Homenaje a Max Rojas. Palacio de Minería 2009 

Sofía Rodríguez Fernández

Fotos: Manuel Cuautle


rojas-2.jpgMax Rojas escribió en los años setentas, dos libros sorprendentes: El turno del Aullante y Ser en la Sombra. Libros que lo convirtieron en un poeta de culto. El gran motor en la obra de Max es la emoción, una de las cosas que he aprendido de él es que la poesía verdadera golpea desde la emoción. Y esa emoción se manifiesta a lo largo de su obra, a través de ciertas constantes; una es su pasión por reconstruir el lenguaje, hacerlo apto para expresar la magnitud de la desolación, como en el ya famoso fragmento de El Turno del Aullante.

Homenaje a Max Rojas. Palacio de Minería 2009

Sofía Rodríguez Fernández

Fotos: Manuel Cuautle


rojas-2.jpgMax Rojas escribió en los años setentas, dos libros sorprendentes: El turno del Aullante y Ser en la Sombra. Libros que lo convirtieron en un poeta de culto. El gran motor en la obra de Max es la emoción, una de las cosas que he aprendido de él es que la poesía verdadera golpea desde la emoción. Y esa emoción se manifiesta a lo largo de su obra, a través de ciertas constantes; una es su pasión por reconstruir el lenguaje, hacerlo apto para expresar la magnitud de la desolación, como en el ya famoso fragmento de El Turno del Aullante: 

Caidal mi pinche extrañación vino de golpe
a balbucir sepa qué tantas pendejadas;
venía dizque a escombrar lo que el almaje me horadaba,
y a tientas tentoneó para encontrarse
un agujero tal de tal tamaño que en su adentro
mi agujereaje y yo no dábamos no pie
sino siquiera mentábamos finar
de donde a rastras pudiera retacharse nuestro aullido.

Otro elemento que se manifiesta en su obra, es la búsqueda del poema como un espacio para detener el tiempo, buscar el conocimiento en el movimiento de las cosas más simples o las mas disparatadas, en fin, nada serias, y precisamente por eso, trascender, ir más allá de los afanes humanos de los que no pocas veces se burla, (de El Turno):

Hoy tengo que saber algunas cosas,
averiguar ciertas costumbres de las aves,
ciertas maneras de la tarde que no entiendo.
Debo saber –es un ejemplo- aquello que concierne
a las personas a la hora de la lluvia,
su modo de perderse entre la niebla, su tristeza,
su nostalgia sombría como el viento;
quiero saber, también, las causas de la muerte
del erizo, su manera tan fiel de arder a solas,
su sollozo;
después, tengo que averiguar algo pluvial
que llega en las palomas, algo que duele,
algo que suena hueco y sabe frío:
un caracol que se hunde en un espejo y un lamento:
la destrozada forma de un rostro que me escalda
y todo aquello:
el hosquedal de pájaros que empieza,
el viento en la ventana dando miedo
y esta manera de llover que parte el alma.

De entre muchos elementos que surgen como preocupaciones constantes en la obra de Rojas, el tercero que voy a mencionar es el tema del cuerpo, que es a donde desemboca de una manera contundente su mas reciente y gran, gran poema, titulado Cuerpos; tema que encontramos muy presente también en sus libros anteriores.

El cuerpo como inquietante presencia en este mundo, el cuerpo y sus deseos que nos hacen dar tumbos, el cuerpo como expresión doliente y gozosa de la vida, el cuerpo como caricatura trágica de la humanidad, el cuerpo como desesperada búsqueda, el cuerpo trascendente y trascendido, (de El Turno):

No he podido morir, pero no importa. Me quedan otros
trozos
de pellejo y otros dientes, y a lo mejor mi traje funeral
no está bien hecho. Olvidé tantas cosas desde anoche
que olvidé que mi cuerpo estaba roto y ahora está
no sé dónde, cayéndose de olvido; de esto, a veces,
me acuerdo con nostalgia: salgo por él gritando
como un loco, y acabo sin remedio tropezando.
Debo encontrar un cuerpo que me aguante: mi único traje
se volvió ceniza, y no me queda piel con que ir a mis entierros.

