1969: año del milagro
 

 

Por Jorge Fondebrider

musica-01.jpgPonerlo así suena tonto, pero todos tenemos algunos años mejores que otros. Son aquéllos en que las cosas, ya sea en forma pública o privada, nos van bien y consideramos que hemos logrado algo.

El arte también tiene sus años buenos y malos. Apenas para ofrecer un ejemplo en el terreno de la literatura, recurro ahora a 1918: fue el año en que se publicaron los Caligrammes de Guillaume Apollinaire, los Poems  de Gerard Manley Hopkins, la selección de poesía china One Hundred and Seventy Chinese Poems en traducción de Arthur Waley, Eminent Victorians  de Lytton Strachey y los Poems  de Wilfred Owen. Pero 1922 tampoco estuvo nada mal: en ese año se publicaron  el Ulysses  de James Joyce, The Waste Land de T.S. Eliot  y The Garden Party de Katherine Mansfield. Puestos a buscar en otros terrenos del arte, nos encontraríamos con que otras fechas también nos depararían sorpresas igualmente interesantes. Me propongo aquí llamar la atención de otro año milagroso: 1969. El género, en este caso, es el rock y la sola enumeración que sigue me exime, tal vez, de abundar en las relaciones entre letra y música. Fue el año de Abbey Road y de Let It Be de los Beatles quienes, inmediatamente, se separaron;  de Let It Bleed, de los Rolling Stones con Mick Taylor, luego de la muerte de Brian Jones; del único disco del "supergrupo" Blind Faith (Eric Clapton, Stevie Winwood, Ginger Baker y Rick Grestch); de A Salty Dog y Shine On Brightly, de Procol Harum, uno de los primeros grupos que comenzaron con los experimentos  sinfónicos y el primero en tener un letrista propio que sólo se limitaba a  escribir lo que los otros miembros del grupo cantaban; de English RoseThen Play On, de Fleetwood Mac, que por entonces era un grupo de  blues y contaba en sus filas al eximio guitarrista Peter Green; de With A  Little Help From My Friends, de Joe Cocker; de Arthur (Or the Decline and Fall of the British Empire), de los Kinks, primera "ópera rock", un año anterior a la famosa Tommy de los Who; del Led Zeppelin II, el disco que inventó lo que después se llamaría heavy metal; del  inclasificable Stand Up, de Jethro Tull; de Unhalfbricking y Liege &  Lief, de Fairport Convention, quienes definirían para siempre el folk-rock británico; de In The Court of Crimson King, de King Crimson, por  entonces con Greg Lake en primera voz; de Odessa de los Bee Gees; de  Stonehenge y Sssssh, de Ten Years After; de Last Exit, de Traffic; de More, de Pink Floyd; de Beck-Ola de Jeff Beck; del primer disco de Yes; del primer disco de la Plastic Ono Band con John Lennon y Eric Clapton en Toronto...


1969: año del milagro

 

Música y poesía
por Jorge Fondebrider


musica-01.jpgPonerlo así suena tonto, pero todos tenemos algunos años mejores que otros. Son aquéllos en que las cosas, ya sea en forma pública o privada, nos van bien y consideramos que hemos logrado algo.

El arte también tiene sus años buenos y malos. Apenas para ofrecer un ejemplo en el terreno de la literatura, recurro ahora a 1918: fue el año en que,se publicaron los Caligrammes de Guillaume Apollinaire, los Poems  de Gerard Manley Hopkins, la selección de poesía china One Hundred and Seventy Chinese Poems en traducción de Arthur Waley, Eminent Victorians  de Lytton Strachey y los Poems  de Wilfred Owen. Pero 1922 tampoco estuvo nada mal: en ese año se publicaron  el Ulysses  de James Joyce, The Waste Land de T.S. Eliot  y The Garden Party de Katherine Mansfield. Puestos a buscar en otros terrenos del arte, nos encontraríamos con que otras fechas también nos depararían sorpresas igualmente interesantes. Me propongo aquí llamar la atención de otro año milagroso: 1969. El género, en este caso, es el rock y la sola enumeración que sigue me exime, tal vez, de abundar en las relaciones entre letra y música. Fue el año de Abbey Road y de Let It Be de los Beatles quienes, inmediatamente, se separaron;  de Let It Bleed, de los Rolling Stones con Mick Taylor, luego de la muerte de Brian Jones; del único disco del "supergrupo" Blind Faith (Eric Clapton, Stevie Winwood, Ginger Baker y Rick Grestch); de A Salty Dog y Shine On Brightly, de Procol Harum, uno de los primeros grupos que comenzaron con los experimentos  sinfónicos y el primero en tener un letrista propio que sólo se limitaba a  escribir lo que los otros miembros del grupo cantaban; de English RoseThen Play On, de Fleetwood Mac, que por entonces era un grupo de  blues y contaba en sus filas al eximio guitarrista Peter Green; de With A  Little Help From My Friends, de Joe Cocker; de Arthur (Or the Decline and Fall of the British Empire), de los Kinks, primera "ópera rock", un año anterior a la famosa Tommy de los Who; del Led Zeppelin II, el disco que inventó lo que después se llamaría heavy metal; del  inclasificable Stand Up, de Jethro Tull; de Unhalfbricking y Liege &  Lief, de Fairport Convention, quienes definirían para siempre el folk-rock británico; de In The Court of Crimson King, de King Crimson, por  entonces con Greg Lake en primera voz; de Odessa de los Bee Gees; de  Stonehenge y Sssssh, de Ten Years After"; de Last Exit, de Traffic; de More, de Pink Floyd; de Beck-Ola de Jeff Beck; del primer disco de Yes; del primer disco de la Plastic Ono Band con John Lennon y Eric Clapton en Toronto...

