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portada-carne.jpgCarne prensada
Silvia Figueroa,
El Billar de Lucrecia, México, 2009 

Por Sergio Loo
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Mañana

La mañana: la tarde: la noche.
Domingo: lunes: martes.
Había comprendido y llorado lo suficiente.
Y ya, frente al espejo,
no le quedaba nada en la cara.



0 =¿0?

Fui alguien porque un cuerpo me lo aseguró.
Fui alguien porque estuve presente en el lugar.
¿Dónde estoy? Demasiado adentro. Y eso no me deja ser.



Promesa

Hay un asecho, un desvío y una derrota constante.
Hay también algo que cuestiona y dice que diga
lo que no puedo por temor a no ser capaz.
Y no digo, decir conlleva no dejar que me entiendan.
Y entender, a su vez, una aceptación que no quiero admitir.

¿Cómo irme si no quiero? ¿cómo decir que no pienso en mí si soy yo la que estoy pensando?



Díptico

Esto es un cuadro: no porque intente imprimir color sino porque ésta es la forma que resalta el sentido del momento: devolver la mirada hacia el centro. Aunque no por eso creo que deba ocupar el mismo espacio enfático, a veces esa mirada particular y precisa revela lo que los sueños realizan inevitablemente. No creo necesario resumir el sueño; sí el temor (quizás de ese modo lleguemos más fácilmente). El temor es brutal. Ciertos cambios sorprenden por su producto sensacional y reconocible. Podría incluso decir que algunos no varían las sensaciones ulteriores. Esa aparente inmutabilidad es paradójica: un cambio concluye con el mismo efecto. Quizás a ello le deba la intuición de éste. Eso es… precisamente: el silencio, la mirada corta y la palabra. A veces nos acostumbramos a aceptar cierto número determinado de indiferencias.

carne-imagen.jpg



11

Descartada al espacio sin orilla. Miro y la mirada
lo convierte todo en un gran círculo.
¿Será éste círculo del descubrimiento?
He llegado al lugar sin imagen, sin fondo,
creyendo aún.


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