad, misericordia, humildad, señorío y paciencia (aunque, en fases posteriores de su producción, Llull los redujese a los nueve primeros). Los principios absolutos se reflejan en todos los aspectos de la creación y constituyen la estructura fundamental del universo. Integran la esencia de Dios, en la que son intercambiables; en las criaturas, sin embargo, aunque sus manifestaciones sean concordantes, ya no son permutables y, por lo tanto, ya no pueden predicarse unos de otros recíprocamente. Los «principios relativos» o accidentales rigen las relaciones entre las dignidades y el universo, y se agrupan en tríadas: Dios, criatura y operación; diferencia, concordancia y contrariedad; principio, medio y final; mayoridad, igualdad y minoridad; afirmación, negación y duda, aunque también en este caso Llull las redujera, en obras ulteriores, a la segunda, tercera y cuarta. Por último, las dignidades se despliegan en tres principios subordinados o correlativos: el agente, el paciente y el acto, sin los cuales no cabe imaginar acción alguna; los de la bondad serían, por ejemplo, el «bonificante», lo «bonificable» y «bonificar». Estas tres series de principios (absolutos, relativos y correlativos) conforman toda la estructura del ser y, simultáneamente, el armazón permanente de toda ciencia humana. Para manejarlos mejor, Llull los representó mediante letras del alfabeto y los dispuso en distintas figuras, cuyas combinaciones podían resolver cualquier cuestión relativa al conocimiento o a la existencia. Sus catálogos constituían, pues, «máquinas de la verdad», cuyos automatismos han fascinado a numerosos lectores y suscitan, todavía hoy, adhesiones de corte experimental, como la escritura geométrica del poeta barcelonés Ramon Dachs. Pero, como ha recordado Bonner, los atributos divinos no son sino los Nombres de Dios propios de los tres monoteísmos. En el caso del cristianismo y del judaísmo, encuentran sus raíces en el Viejo Testamento, y son difundidos por el neoplatonismo, desde Escoto Erígena y el Pseudo Dionisio hasta San Agustín; en el Islam corresponden a los hadras,y en el hebraísmo, a los sefirot. Otra noción relevante en el pensamiento de Llull, de acuerdo con la cosmogonía medieval, es la escala de las criaturas, es decir, que el mundo representa un sistema ordenado, que el ser y los seres se disponen jerárquicamente, y que la creación está formada por una serie de planos superpuestos –Dios, los ángeles, el cielo, el hombre, la imaginación, los sentidos, lo vegetal y los elementos– que reflejan la imagen del Hacedor. O, por utilizar el concepto que recorre las filosofías de San Agustín, San Anselmo de Canterbury y San Buenaventura: ordo et connexio idearum est ordo et connexio rerum. Así se materializa en el Llibre d’amic e amat, en cuyo versículo 40 leemos que «todo lo visible me representa a mi amado»; y en el 57, que el maestro del amigo son «los significados del amado» encerrados por sus criaturas. La proporción y la concordancia entre los diversos escalones de la escala permitían ascender hasta Dios, como había argumentado San Buenaventura en su influyente Itinerarium Mentis in Deum, de 1259, y haría el propio Llull en su Liber de Ascensu et Descensu Intellectus, de 1305.En muchos versículos del Llibre d’amic e amat se plasman estos itinerarios del ser, que ha de abandonar el mundo creado –compuesto por el material, aprehensible por los sentidos, y el espiritual,  propio del alma racional– para alcanzar el increado en el que mora Dios. Esto dice el 56: «Se elevó el corazón del amigo hasta las altezas del amado, para no verse impedido de amar en el abismo de este mundo. Y, cuando se hubo reunido con el amado, lo contempló con dulzura y placer. Y el amado lo devolvió a este mundo, para que lo contemplase con tribulaciones y fatigas». Pring-Mill ha indicado que «la mística luliana es esencialmente un sistema de contemplación metódica y minuciosa de la escala de las criaturas, que pasan de un escalón a otro “por vías sensuales y por caminos intelectuales”», como se lee en el versículo 343. Llull intenta demostrar en sus libros la verdad de la fe católica –y la relación entre los misterios cristianos y la estructura del universo– mediante el uso de «razones necesarias», esto es, de argumentos congruentes con los principios informadores de la herencia cultural común de las tres religiones del Libro, y que ninguno de sus fieles podía refutar sin refutar los principios mismos. Así, en el versículo 191 del Llibre d’amic e amat leemos: «Tanto amaba el amigo a su amado, que se creía todo lo que le decía. Y tanto lo deseaba entender, que todo cuanto oía decir de él quería entenderlo por razones necesarias». El filósofo mallorquín presta una gran atención en toda su obra, y, en particular, en el Llibre d’amic e amat, a las tres potencias del alma, según las estableciera el obispo de Hipona: entendimiento, memoria y voluntad. Pring-Mill ha inventariado 79 versículos –según la edición de Galmés– en los que aparecen mencionadas, bien por su nombre, bien por términos conexos o que las implican, como «pensaments», «remembraments», «amor», «cogitar», «oblidar» o «aïrar», entre otros. Las tres han de obrar conjuntamente, y las tres resultan imprescindibles para que el alma alcance a Dios, aunque en algún versículo del Llibre d’amic e amat Llull parezca inclinarse por la inteligencia. Así, en el 19 escribe: «Preguntó el amigo al entendimiento y a la voluntad cuál estaba más cerca de su amado. Echaron ambos a correr, y el entendimiento llegó antes a su amado que la voluntad»; y en el 118, el entendimiento ilumina la voluntad como el lucero del alba, o como el sol a pleno día. Otros temas recurrentes en el Llibre d’amic e amat son el misterio de la Trinidad, a cuyo escudriñamiento propende sin descanso, el libre albedrío, y la Pasión y Encarnación de Cristo, que no por casualidad son los artículos de la fe cristiana que más rechazo inspiraban en los practicantes de las otras fes monoteístas. También el ideal de pobreza franciscana encuentra su eco en el libro, como demuestran los versículos 138 y 284. Muchos de los términos utilizados por Llull en el Llibre d’amic e amat reflejan las particularidades de su ideario, o presentan connotaciones propias del lenguaje de la época, que es difícil conservar en la traducción. «Pensament», por ejemplo, muy frecuente en el libro, no alude sólo a la actividad intelectual, sino que incorpora un matiz emocional: no significa, por lo tanto, ‘idea’, sino más bien ‘preocupación’, ‘desvelo’ o ‘tristeza’. «Contrarietat» tiene hoy un sentido casi trivial, equivalente a ‘inconveniente’, ‘obstáculo’ o ‘disgusto’; en Llull, sin embargo, posee una dimensión filosófica: es la mutua oposición de ciertas cosas, como resultado de sus diferentes finalidades. En este sentido lo utilizo en los versículos 257 y 258, aunque en el 336 aparece con su significado actual, porque no he encontrado una alternativa más precisa para el original catalán: «empatxaments». Otras palabras se refieren a principios metafísicos: «ocasió», que Llull define metafóricamente en el versículo 117, denota una relación de causa-efecto más rigurosa que la derivada del mero azar. En mi versión he preferido sustituirla por otras con un sentido similar («favorecer», «favorable»), pero que hicieran más fluido el texto, como espero que se advierta en los versículos 152 a 154.