Los grupos y solistas de Estados Unidos y Canadá tampoco se  quedaron atrás: fue el año del extraordinario segundo disco de The Band, acaso después de los Beatles, el grupo más influyente en la historia del rock en opinión de los mismos músicos; de Bayou Country (el de "Orgullosa  Mary") y de Green River, de Creedence Clearwater Revival; de Nashville Skyline, que constituyó el primer acercamiento de Bob Dylan a la música country; del fabuloso Kozmic Blues, de Janis Joplin, tal vez el pico más alto de su corta carrera; The Soft Parade, de los Doors; de Everybody Knows This Is Nowhere, de Neil Young; de los insólitos Uncle Meat, Hot Rats y Burnt Weeny Sandwich, de Frank Zappa y The Mothers of Invention; de Volunteers, de los hippies psicodélicos Jefferson Airplane; del memorable Soul 69, de Aretha Franklin; de Clouds, segundo disco de Joni Mitchell; de Kick Out the Jams, de MC5, que se anticiparon al punk unos diez años; de los primeros discos de Crosby, Stills & Nash, Santana y Johnny Winter...

musica-02.jpgTodos los discos mencionados en la extensa lista que precede no agotan las maravillas de ese año. Son quizás los más conocidos, algunos de los cuales permitirían definitivamente instalar el rock en la categoría de arte y, asimismo, desencadenar una fecunda descendencia. ¿Por qué aparecieron en ese momento? Probablemente porque el mundo era otro y el dinero era mucho menos importante que la ideología.

Hace algunos años, en una entrevista, ante la misma pregunta, Ian Anderson, el líder histórico de Jethro Tull me dijo: "Los años sesenta fueron muy especiales para la música popular. Desde Elvis Presley en adelante no hubo nada hasta que llegaron los Beatles, que en sus inicios fueron un muy buen grupo pop y nada más. De pronto, hicieron Sgt. Pepper y cambiaron todo: crearon un nuevo concepto de lo que podía llegar a ser la música popular. Después vino Pink Floyd y ese disco, Piper on the gates of sun. Cuando lo escuché por primera vez me dí cuenta de que algo importante acababa de suceder. Nadie antes había hecho algo parecido. Ese tipo de creatividad de la que estamos hablando ocurre una vez por siglo en cada dominio del arte. Tuvimos la suerte de que ocurrió cuando nosotros éramos jóvenes. Fuimos testigos y protagonistas de ese fenómeno. Tuvimos a los Beatles, a los primeros Stones, a Traffic y, por el lado de los EE.UU., a Frank Zappa y sus Mothers of Invention, a Captain Beefheart, quizás a los Grateful Dead. Fueron seis o siete años de mucha creatividad. Se hicieron cosas que nunca antes habían sido hechas y después, se acabó. Nunca más va a haber nada tan interesante en los dominios del pop y del rock."

musica-03.jpgA principios de los años setenta, John Lennon, a punto de cumplir los 30 años, señaló que el sueño se había acabado. Algo más tarde, Bob Dylan –que ya pasa los 68 años– llevó esta afirmación a un extremo paradójico: cuando se perdió el "roll", el rock se terminó. Dylan se pregunta: "¿Qué son todas esas pavadas de glam rock, rock sinfónico, new wave, grunge? ¿Estrategias de las compañías vendedoras de gaseosas? Es posible que dentro de algún tiempo la música ya no dependa de los músicos, sino de los departamentos de extensión musical de Coca Cola o Pepsi." Para Pete Townshend, líder de los Who, "un hombre no puede vivir en un cuento de hadas mucho tiempo sin enfermarse. Hoy existen astros pop, como en otros tiempos hubo vedettes de Hollywood. Pero un día, esos astros van a encontrarse sentados en una pieza anónima de hotel, desesperadamente solos, viendo que su mundo de glamour era algo irreal e insustancial. "

