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portada-thalassa01.jpg Thalassa
Antonio Leal
Siglo XXI Editores, México, 2008

Por Miguel Ángel Flores

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Thalassa y panorama de publicaciones poéticas 2008

Podrán no existir los libros de poesía, pero siempre habrá poetas, podría haber parafraseado el autor de este texto -Premio Nacional de Poesía de Aguascalientes 1980- al poeta Gustavo Adolfo Bécquer. El suyo es más que un recuento, una reflexión sobre la escasa distribución del libro de poesía y el apunte de algunos de los, a su parecer, significativos poemarios publicados en México en 2008.

Registrar cuánto se ha publicado en el campo de la poesía durante un año es tarea imposible. Uno puede seguir la pista de la producción de las grandes editoriales, pero al margen de ellas hay una gran proliferación de pequeñas empresas que se dedican a la publicación de la poesía con gran empeño, pero que se enfrentan al problema de la comercialización. Si bien este problema se ha repetido año tras año, la crisis económica en la que estamos sumergidos abre ineludibles interrogaciones sobre el destino de este género de libros. Se han puesto grandes esperanzas en la ley que establece su precio único, pero sus alcances son aún una quimera. En nuestro medio se tiene la impresión de que las leyes en sí mismas resuelven los problemas y no su aplicación. Se supone que este precio fijo estimulará la apertura de librerías especializadas que resolverán el problema de la distribución de los libros. Pero el panorama económico no parece alentador para este tipo de empresas.

Las editoriales españolas, las de mayor penetración en el mercado mexicano, han suprimido de sus catálogos la poesía. Sus criterios de rentabilidad no dejan espacio para este género cuyo valor es estrictamente cultural y literario. Las editoriales aún mexicanas, privadas y oficiales, se han convertido en los últimos reductos para la poesía. Las pequeñas editoriales se han agrupado, para hacer frente a esta situación, en una alianza de editoriales independientes que incluye entre otras, a Aldus, Ediciones sin Nombre, La Otra (que anteriormente funcionó como Ediciones Alforja), Trilce, Arlequín, El Tucán de Virginia, pero ninguna ha podido asegurar una adecuada distribución de sus libros.

En cuanto a la publicación de poesía en 2008, el Fondo de Cultura Económica (FCE) ocupa un lugar destacado por el número de títulos que se añadieron a su catálogo y la calidad de éstos, aunque, como toda tarea, no queda a salvo de imperfecciones y es obvio que a esa casa editorial ha empezado a afectarla la crisis económica. El Fondo nos entrega un libro que desde hace años constituía una asignatura pendiente: la poesía completa de Alí Chumacero, cuyo título es la lacónica palabra: Poesía. Los poemas están precedidos por un ensayo muy ilustrativo de José Emilio Pacheco, quien logra captar uno de los rasgos más significativos de la obra de Chumacero: Silencio y soledad son el marco propicio para que resuene la elocuencia sin énfasis de sus poemas y quebrante las tinieblas una luz que no enceguece, sino que ilumina.

Un volumen que apenas si alcanza las 200 páginas constituye una de las cimas de la poesía mexicana. En la memoria de sus lectores ha quedado grabado el dístico de uno de los poemas más perfectos de la poesía mexicana, Responso de peregrino: “Yo, pecador, a la orilla de tus ojos/ miro nacer la tempestad”. Poesía se inicia con una sección de poemas no coleccionados, pero no se indica su procedencia. Parecería que en el programa editorial del FCE se ha tomado en cuenta la publicación de las obras completas de autores que son ya nombres consolidados en la poesía mexicana, tal es el caso del libro Poesía reunida, de Víctor Sandoval, cuyo prólogo se debe a Hugo Gutiérrez Vega y que ha sido editado, es decir, especialmente recopilado y cuidado, por Marco Antonio Campos. Si el libro constituye un acierto en sí mismo, no deja de carecer de una amplia noticia biográfica y bibliográfica, dada la importancia de Sandoval, quien se distinguió por su generosidad en la promoción de la poesía y de los poetas jóvenes, y que ha sido un ejemplo de cómo desde la marginalidad de la provincia, en un país totalmente centralizado, si se asimila bien una tradición poética, se puede establecer un punto sólido de partida para la construcción de una obra que se ha enriquecido con el contacto de lecturas y autores en la gran metrópoli.

Cuando este escribano recibió el volumen pensó inmediatamente en Fraguas, el libro que representa el momento culminante de su obra. Así lo considera también Gutiérrez Vega: “El lugar real que la poesía transforma en mito y que encierra la posibilidad de un destino, ecos de un amado poeta de geografía distante pero que se asimila a través de la máscara que forja la memoria: El viejo otoño sobre el bosque/ en la estación de los turistas./ Dejarás Fraguas, la nombrada./ Llevarás a tu padre bajo el brazo,/ como el Ilión de un día(...) Dejarás la ciudad en llamas del otoño./ Otros serán, otros son ya los habitantes”.

