Julio César Félix (Navolato, Sinaloa, 1975)
V EN LA DIGESTIÓN DEL SÍMBOLO y las alucinaciones y pasmos en un letargo medieval y absurdo: todo renace en la sobremesa quimérica de Aurelia, Beatriz, Laura, Alejandra, todos los nombres de todas las cosas los nombres de la piel Los nombres del fuego la mutación del aire de la estepa ardiente una idea fundida con la nada con el olvido de tinieblas; las formas ondulatorias del habla existen cuando decimos nada y otros dicen que fueron soy estoy las piedras ruedan rasgan rompen esa fragilidad de la ventana con vista al sol de tus recuerdos; arena acumulada en el calcetín en ese estar ahí, oculto reprimido en sus dobleces de tela en esos aromas de tierra. Estos calcetines apestan. La voz desconocida en el eco enegrecido; en la germinación de Aurelias muertas renegando a Verlaine único creador de la sutileza simbólica; no somos más que ruido ensordecedor. Aquí es donde me venzo, uno no dice nunca algo: Somos venas transitando los senderos transparentes de los sueños de ayer. La magia se activa en los pies del peregrino, éste es errabundo. 57 segundos de un preludio escrabiniano bastan para morir o vivir –para el caso es lo mismo- escuchando música.
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