Transmutación A Jaime, in memoriam La buganvilla tiembla La buganvilla se estremece: El rayo duerme en esas flores y más savia la sangre). A Jaime Sabines La culpa la tiene Él por haberse ido…Por eso te amo a las tres de la tarde En un domingo después de ir a la iglesia Traicionando a Dios y a mi madre. Y entre cuatro horizontes mudos evadimos Al tedio del lunes, martes y miércoles… Para el jueves amarte, unos instantes si se puede, Con la promesa de un beso hecho canción. Después de todo la culpa la tiene Él…solo Él Ahí donde esta; entre las palabra, sus versos “Entre amargos animales, peatones y cucharadas de luna” Nos rompen el alma desnudándonos quebrando el miedo ante el amor. “Con sus amorosos” y con su “Yo no lo sé de cierto lo supongo” Y por eso me tienes tendida como una hoja entre tus brazos, Aquí en este Sitio de amor…Esperando un hijo cuando te miró, Soy el árbol que esperar que caiga la manzana madura Del encuentro de anhelos y sueños. En esté Horal te digo: Te amo; a horas y deshoras En la primavera del verano y el otoño de tus días por venir, En la quietud del espíritu, en el anclaje de tu vida a mi lado. En esta urgente necesidad de caricias, Unidos en un beso largo como un río Y dulce como un pan… Entonces creó que existe la poesía y que Jaime; Solo se fue con la “Tía Chofi” en algún crucero de oferta por Internet O que esta jugando a las escondidas en alguna enagua de niña que solo busca poesía, Y cuando se aburre de mirar el techo, usa a las nubes por tablero y pone por piezas Del ajedrez a las galaxias, satélites y estrellas. Mientras se entera frente a su televisor celestial Que los hombres hacen clonaciones y juegan a ser dioses, Y se olvidan que la patente de la eternidad, La tiene su hermano, su hijo, su amigo, su padre Dios… Y nos olvidándonos del amor, de lo finitos y falibles que somos Se carcajea de lo idiotas que somos y se pone a llorar provocando Llovizna que nos invita a mirarnos en un charco de la ciudad. Solo pido que le recuerdes a Dios que bendiga al hombre y lo guarde del mismo hombre De desamor que le cobija y de la incomunicación mortal que lo devora Y que los amorosos no dejen de leer poesía en algún hotel.
|