En la misma línea se coloca el libro que recopila la Poesía reunida, de Enriqueta Ochoa, que también incluye un prólogo a cargo de Esther Hernández Palacios, quien con las mejores herramientas académicas se ha dedicado a estudiar la poesía mexicana. Enriqueta Ochoa falleció el primer día de este mes, poco después de haber cumplido 80 años. Quizá porque su obra fue publicada por pequeñas editoriales, la mayor parte de provincia, en vida no logró establecer una presencia de más relieve en las letras mexicanas.

A partir de su primer libro, Las urgencias de un Dios, quedó de manifiesto una de sus principales preocupaciones: la búsqueda de sentido a través de lo sagrado, el sentimiento de orfandad que busca en la palabra un punto de apoyo; aunque hubo aciertos, no siempre se estuvo a la altura de las circunstancias. Devotos lectores no le faltaron, pero aún está a la espera de una verdadera valoración crítica. Cuando se abandonan los terrenos donde surge la interrogación implícita sobre el destino del hombre (Hay un intento de alzar el vuelo de regreso/ asidos del amor;/ pero un incendio de alas abrasa el horizonte./ El calendario de los siglos no conoce otra llave./ Sellado, cegado,/ se agrega el hombre al coro de cenizas), el poema se desmadeja. Los poemas en prosa, más prosa que poesía, escritos en el ocaso de su vida, parecen una contrariedad en el conjunto de su obra.

Seis años después de su primera edición, el FCE reedita la recopilación de la poesía de Wislawa Szymborska, Poesía no completa, que prepararon sus traductores Gerardo Beltrán y Abel A. Murcia, con prólogo de Elena Poniatowska. La poetisa polaca obtuvo el Premio Nobel en 1996, distinción que, como se sabe, asegura lectores y abre las puertas a la amplia difusión. En el caso de Szymborska, el premio hizo justicia a una obra escrita con una aparente sencillez, pero sobre la superficie de un habla común se llega a los abismos del sentimiento: golondrina, silencio agudo,/ luto alegre,/ aureola de los amantes,/ ten piedad de ellos.



Siglo XXI

La editorial Siglo XXI agregó a su catálogo, en este 2008, en su colección La Creación Literaria, dos libros: Thalassa, de Antonio Leal, y Palabras en poesía, un curioso diccionario poético que recopila textos de 50 poetas mexicanos. Antonio Leal se dio a conocer en ya la legendaria revista Mester, que animaba Juan José Arreola en los años sesenta. La aparición de sus textos anunciaba la presencia en las letras mexicanas de un nuevo poeta dueño de una madurez precoz. Sus poemas estaban animados por un gran impulso poético y una destreza para manejar el poema largo. Tardó años en dar a la prensa su primer libro, Duramar (1980), y luego desapareció del ámbito editorial. Regresa ahora con un libro en el que confirma todas las virtudes que anunciaban sus primeros textos y en el que muestra una gran maestría para manejar las formas del poema.

Nacido en Quintana Roo, su libro es una alabanza al mar nacida de su experiencia vital y literaria. Con un manejo impecable, hace que en su libro se entrecrucen las presencias marinas del mito griego con la toponimia de su mar natal. El lenguaje culto y el de la calle -para no llamarlo vulgar- se trenzan en los versos, lo que da gran vigor a estos poemas, y nombra con una gran riqueza de lenguaje la realidad del Caribe: “¡Thalassa!, decías: encrespa la ola/ y bate al viento abriendo tiernos brotes/ en la rosa náutica. Hace el día// más lógrego, con él endulza el aire/ de las ramas altas que anidan pájaros./ Al solaz, en el mar en calma y llama,/ al pairo el alma, es canto inaudito/ que repiten impunemente valvas/ olvidadas. Sueño inútil que sube/ al corazón del náufrago en Luna rala”. El libro está antecedido por una breve presentación de José Emilio Pacheco; más que una presentación al uso, se trata más bien de un poema en prosa que resume la poética del libro y es un diálogo con sus versos.

El diccionario que armaron José Cedeño, Pablo Romay y Jenny Levine es curioso en el sentido de que no ha sido frecuente hacer un libro con poemas que empiecen con a y terminen con z; así, el libro queda como un muestrario de la gran variedad de versificaciones en la poesía mexicana contemporánea y de cómo han abordado sus temas los poetas, y constituye una insólita experiencia de lectura.



Era

La editorial Era no abandona su vocación literaria y su interés constante por publicar poesía, a pesar de las crisis, buscando siempre soluciones de financiamiento, y con un profesionalismo que la ennoblece; este año aportó dos libros a la mesa de novedades: Mundar, de Juan Gelman, y Río, de Carmen Leñero.

El multipremiado autor de origen argentino, de una fecundidad que parece inagotable, nos entrega un conjunto de poemas que confirman su gran dominio del oficio. La salvación de la poesía de Gelman parece radicar en que nunca prestó oído a aquellos compatriotas suyos que imponían como una regla que la poesía debía estar mal escrita. La belleza de esta poesía surge de una ligereza que jamás es superficialidad, hay en ella un gozo de nombrar: “Una ola de amor que/ va de mi cuerpo al tuyo es/ una humana canción./ No canta, vuela entre/ tu boca y mi verano/ bajo tu sol”.