Tuve la buena fortuna de conocer a Max en el 2004. Nos sentábamos en un Sanborn’s a tomar café y compartir con asombro la lectura de un poema llamado Cuerpos que él estaba comenzando a escribir, ya desde entonces, un largo poema. No imaginamos entonces que 4 años después, seguiríamos haciendo lo mismo porque el poema, al igual que el asombro, continuaban fluyendo. La última vez que pregunté por la extensión que había alcanzado Cuerpos, tenía alrededor de 3 mil cuartillas. Podríamos decir que está escribiendo el poema más largo de la historia. Alguna vez él mismo bromeaba, diciendo que sería mejor, en vez de enumerar las hojas de su manuscrito, agruparlas por kilo. Hablar de su extensión sólo tiene sentido si hablamos del silencio previo a éste poema: después de sus dos primeros libros, Max dejó de escribir poesía a lo largo de casi 30 años. Mucho se hubo de fraguar en esa época. Quizá las puertas de la percepción del sitio a donde el autor quería llegar, estaban aún cerradas. Pero supo esperar, con paciencia, y desde que esas puertas por fin se abrieron, no ha sido posible cerrarlas.

Ha sido maravilloso compartir esas lecturas, incluso telefónicas, con los fragmentos más recientes, con las “últimas noticias” de Cuerpos. Parece que Max, por fin encontró un Cuerpo que lo aguante.

Hemos aprendido mucho de Rojas, no sólo de su manera de entregarse a la escritura, también de su manera de entregarse. Una de las preguntas que le hice durante esas primeras reuniones fue: ¿De dónde sale este poema? No lo sé, me decía. Desde entonces, algunas veces con él, otras a solas, he tratado de encontrar la respuesta a esa pregunta. A falta de referentes, influencias, estilos, figuras, y todas esas herramientas de las que comúnmente se hecha mano al tratar de penetrar en el mundo de un escritor, yo le pregunté al poema mismo, y éste, sí que me ha respondido, a veces con sarcasmo, a veces desde la alegría, a veces desde un ácido dolor pero juro que siempre me ha respondido. Una de las respuestas más sinceras que he recibido de Cuerpos, a propósito de la solución a mi pregunta, es el fragmento que dice:

(La única solución es carecer
                         de solución para cualquier asunto
                                                     e irse a trombonear
                                   alegremente)


rojas-1.jpgHe descubierto que una de las maneras más convenientes para leer Cuerpos, es como si fuera un oráculo. Ahí donde abras la página, es el mejor lugar para leer, y dado que sería imposible, para cualquier ser inmortal, incluido el autor, leer el poema ‘de un solo tirón’, de principio a fin, se puede continuar la lectura en otro momento, en otro lugar, y el poema siempre nos estará hablando desde donde lo dejamos la última vez. ¿Por qué? Primero, porque es un poema mágico, y segundo, ¡porque así fue escrito! Cada vez que Max Rojas ha pretendido hacer las correcciones pertinentes que todo escritor hace a su texto cuando lo “pasa en limpio”, el poema siguió creciendo. Le brotan por todas partes, hijos, que se abren paso con ritmo propio, y que hacien el poema aun mas extenso, sin ninguna consideración para con el autor, a quien sólo le queda hacerse a un lado para dejar que esta obra continúe escribiéndose sola.

El poema definitivamente es más que una evocación; está vivo. Cuerpos no es un poema escrito de manera tradicional ni reconocida, tampoco es así como Max se relaciona con él. El poeta es su poema y viceversa, y en este juego de espejos, Max se ha propuesto incluso entrar dentro del poema, se ha desdoblado, que no por nada es géminis y ha podido ver lo que se siente andar como cuerpo errante del infierno al paraíso, conociendo la fragilidad del amor: “levedad bajo un montón de ruinas”, naufragar en los profundos laberintos de lo extraño y gracias a la perdición: “salvar al alma de hallar la salvación eterna”, (entre otras muchas cosas).

