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portada-rascacielos.jpgRascacielos
Enrique Winter
Ed. Limón Partido 

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El Alexander

―Mañana le voy a quitarle el niño― últimas palabras del
hijo pastabasero a su madre (i. Los pastabaseros se vuelven locos,
me ha levantado las manos dos veces ya ii. Hace pipas delante mío
para provocarme iii. Tira en pelotas en el patio iv. Quiso quemar mi casa).
Al crespito centro de la discusión le brillan los ojos,
en ellos repite la hiedra de afuera. Imagínatelo en los cerros,
cómo reflejaría las luces naranjas de la noche:
indistinguibles las casas de las calles de los autos
su anemia de su quiste de su sífilis.
Con fruición toma mamadera
mira los pechos de quien vive con él, su aparente tía (informa
sobre ella el Servicio Nacional de Menores, SENAME:
fuerte sentimiento de abandono y soledad / con relaciones instrumentales, no
desarrolla vínculos profundos / exacerba sentimientos de tristeza).
Igual la tía tiene apoyo, no así la abuela (la de las cuatro citas sobre pastabaseros)
que mira a la ventana cada tarde
alerta para que su hijo no se aparezca.




Polaca

De un pasado dudosamente noble
como todo pasado noble. Modzelewska por padre,
Wyrzykowska por madre. Es huérfana y de quince años,
mil novecientos treinta y nueve:
pide pega en la industria intervenida.
El patrón frisa los cuarenta, arrancan
juntos a Viena por los rusos. Por los celos de Müller cae presa,
acusada a los nazis para casarlo con su hermana.
Son más de tres los meses. La liberan los gringos, camina días a Salzburgo
y en la plaza tras una alarma ve correr a su jefe. ―¡Papa!, chilla.
Se casan a escondidas para que nunca la bese en la boca.
Doméstica de su cuñado, duerme en la pieza de servicio
tal como en Chile. Donde trajo a Goethe
y un par de pilchas, para hacer del barquito de pesca
uno con capitán y marineros.
Un hijo. Viuda. Gatos. Perros. Pájaros
que huelen como ella o viceversa.
No está ni ahí con ver a sus nietos, le reclama mi padre.
Toco el timbre y no suena, grito y no responde,
seis perros gordos y furiosos ladran sobre la reja.




Gema en Montevideo

Sus ojos llorosos cuando el barco zarpaba.
No había familiares en el puerto, no era ése su país.
Ella puede ser el mío luego de ese gesto.

 

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