Esta traducción sigue la edición del Llibre d’amic e amat, de Albert Soler i Llopart (Barcelona, Editorial Barcino, «Els nostres clàssics», col. B, núm. 13, 1995), que se basa, a su vez, en el manuscrito de la Bayerische Staatsbibliothek de Múnich (Hisp. [cat] 67, ff. 201r-232r), escrito en catalán hacia finales del s. XIV o principios del XV, e inserto en el Llibre d’Evast e Blaquerna, por tratarse del «más cercano al arquetipo de todos los que nos han llegado, y el único que trasmite un texto mínimamente cercano al que debía de ser el original desde el punto de vista lingüístico». Este es el mérito fundamental, aunque no el único, de la edición del profesor Soler: fijar el texto, tras más de siete siglos de copias y reproducciones incompletas, inexactas, obliteradas y parcialmente apócrifas, que han conformado, para desesperación de los filólogos, un espeso bosque de versiones, con unos cuarenta manuscritos y un centenar de ediciones conservados, en trece lenguas distintas. Antes de la suya, la vulgata era la de Salvador Galmés y Miquel Ferrà, de 1914, actualizada y ampliada por el primero entre 1935 y 1954. Mi traducción al castellano sigue la de Soler no sólo en el texto, y, por lo tanto, en las opciones léxicas y sintácticas, sino en todo cuanto ha sido singularmente objeto de debate, como el número y la agrupación de los versículos. Ya he avanzado las razones que aduce el profesor Soler para dejarlos en 357, a las que cabe añadir dos datos esenciales: Llull no numeró los versículos, y ninguno de los manuscritos supérstites presenta 365 ó 366. Ni siquiera hay coincidencia en el número de unos y otros: el original de Múnich, por ejemplo, tiene 359; el que obra en la Biblioteca Pública de Mallorca, de la segunda mitad del s. XIV, 356; otro manuscrito mallorquín, de 1492, localizado en Barcelona, 360; la versión occitana, de finales del s. XIII o principios del XIV –es decir, contemporánea de Llull–, 363. Para agrupar los versículos problemáticos, Soler se atiene al criterio de su unidad temática y argumental: «Llull», especifica, «no distribuye una unidad de sentido en diversos versículos, sino que hace coincidir unidad de sentido y versículo».

