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portada-qosco.jpgQuosquo
Eduardo Atilio Romano 

Por Robert Gurney
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Qosqo describe un recorrido, un doloroso viaje. El punto de partida es el Nuevo Mundo, en el Cuzco. El título del libro subraya la raíz Inca del poeta. Nos enteramos al comienzo del libro que el poeta siente que está perdiendo su identidad. Su amor, y se sospecha, su vida se han convertido en rituales.

Se pone en marcha con la idea de la fertilidad en tierra extranjera. Ésta es de habla catalana. En el viaje percibe que se está desvinculando del colonialismo, de los efectos que éste ha tenido sobre él. Irónicamente dice que el oro que lleva en un diente puede haber sido sacado de sus ancestros.

Huye al Nuevo Mundo, el cual es, en efecto, el Viejo Mundo. Aquí, también tiene problemas. Llega en el momento en que acaba de terminar el Carnaval. Se traslada de un lugar en donde el terreno está impregnado por la cultura Inca, el norte de la Argentina, a un poblado imbuido en la superficie por el folklore catalán que en cierto modo le es familiar.

Se siente un hombre libre cuando llega. No dobla las rodillas y tampoco se presenta acompañado de regalos. Encuentra a un chamán que ve a través del ojo de Dios. No obstante, este nuevo mundo (para él) es inhóspito. Todo tiene algo de monótono, hay una igualdad que lo excluye. Comienza a encontrarse a sí mismo y establece su identidad en oposición a esta nueva realidad externa; no está tan seguro de que la gente de este nuevo mundo sepa quiénes son: “¿Vosotros sabéis/ Quiénes sois?”
El Inca en él se impone en la manera de ver las cosas. Este descubrimiento o redescubrimiento, de quién es realmente, se dilucida por lo que experimenta al mirar los aros de oro en las tiendas. En ese viaje se descubre. Oye los gemidos de sus antepasados cuyo sufrimiento construyó España. La imagen de una cruz en un cráneo en un museo le recuerda cómo su cultura subyacente se caracterizó por la colonización. El poeta está a una distancia de todo esto: no tiene callos en las manos pero sigue oyendo los gritos de las víctimas dentro de su cabeza. Su definición de sí implica sentirse conectado a los chamanes de la cuenca del Orinoco. La idea de mago o vidente, desarrollado por Rimbaud, se hace referencia cuando dice que él es un descendiente de los chamanes, pero luego se traslada a la noción de la libertad de los hombres (el noble salvaje Rousseau); conceptos que contrastan con el hierro y el movimiento mecánico del mundo industrializado.

Frente a la figura de Colón -de pie, cerca del mar en Barcelona, señalando con el dedo- tiene la sensación de que éste sigue siendo prejudicial para America Latina, que sigue causando dolor en sus entrañas (la opinión de Galeano). Es como si, para él, el espíritu de Colón, precursor del colonialismo, todavía estuviera vivo. Siente que el lugar es una amenaza y que él, el poeta, ha olvidado su pasado; lo que tiene entre sus dedos no es nada. El Viejo Mundo, su nuevo mundo, nada le ha dado. Incluso el acto de escribir se asocia con el dolor.

Mediante la imagen sorprendentemente surrealista de un gigante con alas que come, como un caníbal, los huesos del poeta; que bebe su sangre y vomita su futuro (puede relacionarse con los gigantes de Montserrat), describe sus sentimientos religiosos a nivel del ser “castellanizado”, así como sus sentimientos políticos como ser colonizado.

Qosqo es un poderoso libro en que el poeta aborda el tema esencial de la identidad. Trata de un viaje físico, desde una tierra, una vez influida por los Incas, a una ciudad situada en la antigua (y quizá todavía activa) potencia colonial. El poeta dibuja la trayectoria entre sus departamentos de Cuzco a Barcelona. Es también un viaje ontológico. Se traslada de una situación asfixiante, en cierto sentido; y en este proceso llega al conocimiento de su núcleo vital Inca o de la antigua sabiduría espiritual. La soledad de la persona en su sufrimiento y una cierta aceptación de cómo son las cosas, resumen la posición final de la obra.

Uno siente que el ejemplo de César Vallejo, con su profundo cuestionamiento religioso, no está muy lejos de la mente del poeta. Se puede vislumbrar al poeta peruano sentado en ese banco del patio familiar en Santiago de Chuco, tranquilamente, tal vez, irónicamente, (por lo menos, estoicamente) observando a Romano. Después de todo, él, Vallejo, hizo el mismo viaje.

El estilo del libro es minimalista y efectivo. Sustantivos y verbos marcan el sentido del poeta. Los adjetivos se utilizan con moderación. El poeta comunica su mensaje con fuerza y con una claridad refrescante.

