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yannis-ritsos-sueno-de-un-m.jpgSueño de un mediodía de verano
Yannis Ritsos
Fondo de Cultura Económica
México, 2005

Por Emiliano Álvarez
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Olaudah Equiano (1745-1797), nacido en Nigeria, viajó de África a América en calidad de esclavo cuando era joven. Años después redactó una autobiografía, The Interesting Narrative of the Life of Olaudah Equiano, en la cual, entre otras muchas cosas, narra ese primer viaje a través del Océano Atlántico. En medio de uno de los pasajes más cruentos de la narración, justo después de que un par de esclavos decide tirarse al mar, prefiriendo la muerte; y de que un tercero que intentaba hacer lo mismo, fue descubierto y azotado hasta quedar sin conocimiento; justo después de describir la pestilencia de los desechos propios, el maltrato, la asfixia; justo entonces, se abre un paréntesis de luz: During our passage I first saw flying fishes (Durante nuestro viaje por primera vez vi peces voladores). El simple hecho es grandioso. A pesar de todo, Equiano decide que hay tiempo para hablar de esos peces que rompen la piel del mar y nadan por instantes en el aire. Extraordinario, en el sentido más puro de la palabra: los hombres suelen (solemos) hablar demasiado del dolor y dejar que esos detalles diminutos pasen de largo. Pocos ejemplos similares a Equiano me vienen a la mente: Hernández encuentra, aun en prisión, los destellos que guiaban su lucha; Neruda descubre a los cincuenta que vale más cantar a lo sencillo que a las tinieblas; Ritsos halla en sus niñez, en el campo guardado con recelo en la memoria de sus sentidos, la ventana que le permite entrar al aire a limpiarlo todo, aun en su vida cansada de prisiones y de guerras.

De la vida de Ritsos (1909-1990) se podría decir que fue todo menos simple; la primera parte, está marcada por la decadencia económica de su familia, la muerte de su madre y la de su hermano, la reclusión de su padre en un asilo psiquiátrico, y la lucha que libró contra la tuberculosis en un hospital durante tres años. Todo antes de los veintiuno. Después, el activismo, la protesta, la lucha contra la dictadura y por la defensa de sus ideales, le trajeron durante las próximas décadas, la censura violenta y el confinamiento en varias cárceles y campos de concentración. Sin embargo, Sueño de un mediodía de verano (1938), escrito en una de las etapas más difíciles de su vida, comienza: "Nos subimos a las alas de las golondrinas y fuimos a cortar flores en el cielo". Presagio de una luz liviana y limpia. De una luz que avanza y nutre la noche:

 

En ese momento, la luna tropezó con los chopos y cayó en la espesa hierba.

Hubo un gran susurro entre las hojas.

Corrieron los niños, tomaron con sus manos regordetas la luna y toda la noche jugaron en el campo.

Ahora sus manos son doradas, sus pies dorados y en lugar de huellas dejan lunas pequeñitas sobre la tierra húmeda.


Presagio de días sin violencia que inauguran su transcurso comiendo sombras:

 

Por la mañana, cuando despertamos, vimos al cielo caminar en nuestro dormitorio, parecía un pájaro azul de ojos dorados que picoteaba las migajitas de las sombras que se habían quedado en el suelo desde la noche anterior


Ritsos invita a hacer trizas el aprendizaje de los moldes, a escuchar cencerros en la lluvia, a navegar en barcas con olor a frutas, a colgar cerezos de la barba de los ancianos, a tocar los campanarios de la hierba, a escuchar los quejidos de un sol al que las niñas pequeñas le enjabonan el cabello, a saber mirar la danza de los almendros vestidos de blanco, a reescribir el andamiaje de los números.

Eso, y nada más que importe. Bueno, eso y entrenar a los ojos para recordar "junto a la ventana abierta, la alegría de saber que podemos llorar". De saber que podemos ver los peces voladores aun en medio del desastre.
 


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