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portada-teoria.jpgTeoría general del sentimiento
Nuno Júdice, Trilce Ediciones, México, 2001

Por Antonio Puente Méndez
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Al final de La ciencia del amor, poema que abre Teoría general del sentimiento (2001) de Nuno Júdice (Algarve, Portugal 1949), la voz poética se pregunta, tras reflexionar sobre el motor creativo en la obra de Emily Dickinson, “¿qué sabemos del amor?” De acuerdo con el poema, ésta es una de esas interrogantes que no pueden contestarse porque del amor y su ausencia “no puede saberse nada”. Sin embargo, esta declaración sirve para establecer el reto que el autor tratará de vencer a lo largo del libro: determinar qué es el amor. Así pues, cada uno de los poemas que componen esta obra se enfoca en desdoblar algunas de las diferentes maneras en que se ha abordado la idea del amor en Occidente a lo largo de la historia, ya sea retomando mitos romanos —como en el caso de Venus y Vulcano— o jugando con la obra de escritores ya conocidos —como en Cuartetos con citas de Sartre y Shakespeare. Es decir, Júdice busca reescribir imágenes bien conocidas —y en muchos casos gastadas— para volverlas algo nuevo, algo que pueda despertar en el lector la curiosidad por saber qué componente del imaginario amoroso será el próximo en renovarse.

El primer elemento que ayuda a que el libro sea ágil es la variedad de estructuras utilizadas en la escritura de los poemas. Aunque abundan los escritos en verso libre, hay también algunos que se apegan a una métrica establecida —ya sea a la forma de soneto o, con más frecuencia, de balada. Lo interesante es que Júdice, a diferencia de muchos poetas, cuando escribe en verso libre, no mantiene una extensión más o menos consistente entre un poema y otro. Cada uno tiene su propia longitud, tanto en los versos como en el poema completo. Mientras que algunos son de versos relativamente breves, Sinfonía para una noche y algunos perros; otros son tan largos, Octágono, Bibliofilia, que parecerían ser de textos escritos en prosa aunque exista un corte específico de éstos. En el caso de los poemas medidos, Júdice igualmente juega con la forma. El Soneto aún clásico lleva la ironía desde el título ya que, aunque mantiene la estructura “clásica” de catorce versos y el patrón de rima del soneto inglés —que cabe destacar desaparece en la traducción—, no tiene versos medidos.

Sin embargo, es la manera en que se aborda al amor lo que hace que Teoría general del sentimiento no se vuelva un poemario tedioso o repetitivo después de los primeros diez textos, como ocurre con los libros en los que se pretende encontrar nuevas formas para hablar sobre este tema tan tratado desde los inicios de la literatura. La gran cualidad que tiene esta obra de Júdice es que no intenta encontrar nuevas fórmulas para escribir sobre el amor. Lo que él hace es tomar ideas ya conocidas que se tienen no sólo en la literatura, sino también en la vida diaria y transformarlas en algo nuevo, ya sea confrontándolas o jugando con ellas. Así logra que cada uno de los textos que conforman el libro sea diferente a lo que estamos acostumbrados a leer, y vuelve la lectura no sólo atractiva, sino también, placentera.

Los poemas más interesantes son aquellos en los que Júdice juega con la obra de otros escritores, ya sea presentándolos como personajes o retomando pasajes de sus textos para construir los propios. En Virginia Woolf tenemos, por ejemplo, a la escritora que se dirige a su esposo, Leonard, desde la muerte, después de su suicidio en el río Ouse, y le expresa que: “Entonces, si tú quisieras, nuestros/ cuerpos se unirán en el fondo de ese río,/ sus labios repetirán el amor/ en una enunciación de madrugadas, sus/ brazos se confundirán con las negras/ raíces de marzo.”

El siguiente poema, Paráfrasis de C.G.R., en cambio, usa versos de Bitter for Sweet de Christina Rossetti al principio de cada estrofa, para crear una sensación de diálogo entre Júdice y la poeta inglesa, como si estos dos escritores, de dos periodos y nacionalidades diferentes intercambiaran sus particulares ideas sobre el amor.

Lo atrayente del pastiche literario que Júdice utiliza es que no es necesario conocer la obra de los escritores a los que se refiere para disfrutar los poemas. Claro está que la lectura se vuelve más rica si el lector sabe a qué autores o textos se está haciendo referencia ya que entonces podrá entender el contraste que se quiere mostrar en este tipo de trabajo literario; sin embargo, la fuerza poética con que Júdice los aborda, muestra claramente esta oposición de voces, aunque el lector no sea consciente de que en realidad está leyendo a dos escritores diferentes al mismo tiempo.

Así pues, Teoría general del sentimiento es un libro en que se desdobla sin miedo el discurso amoroso de Occidente, no para criticarlo o tratar destruirlo sino para buscar una nueva manera de jugar con él, para refrescarlo y darle otro enfoque. Tarea que parecería difícil pero que Nuno Júdice, con su escritura agradable, puntual y al mismo tiempo compleja y llena de metáforas, consigue exitosamente, provocando en el lector la necesidad de replantearse, en primer lugar, la forma en que se relaciona con estas imágenes preestablecidas, pero también, cómo es que la poesía ha influido en la visión que se tiene del tópico amoroso.
 


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