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portada-alba.jpgAlba-vigía Melissa Nungaray, Editorial La Zonámbula, Guadalajara, 2008

Por Leticia Cortés
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Canta el poeta.

El vacío     atisbado de ausencias.

Eco.

La magia se vuelve visible al tacto.

El poeta escande la muerte con la misma precisión de un puñado de gente

que como fantasma camina.

El verbo nace en “Alba-vigía” como la revelación del sonido entrañable de las palabras que alean libremente en las alturas.
Palpitan los sentidos de Nadie que puede ser Cualquiera.

Es la ausencia el alba que descubre y escucha lo que se desmorona.

Hay muchos sonidos del polvo y muchas maneras de poetizarse.

Pero Ella – Melissa -  ahoga el quejido en sus manos

lo  hace arena. Pulveriza el origen.

No permite la entrada del fin que se vuelve principio y se hace lo último.

Hay en Ella una búsqueda del Ser, una búsqueda que se advierte y tiembla.

“No soy / lo que digo / en la lámpara / del vértigo”

Y en esta oscilación puede ser lamida por el vértigo que es acusado por el alba

que es cegado por sí mismo.

En Ella                      los silencios                      cobran vida       

                                                                                despiertan.

La conciencia puede ser un volcán de palabras o de espigas

y los días florecen con tanta fuerza y tanta ternura similar

a soldados en tropas asesinando lo que se siente: lo móvil.

Lo áspero se vuelve terciopelo que corta.

La memoria estorba y se solidifica.

Hay una luz asentada. La muerte se levanta entre los huesos que delatan los funestos días con sus dedos largos.

Que denuncian el cuerpo del Otro: el de la infancia, el de la inocencia de la muerte propia del Poeta.

En “Alba-vigía” el Poeta habita en las entrañas de la Luna, sabe que la soledad existe, sabe que el poema puede ser evocado por muros que contemplan sombras de cuerpos que respiran la palpitación de la muerte.

El cuerpo es un cúmulo de engranajes que gritan historias, es una nube densa que da frutos o pájaros que toman el cuerpo de las simientes.

Pájaros que huyen del páramo para renacer.

El aire, con sus manos, disipa la calle y es el silencio el que vuelve para reconstruir lo asible.

Hay una oscuridad que flota con agotamiento y el desafío de la ausencia.

La garganta se hace Tierra.

Ella lo sabe y se hace cielo porque lo ve todo.

Porque la imaginación  se hace oculta.

Porque la sombra es un sonámbulo que ilumina, que se esconde y se desplaza.

Porque el ojo, porque la pupila, porque el sueño, porque Ella.

En “Alba-vigía” el agua herida es manantial de sangre sacra.

Y a lo lejos. La venganza del Eterno tesoro.

Hay frío. Una “infinita frialdad”

una seca corteza de ángel.

Caen las palabras y cuentan historias de agua y de tierra.

El alma sí. El alma tiene tolerancia y se transparenta.

Ella lo sabe. Porque la muerte y la locura mueven al necio y al sabio.

El poeta se desliga de su piel. Y se hace luz.

Se alumbra. Y la luz desaparece: inventa la sombra.

Todo se hace alba, viaja a las entrañas del poeta.

Todo se concentra como martillazos en el corazón.

La poesía toma vida de sangre, de movimientos, de infiernos, de sonámbulos, de sequedad.

En “Alba-vigía” hay una parcela vacía llena de ausencia que invoca apariencias enfermas.

Es también un cuerpo colérico, un “algo” que cobra vida y apuñala.

Son varios momentos.

Porque muchas son las memorias y las grietas,

las pérdidas que vuelven y se apagan.

Los rostros que se anulan de las historias

y el golpe del olvido que resquebraja el cráneo y lo dilata.

Melissa lo sabe.

Su cuerpo y el viento, lo que ve cuando toda ella se relampaguea, toda su alma y su triunfo. El fuego y la dilatación. Todo lo refleja en su garganta que se cierra para dar paso a la tempestad que se desploma, que se incendia y se hace gota.

Una flor que ilumina lo gélido de la oquedad. La fuente árida, la agonía del vigía, el alba de lo fortuito. Una lágrima que revela un surco de sangre y de abismo. De la infancia que olvida el origen de la mirada.

“El cielo se cierra,
el fin de la Tierra se presiente.
Finalmente el paraíso se desplaza”

entonces el cuerpo     
entonces la sangre
                        mira                         
                                                  se hace llanto. Se hace “Alba-vigía”.

 


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