El poeta se ve caer en una profunda Sabiduría Inca que él considera existencial, en un momento, como base interior, y termina con el afloramiento de esa sabiduría: “De las cosas de esta vida/ una tan sola es verdad/ la pena de cada uno/ que no saben los demás.” El poemario finaliza así con una nota de calma. El poeta encuentra enterrado el consuelo de la sabiduría del norte de la Argentina. Esa sabiduría sale de su interior y se expresa en lo tradicional: la copla popular y la lengua del colonizador. Ahora no hay ya ‘posibilidad’ de sentirse asfixiado por lo impuesto, por la cultura de la superficie.                        

 Londres, Enero de 2009
(Versión original en inglés y traducción)

 

 


Qosqo describes a journey, a painful journey. The starting point is in the New World, in Cuzco. The title of the book underlines the poet’s Inca roots. We learn at the beginning of the book that the poet is escaping from a difficult emotional situation. He feels he is losing his identity in the relationship he is in, that he is being absorbed into bottomless depths. His love, and one suspects, his life, have become lifeless rituals.

He sets off with the grand idea of fertilising a foreign land. That land is catalán-speaking. The journey is a curious one in that as he travels east he feels he is shaking off the effects colonialism has had on him. He is sensitive to the irony that the gold he carries in a tooth may well have been taken from his ancestors.

He flees to a New World, which is, in effect, the Old World. Here, too, he encounters problems. He arrives at a time when Carnival has just finished. He moves from a place where the ground is saturated in Inca culture, in the north of Argentina, to one inhabited, on the surface, by Catalonian folklore. In some ways it is familiar. He comes across a shaman who sees through the eye of God. He feels a free man when he arrives. He does not bend his knee. He does not come bearing gifts. Nevertheless, this new world (for him) is inhospitable. Everything has a monotonous sameness about it that excludes him. He begins to find himself, to establish an identity for himself in opposition to this new external reality but he is not so sure that the people of this new world know who they are: “¿Vosotros sabéis/ Quiénes sois?”

The Inca way of seeing things asserts itself. This discovery, or rediscovery, of who he really is, is predicted by the fondness he feels for the hoops of the gold earrings he comes across in a shop. In his journey to rediscover who he is, he hears the groans of his forefathers upon whose suffering Spain was built. The image of a cross on a skull in a museum reminds him of how his underlying culture was marked by colonization. He feels he is at a distance from all this: he has no calluses on his hands but he hears the cries of victims inside his head. His definition of himself involves feeling connected to the shamans of the Orinoco. The idea of the poet as a mage or seer, developed by Rimbaud, is alluded to when he states that he feels he is descended from those shamans but then he moves to the concept of free men (Rousseau's Noble Savage), who are contrasted with the product of the iron and mechanical movement of the industrialized world.

His reaction to the figure of Columbus standing near the sea in Barcelona, pointing with his finger, is that he senses that Columbus feels he is still damaging Latin America, still causing it pain, in its entrails (Galeano's view). It is as if, for him, the spirit of Columbus, the precursor of colonialism, is still alive. He comes to feel that the place he has come to is threatening. He feels he has forgotten his past, that what he, the poet, has between his fingers is nothing. The Old World, his new one, has given him nothing. Writing is associated with pain. He tells the Christian Father that he knows He was always in him but that he cannot hear him. The startlingly surreal image of a giant winged man eating, cannibalistically, the poet's bones, drinking his blood and vomiting his future, associated vaguely with the giants of Montserrat, describes his religious feelings on the level of his castilianised being as well as his political feelings as a colonised being.

This is a powerful book in which the poet addresses the essential theme of identity. It is about a physical journey, from a land once influenced by the Incas, to a city situated in the former (and perhaps still active) colonial power. The poet describes this trajectory as occurring between Cuzco to Barcelona.

It is also an ontological journey. The poet moves from a suffocating situation to a meaningless one but, in the process, becomes aware of his vital Inca core of ancient sabiduría or spiritual wisdom. The solitude of the individual in his suffering and a certain acceptance of how things are summarize his final position in this book.

One feels that the example of César Vallejo, with his deep religious questioning, is never very far from the poet’s mind. One can sense him sitting on that bench in the family courtyard in Santiago de Chuco, quietly, perhaps ironically, stoically watching Romano. After all, he, Vallejo, had once made the same journey.

The book’s style is minimalist and effective. Nouns and verbs carry the poet’s stark meaning. Adjectives are used only sparingly.

The poet communicates his message powerfully and with a refreshing clarity.

As stated above, the poet finds himself falling back on a deep-seated Inca wisdom, or sabiduría, that he finds, in a quiet moment, within him. The book ends with the surfacing of this wisdom: “De la cosas de esta vida/ una tan sola es verdad/ la pena de cada uno/ que no saben los demás.”
 


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