En castellano, se ha conservado un único manuscrito del Llibre d’amic e amat, que se custodia en la Biblioteca Nacional. Se trata de una traducción anónima del s. XV, que dio a conocer Giovanni Maria Bertini en Testi spagnoli del secolo XV (Turín, Editore Gheroni, 1950), y que fue recogida por Ana Mª de Saavedra y Miguel Batllori en Autobiografía y Libro del amigo y del amado (Barcelona, Fundación Caja de Barcelona, «Biblioteca de Autores Catalanes», núm. 3, 1987). Es poco fidedigna, por seguir la edición en latín, publicada por Jacques Lefèvre en París, en 1505, que suprimió 46 versículos originales y añadió 49 apócrifos. La tradición impresa empieza en 1749, con la publicación en Palma de Mallorca,por la Viuda Frau, de una versión compuesta en lengua lemosina por el iluminado doctor, mártir invictísimo de Jesucristo y Maestro universal en todas Artes y Ciencias B. Raimundo Lulio, aunque enseguida se abre un nuevo periodo de silencio, que no se interrumpirá hasta 1881-1882, con la reedición de esta misma versión, precedida por un elogioso prólogo de Marcelino Menéndez Pelayo. De entre las traducciones posteriores en español, quiero destacar la de Martí de Riquer, con una persuasiva introducción de Lola Badia (Libro de amigo y Amado, Barcelona, Planeta, «Clásicos Universales», núm. 96, 1985), la mejor, hasta hoy, de entre las existentes.

Como es natural, he recurrido a otras traducciones del Llibre d’amic e amat, y no sólo en castellano, para apuntalar la mía. Acaso la más certera sea la de Eve Bonner, Doctor Illuminatus. A Ramon Llull Reader (edición de Anthony Bonner, Princeton, New Jersey, Princeton University Press, 1993), aunque también me ha ayudado la de Mark D. Johnston, The Book of the Lover and the Beloved. An English Translation with Latin and Old Catalan Versions Transcribed from Original Manuscripts (Aris & Phillips Ltd, Warminster, in association with The Centre for Mediterranean Studies, University of Bristol, 1995). Las ediciones de ambos, y sobre todo la del primero, son particularmente útiles para quien desee adentrarse en el complejo cosmos luliano, como también lo es El microcosmos lul·lià, del recientemente fallecido hispanista inglés Robert Pring-Mill (Palma de Mallorca, Moll, «Biblioteca Raixa», núm. 55, 1961, reeditado en Estudis sobre Ramon Llull (1958-1978), a cargo de Lola Badia y Albert Soler, Barcelona, Publicacions de l’Abadia de Montserrat-Curial, 1991), una magnífica síntesis de la filosofía de Llull, de la que he extraído muchas de las ideas expuestas en este prólogo. He consultado asimismo versiones en francés medieval (Livre d’Evast et de Blaquerne, en edición de Armand Llinarès, París, Presses Universitaires Françaises, 1970) y en portugués moderno (Livro do amigo e do Amado, en edición de Esteve Jaulent, São Paulo, Edições Loyola, 1989). Los cinco eruditos volúmenes del Glossari general lul·lià, de Miquel Colom Mateu (Palma de Mallorca, Moll, 1982-1985), han sido una ayuda inestimable para comprender muchos neologismos y palabras empleadas por Llull en un sentido particular. Por otra parte, el ensayo Ramón Llull y la tradición árabe. Amor divino y amor cortés en el «Llibre d’amic e amat», de Álvaro Galmés de Fuentes (Barcelona, Quaderns Crema, 1999), me ha permitido conocer las razones de los inclinados a creer en la influencia de la literatura sufí en el libro del Beato de Miramar. A todos aquellos interesados en ampliar su conocimiento de la cosmogonía o la literatura de Llull, o del Llibre d’amic e amat, los remito a la Base de Dades Ramon Llull – Llull DB, de la Universidad de Barcelona (http://orbita. bib.ub.es/llull/index.asp), donde encontrarán todas las referencias actuales de las obras, manuscritos, ediciones y catálogos vinculados al sabio mallorquín.