En Río, Carmen Leñero entrega un conjunto de poemas que en cuanto a su intención y estructura abrevan en la estética del haikú, sin ceñirse a su métrica. El río como símbolo de cuanto fluye parece constituir aquí una corriente de imágenes que recorre todo el libro, a veces encuentran su fuerza en la sorpresa de la asociación: “Un caudal de mariposas/ yendo al norte/ tiene encantada a la aguja”. Y en otros casos la expresión se debilita por lo discursivo: “Un río de crueldades/ y milagros/ es la Historia”.

La editorial oaxaqueña Almadía, en su colección Pleamar, nos entrega el libro más reciente de Marcelo Uribe. Su primer libro, Las delgadas paredes del sueño, data de 1987; su nueva colección de poemas se intitula Última función. A Leal y a Uribe podría atribuírseles la denominación de autores bisiesto. Así llaman en Brasil a los poetas que publican de tarde en tarde, sin demérito de su calidad poética. Marcelo Uribe refrenda en este libro las virtudes de su primer libro: una expresión controlada en la que cada palabra se coloca en su sitio exacto. La adjetivación da vida al poema y las sombras y los claroscuros son el telón de fondo de su realidad; meditaciones desde lo onírico, meditaciones ante el silencio, y también un gusto por el canto sobrio: “Una suave flama en el viento,/ la flama del deseo,/ el viento en la flama,/ la flama en el germen del viento,/ el deseo en una suave flama”.

Armando González Torres se desempeña con la misma solvencia literaria tanto en el ensayo literario como en la poesía. En su libro Teoría de la afrenta, publicado por la Dirección General de Publicaciones de Conaculta, en su colección de renovado diseño Práctica Mortal, a González Torres le interesa explorar temas y formas que se apartan de lo que podríamos llamar estrictamente poético. Es una apuesta arriesgada en la poesía mexicana proclive a las formas clásicas establecidas en el siglo XX y los temas que llamaríamos cultos. Los poemas en prosa que constituyen estos libros recuerdan los que escribió Leon-Paul Fargue, en los cuales quiso atrapar el ritmo nervioso de la vida urbana con una expresión directa y coloquial. También los textos de González Torres nos traen a la mente la operación que realizaron los poetas brasileños al meter en el poema la vida prosaica y el lenguaje de las calles. Pero en los textos de este poeta hay ironía y, en ocasiones ternura, que los dota de gran fuerza expresiva, como la que se refiere a la urbanidad del teporocho. Ambigua materia preservas en los grandes huecos que albergan tus muelas, a veces las deshaces con la lengua y vuelves a evocar el sabor de la comida. Tal vez robas un periódico, acaso quieres aprender idiomas y piensas en un planeta lánguido donde te expresarías con propiedad en cualquier situación.

En la editorial Bonobos (que no proporciona ninguna información sobre ella en su página legal), Tedi López Mills publica su libro Parafrasear. El libro tiene un punto de apoyo en su anterior volumen, Contracorrientes (2006), pero si en éste la densidad de su materia constituía la riqueza de su lectura, en el reciente Tedi, en un proceso alquímico, va trasmutando esa densidad en un texto legible del que queda desterrada cualquier obviedad. En el reverso de las palabras se puede leer otro discurso hecho de referencias que guían al texto.

La intertextualidad juega un papel pero no con el fin de dotar de sustento a los versos, sino de incorporar sus significados a una expresión propia; hemos escrito la palabra juego. Para Tedi escribir es una operación lúdica, pero no se trata de una acción gratuita; todo lo contrario, el aspecto lúdico de su poesía es una interrogación crítica sobre las posibilidades del poema y su lenguaje en la realidad que busca nombrar: “¿Cuánto queda? ¿Cuánto falta?: la grava contra las llantas cuando cierro/ los ojos suena a un trayecto que lastima/ porque coloca la noción de persona a orillas/ del delirio, como si el espejismo fuera uno,/ percibido por el tedio de quién, será eso/ dios de vuelta o tiempo, abro los ojos,/ mi mano está entre el soy y el aire/ tú y yo, no soy tiempo, eres abstracto,/ amor no es tiempo, sólo si se termina,/ tiempo de quién, mío, tuyo, se regala,/ agárralo con la mano, te digo, tu parte al menos,/ afuera, lento tiempo tiene alas, rotas ahora,/ remeros lisos, mi alondra, canturreas”.

Para frasear, reordenar un discurrir en un poema que establece otra significación. Es indudable que debemos a Tedi López Mills una de las propuestas poéticas más atractivas y arriesgadas, más novedosa y rica en versificación y léxico. Es Tedi López Mills una de las voces de la poesía mexicana más contundente, su grado de excelencia la coloca ya en un lugar relevante de nuestras letras.

El recuento de este escribano no es exhaustivo. Hay libros que no estuvieron a nuestro alcance en el momento de redactar este informe de lectura. Sólo queda por concluir que hasta la fecha la poesía mexicana sigue produciendo textos de alta calidad. Podríamos concluir que tal vez dejen de existir los libros de poesía, pero no los poetas.



Fuente:
Proceso, México, 29 de diciembre de 2008

 


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