Homenaje a Mario Rangel
(In memoriam)
Pedro Serrano
Mario Rangel. Foto: Carlos Somonte
Mario Rangel Faz nació el 17 de febrero de 1956 y acaba de morir. Al día siguiente, en el diario La Jornada —que por otro lado fue el único que escribió sobre él — nos hacen mucha falta los elaborados y exactos obituarios anglosajones, para que no se digan cosas apresuradas — lo calificó como “académico”, y en entrevista, alguien comentó que era principalmente “grabador”. Esto último lo habría deprimido pues si bien es cierto que su trabajo como grabador es espléndido, Mario pasaba las horas en el quieto recorrido de una línea de óleo, para que dejara caer esa profundidad necesaria que hace a una pintura, pintura. Y lo primero lo hubiera puesto de muy mal humor. Mario Rangel Faz fue un maestro, no un académico, por lo menos no en el sentido tan cargado de pomposidad con que se utiliza ahora cuando se habla de académicos. A menos que con ese término se quiera reivindicar el trabajo artesanal de las academias de pintura, donde había maestros y alumnos. Y él tuvo muchos y muy buenos alumnos. A ellos dedicó mucho de su tiempo público. Mario fue un pintor en toda la señal de la letra, que va del dibujo en el papel a la presión del grabado en la dureza del metal o la piedra y de ahí a la expansión del color en la tela. Cuando murió su maestro, Ricardo Rocha, fue él quien nos indujo y nos canalizó a hacerle un homenaje en el Periódico de Poesía, pertinente por el trabajo de Rocha con la caligrafía, que acercaba universos, y que acompañó un excelente poema de Carmen Villoro. Nunca me hubiera imaginado que nos tocara hacérselo a él. Además de pintor, la actividad de Mario Rangel estuvo ligada a muchos otros aspectos del arte en México. Hace treinta años, en el primer número de la revista Cartapacios, que gracias a él, por su culpa, sale ahora a relucir, Mario Rangel publicó los dibujos que ahora presentamos —también Ricardo Rocha publicó dibujos en Cartapacios. Mario Rangel Faz estuvo muy cerca de Cartapacios, principalmente en los primeros tiempos de la revista, cuando todavía estudiaba en San Carlos. En esa misma época se integró al grupo Suma, colectivo clave para entender las artes plásticas en México durante la dificultosa década de los años setenta. Trabajó también con fotógrafos como Carlos Somonte; con músicos, como Vicente Rojo Cama y con coreógrafas, como Concha Icaza. Habría muchas cosas que seguir contando sobre él. Vaya esto como un primero, cálido homenaje.
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