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portada-teoria.jpgTeoría general del sentimiento
Nuno Júdice, Trilce Ediciones, México, 2001

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Bibliofilia

En la bodega donde se pudrían las papas, con el olor
a tierra y raticida de los viejos costales de estopa, me senté
a leer novelas de capa y espada en las tardes de calor. Ahí,
una oscuridad de piedra y madera me protegía de la
luz; un lejano ruido de cigarras se mezclaba
con el vuelo monótono de sombríos abejorros, y del papel
envejecido de los libros surgía el furor de una pasión que
sólo en las novelas existía. ¡Ah!, ¿en qué alcobas secretas
se encontraban los héroes antiguos? ¿Qué sedas y
cortinas daban acceso a cuerpos exhaustos? ¿Qué
ácidas frases revelaban desengaños de amor? El tiempo,
entonces, era una serie de tardes sin fin, en un
tedio solar multiplicado por la blancura monótona
del horizonte, como si el propio cielo cubriera la vida
con su mortaja luminosa. La novela
acababa demasiado rápido; los malos
morían y los buenos ganaban con demasiada facilidad;
y la última página no era más que un tímido abrazo de
amantes, y se callaba lo que sucedía después. Entonces, cerrando
el libro, se veía que la tarde ya estaba terminando;
ya no se oían cigarras, y los abejorros se escondían
en alguna viga del techo. Bajo los costales, entre fardos
de paja y partes de máquinas, los fantasmas empezaban
a despertar. Era lo que ese tiempo podía dar: ni
luz ni tinieblas, ni muerte ni vida. Los minutos de
duda entre el final de un libro y el principio de la noche;
y abrir la puerta que daba al patio, donde un viento caliente
se metía dentro de la leña ya lista para el horno del pan.




Soneto aún clásico

Una certeza que es así,
serena porque debe ser,
aún sabiendo que llegué
en el florecer y el cosechar;

y el oír sin preguntar
cuando nada es menos que cierto,
y el caer y levantarse
en lejanías que están cerca;

nada oír de lo que se oye
frente a lo que está ya visto,
porque lo acontecido

es mucho más que imprevisto:
éste es el juego en el que entramos,
en este bosque sin engaños.




Virginia Woolf

“Si tú quisieras, seré
una sombra dentro de un río: sombra
que puedes confundir con los seres
fugaces del abismo; o empujar hacia la orilla,
como tronco aún vestido con las hojas
del invierno.

Si tú quisieras, el vestido que entregué
en una vigilia blanca, y que la penumbra febril
de la tarde usó para vestir el
horizonte, irá a bailar contigo por última
vez, arrastrando tu cuerpo
al espejo de la noche.

Si tú quisieras, una flor húmeda
de penumbra se abrirá en mis ojos para
que la puedas cortar, la intacta flor
de sangre que la tierra no quiso, ni el
puro azul contaminó
de alegría en una transparencia de infinito.

Entonces, si tú quisieras, nuestros
cuerpos se unirán en el fondo de ese río,
sus labios repetirán el amor
en una enunciación de madrugadas, sus
brazos se confundirán con las negras
raíces de marzo".

(Nadie)


De Fragmentos de un libro futuro, 1991-2000

 


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