En las afirmaciones precedentes hay una progresión, que bien podría rematarse con los dichos de Ian Anderson: "Ahora gobierna el mercado. Cada banda —y hay miles dando vuelta por el mundo— tiene tres o cuatro minutos de existencia pública y después hay que pasar al próximo grupo. La música se compone con melodía, armonía y ritmo. En relación con estos elementos interviene la matemática y la sensibilidad. Casi todos nosotros  estamos preparados para ciertas combinaciones de compases. Si uno se sale de esas combinaciones, una parte del público se queda afuera. En el caso de buscar la originalidad, uno trabaja para el público que sigue acompañándolo a uno, lo cual comercialmente no es rentable. La gran mayoría de la gente quiere ritmos simples y letras simples. Así se hace dinero. En los años sesenta la cosa no sucedía de esa manera. Por eso se hicieron experimentos que quebraron las reglas. Ahora se busca atraer la atención de la gente durante esos tres o cuatro minutos de los que le hablé y después que pase el que sigue. Por eso, por la época en que vivimos y por lo que esa época trae aparejado, insisto en que nunca más vamos a tener la riqueza musical que hubo en los años sesenta." Pero para los jóvenes la realidad no se presenta en estos términos." Cuando los que ya somos mayores oímos a un nuevo grupo, reconocemos qué elementos preexisten. Tenemos una idea del pasado. Por eso no nos parece demasiado original lo que se hace ahora. Es una de las consecuencias de ya no ser tan jóvenes. Mis hijos, que tienen dieciocho y diecisiete años, reconocen matices en los nuevos grupos que a mí se me escapan. Para ellos, que no tienen la globalidad de la historia, la música empieza con esos nuevos grupos. Para mí, no." Y agrega: "Si tomamos el caso del grupo Blur, que tanto ruido hace en Inglaterra, cuando los oigo no tengo otro remedio que pensar en los Kinks (un grupo de los sesenta) e incluso en Madness (uno de los años ochenta). Lo mismo me pasa con Oasis y con todos esas bandas de Seatlte, como Nirvana. No sé cómo los pueden encontrar fascinantes." Interrogado por los músicos jóvenes, Anderson es terminante: "En general percibo que sólo se limitan a copiar lo que crearon otros con muy leves variaciones. Por supuesto que no todos son iguales. Pearl Jam, por ejemplo, es un poco mejor, pero uno puede encontrar lo mejor de Pearl Jam en algunos grupos ingleses de los años sesenta. De hecho, Pearl Jam me hace pensar en Jethro Tull en 1969. Como se dará cuenta, no estoy demasiado interesado en ellos porque escucho un poco y sé lo que viene después. Pero ese es mi punto de vista, no el de los jóvenes, a quienes no les interesan en lo más mínimo ni los Kinks ni Madness ni Jethro Tull. Mis hijos se sienten un poco avergonzados cuando sus amigos se enteran de que su padre es el líder de Jethro Tull".

musica-04.jpgLlegados a este punto, se podría pensar que cada generación en algún momento declara la guerra a las creencias de sus padres y funda nuevos códigos y maneras de pensar. Entonces, los dichos de los creadores del rock serían apenas una forma de expresar su despecho al ser excluidos del panteón del presente. Pero el presente –más allá de las inquietudes de suburbio expresadas, por ejemplo, en la inalterable devoción por los Ramones–, está signado por la ley de los negocios, que carece de piedad. El rock no está al margen de esta circunstancia y ha cedido su gloria pasada a gestos cuyo significado suele estar ausente. Muchos músicos han suscripto al mercado, reemplazando las ideas por slogans del tipo "no se puede vivir sin amor ", destinados al inmediato olvido. En cierto sentido, el rock sobrevive mal, olvidándose de su propia épica y degradándose como el pensamiento que se pretende desideologizado. 

Pasaron cuarenta años desde 1969, el último año del hippismo en los Estados Unidos, movimiento que, luego del festival de Woodstock –el de verdad, el primero, el de los tres días de "paz, música y amor", aquél en el que intervinieron la mayoría de los músicos aquí nombrados–, concluiría el siguiente verano con el sueño de toda una generación. Estas líneas son un pequeño homenaje a ese aniversario.


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