Julio César Félix
(Navolato, Sinaloa, 1975)


V

EN LA DIGESTIÓN DEL SÍMBOLO

y las alucinaciones y pasmos
en un letargo medieval y absurdo:
todo renace en la sobremesa quimérica
de Aurelia, Beatriz, Laura, Alejandra,
todos los nombres de todas las cosas
los nombres de la piel
Los nombres del fuego
la mutación del aire de la estepa ardiente
una idea fundida con la nada
con el olvido de tinieblas;
las formas ondulatorias del habla
existen cuando decimos nada
y otros dicen que fueron
soy
estoy
las piedras ruedan
rasgan
rompen
esa fragilidad
de la ventana con vista al sol
de tus recuerdos;
arena acumulada
en el calcetín
en ese estar ahí, oculto
reprimido en sus dobleces
de tela
en esos aromas de tierra.

Estos calcetines apestan.

La voz desconocida
en el eco enegrecido;
en la germinación de Aurelias muertas
renegando a Verlaine
único creador de la sutileza simbólica;
no somos más que ruido ensordecedor.

Aquí es donde me venzo,
uno no dice nunca algo:
Somos venas transitando
los senderos transparentes
de los sueños de ayer.
La magia se activa
en los pies del peregrino,
éste es errabundo.

57 segundos de un preludio escrabiniano
bastan para morir o vivir –para el caso es lo mismo-
escuchando música.