Como el sentido de la pérdida que aqueja al poeta
que considera
como muy posible estar metido, en este instante,
como lo ha querido muchas veces sin lograrlo
estar adentro de su poema
que, en ocasiones, se escritura solo
pero, en otras, se espantan las palabras
y dicen no lo que el poeta considera
que debieran decir
sino otras cosas que no tienen nada que ver
con lo que el poeta quiere que se diga
y por eso –entre otras cosas-, el autor de este poema interminable
no acaba de saber si está ya adentro,
en el caso que pudiera de verdad entrarse al interior
del poema
o sigue, como siempre,
                              encajuelado afuera,
tiritando adentro
o a la mitad, según costumbre

La imposibilidad de libertad fuera del poema, enfrentada con la imposibilidad de encontrar la paz adentro del poema, sitio en constante movimiento y búsqueda. Imposibilidad de callar y dolor al decir. Cito de nuevo de El Turno:

Que a mí me duele el silencio
bajo el que
escondo mis penas,
pero más me duele el grito
con el que quiero callarlas.

¿Y puede ser este grito llamado Cuerpos un solo poema en 25 libros, y los que se siguen escribiendo, un vehículo para deambular por otros estados de conciencia? Antes hablé de las puertas de la percepción, y es que en este poema, los cuerpos no pesan, ni están fijos o sólidos. Los cuerpos crujen, transmutan, se acongojan o se alegran en libertad. En Cuerpos, nuevos mundos son siempre posibles y el poeta puede deambular en esferas de creación interminables. Por eso Cuerpos no termina nunca, es una enseñanza, la victoria de la verdadera poesía que busca y extrae su conocimiento, no de la aparente realidad que hemos aprendido a considerar como todo lo que hay, sino de su propio viaje interior, donde el movimiento de lo que vemos surge de lo que no vemos, lo percibido surge de lo imperceptible, la vida encuentra su origen en el vacío, en la nada, hacia donde regresa:

Pero los cuerpos seguirán llamando fuertemente a puertas
hasta que el Todo se convierta en Nada
y nada sea un cuerpo más que se hunde en el vacío
                         y ahí concluya.

Max Rojas fue al encuentro de la poesía, al único lugar donde todavía era posible encontrarla, ahí donde se rescriben la vida y la muerte. Los cuerpos están hechos con el mismo material que nuestros sueños, los barcos o los fantasmas, todos compartimos la misma existencia y nuestras emociones son tan potentes como las de una hoguera o un tren camino al alba. La culpa y la lujuria, el amor, la materia, los cuerpos, todo se transmuta una y otra vez, de forma interminable, como la poesía.

Alguna vez le comenté a Rojas que Cuerpos tenía un ritmo hipnótico; una vez que uno entra en él, siente que cae por un abismo sin principio ni fin, y vuelve a caer en otro abismo sin principio ni fin, en el que un número indefinido de puertas se abren para dejarnos caer otra y otra vez. En esta especie de meditación o trance profundo, uno puede encontrar todas las preguntas y todas las respuestas. Se puede entrar o salir de nuevos brotes del poema y encontrarse con el infinito, se puede intentar todo y seguir cayendo en un fluir interminable. Se puede encontrar de golpe, toda la inspiración o todo el desencanto. Es un juego por el que vamos siempre cayendo:

Cada cuerpo es él como tal cuerpo
pero es otro, al mismo tiempo, y
todos son el mismo cuerpo que
se hunde en los espejos y nos mira.

Esta es la poesía que nos habla ahora, como ahora hay que hablarnos. Esta es la poesía que nos golpea desde la inteligencia de una emoción que se desborda y se contiene, para ser nuevamente desbordada. Esta es la poesía que nos habla desde los laboratorios donde se fraguan los sueños y la vida, desde el otro lado de nuestra percepción donde está la certeza de que nada, al igual que este poema, termina nunca.

 
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