Una última precisión es necesaria: me resultó muy difícil determinar si convenía o no anotar este trabajo. Por un lado, me parecía que la anotación aclararía el sentido de muchos versículos del Llibre d’amic e amat, con lo que aumentaría el disfrute del lector. Esa impresión mía se veía reforzada por el hecho de que los textos del Llibre d’amic e amat se imbrican íntimamente con el pensamiento de Llull, y por la constancia de que ninguna edición, hasta donde yo sé, ha acometido semejante, y tan benemérita, labor. Pero, por otro lado, temía que el aparato crítico restase autonomía literaria al texto, esto es, que lo hiciese aparecer como un mero vehículo de otra cosa, subyacente y más importante. Finalmente, ha prevalecido este criterio, y el texto aparece desnudo, entregado a una lectura incondicionada. Hemos querido que sea lo que hoy es: un libro de poesía, sin ropajes, ni teologías, ni glosas –salvo las muy modestas de este prólogo–, obedeciendo al mandato de Juan Ramón Jiménez, que no deseaba «ninguna edición de lujo, nada de príncipes ni de ediciones de filólogos. Cada libro sin notas, en la edición más clara y sencilla. El libro no es cosa de lujo... Eso para los que no leen. Material excelente, seriedad y sobriedad».


 

Fragmentos y traducción de Eduardo Moga.

[108]

Iba el amigo por una tierra extraña, en la que esperaba encontrar a su amado, y por el camino lo asaltaron dos leones. Tuvo miedo de morir el amigo, porque deseaba vivir para servir a su amado; y puso su recuerdo en su amado, para que el amor estuviera presente en el tránsito y le ayudara a afrontar la muerte.

Mientras el amigo recordaba al amado, los leones se le acercaron humildemente, y lamieron las lágrimas que vertían sus ojos, y le besaron las manos y los pies. Y el amigo se fue en paz, en busca de su amado.

[109]

Iba el amigo por montes y por llanos, pero no encontraba puerta por la que escapar de la cárcel del amor, en la que llevaban tiempo encerrados su cuerpo y sus pensamientos, y todos sus deseos y placeres.

Mientras sufría el amigo esta congoja, encontró a un ermitaño que dormía cabe una hermosa fuente. Despertó el amigo al ermitaño y le preguntó si había visto en sueños a su amado. Respondió el ermitaño diciendo que los pensamientos estaban presos en la cárcel del amor tanto cuando velaba como cuando dormía. Muy complacido se sintió el amigo por haber encontrado a un compañero de cautiverio. Y lloraron los dos, porque el amado no tenía muchos amadores de su condición.

(…)

[132]

Preguntaron al amigo de qué nacía el amor y de qué vivía y por qué moría. Respondió el amigo que el amor nacía del recuerdo y vivía de la inteligencia y moría por el olvido.

(…)

[166]

Decía el amigo: —Amadores, si queréis fuego, venid a mi corazón y encended vuestras lámparas; y si queréis agua, venid a mis ojos, de los que manan lágrimas; y si queréis pensamientos de amor, venid a surtiros de mis cogitaciones.

(…)

[170]

—Di, loco, ¿tienes dinero?

Respondió: —Tengo amado.

—¿Tienes villas o castillos, ciudades, condados o ducados?

Respondió: —Tengo amores, pensamientos, llantos, deseos, trabajos y fatigas, que son mejores que los imperios y los reinos.

(…)

[228]

El amor es un mar atribulado por olas y vientos, que carece de puerto y de orillas.

Perece el amigo en el mar, y, en su peligro, perecen sus tormentos y nacen sus perfecciones.

(…)

[284]

—Di, loco, ¿has visto a algún orate?

Respondió que había visto a un obispo que tenía en su mesa muchos vasos y muchas escudillas y bandejas de plata; y en su dormitorio, muchos ropajes y una cama enorme; y en sus arcas, mucho dinero. Pero a la puerta de su palacio había pocos pobres.

(…)

[322]

Pasaban la noche los deseos y recuerdos del amigo en romerías y peregrinaciones a las noblezas de su amado. Y traían al amigo las facciones del amado, y llenaban su entendimiento de resplandor, con el que la voluntad multiplicaba sus amores.

(…)

[329]

Olió flores el amigo, y recordó el hedor del avaro creso y del lujurioso y del orgulloso desagradecido. Saboreó dulzuras el amigo, y comprendió las amarguras de las posesiones temporales, y de la entrada y salida de este mundo. Sintió el amigo placeres temporales, y el entendimiento comprendió la brevedad del paso por este mundo y los tormentos perdurables a que conducen los deleites caros a este mundo.

(…)

[333]

Pensó el amigo en la muerte y tuvo miedo, hasta que recordó la ciudad de su amado, a la que se entra por las puertas del amor y de la muerte.

(…)

[357]

—Di, loco, ¿qué es este mundo?

Respondió: —Una cárcel para los amadores y servidores de mi amado.

—¿Y quién los encarcela?

Respondió: —La conciencia, el amor, el temor, la renuncia, la contrición y la compañía de gente perversa. Y es un trabajo sin recompensa, que entraña un castigo.

 

Y como fuera que Blaquerna había de ocuparse del libro del «Arte de la contemplación», puso fin al Libro del amigo y el amado, que aquí acaba para gloria y alabanza de Dios Nuestro Señor.

Traducción de Eduardo Moga

 


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