Poemas de Jesús Gómez Morán


Poemas leídos por Jesús Gómez Morán durante el Festival de Poesía en Movimiento, Ciudad de México, Febrero de 2010.

Jueves de corpus

Mientras desayuno un atole y una torta
de tamal en la banqueta al borde
del periférico, la vía de asfalto
como un merolico a repetir comienza
su discurso nuestro de cada día
que tratando de entender, no entiendo.

Por enfrente una muchacha, como blonda
ninfa con el ombligo descubierto,
en sentido contrario atraviesa seguida
de una paloma gris recolectando migajas
involuntariamente esparcidas por el suelo.

En los microbuses de ventanales más amplios
la gente se asoma a mirarme y parecen
personajes dentro de una pintura:
como si en la acumulación de minutos
y objetos dibujara cada cual su destino,
la boca del tiempo (que no yo) es la que mastica
imágenes, personas y autos, todos ellos
con su título de propiedad correspondiente,
en tanto que tras de esas paredes a un ama
de casa cualquiera se le revuelven los siete
puñales de las labores domésticas.

En la banqueta permanece un vaso
de unicel y una servilleta: dentro de poco
y el  barrendero vendrá a recoger todo esto,
y aunque es deficiente mi conciencia ecológica
al menos hoy desayuné con mucho
más que doce acompañantes en la mesa.




Cada quien su vida

Reza la oración que Jesús enseñó a sus discípulos:
nadie sabe de qué lado mascan las iguanas,
pero qué tal las lagartijas:

A vista de pájaro, en procesión de sepelio,
una hilera de luces que en la noche
como murciélagos cuelgan.
A la salida del banco un experto en relaciones
públicas rehúye el encuentro franco
con su incómodo conocido.
En una cama de hostal, durante la siesta,
recede un hedor ácido producto
de una sesión de crápula.
Al borde del tianguis una penca de plátanos
bajo el sol se pudre lentamente
de la cáscara al hueso.
Sobre la estepa del altiplano los zopilotes
como agujas de reloj perforan
el crepúsculo espíreo.
A la hora cero de la mañana una mujer al tacto
intenta maquillarse mientras viaja
en un vehículo de redilas.
Fuera de su órbita, en goterones escurre la savia
por el concreto que machuca el tallo
monótono del chayote.

Frente a una primitiva y punzante zozobra
donde todo está por hacerse de nuevo,
hallarás un mundo que espera
le pongas el pie encima.
Así en la tierra como en el cielo,
cada quien su vida,
mi estimada lagartija.




Ciudad contra la lluvia

Quizás la luz sea una distinta tiranía
Quién sabe cuántas cosas nuevas revelará.
Ventanas— Constantino Cavafis

puertas no quiero
hoy sólo busco una ventana:

es suficiente abrir un párpado
y asomarse a todo misterio
usando el rabillo del ojo,
que la vista cual lanzadera
se eche al mar para que pesque
algo más que estos trozos de silencio
entre una gota y la siguiente;

—(¿de qué lado iré caminando?)—

como ciudad contra la lluvia
descuidada que no ve dónde
va poniendo sus dedos crueles,
salir afuera significa
involucrarse con el crimen
de amor o de muerte ser cómplice
con cierta sombra que al tocarla
se vuelve una estatua salina:

¿qué sentido tendrá con ella
ir de la mano si el simple hecho
de andar se da por descontado?;

hay veces que lo más difícil
es ponerse a mirar la noche,
soltar sobre ella esta lluvia
de pupilas y huecos gritos;

—(¿por cada vivo hay cuántos muertos?)—

trasponer la puerta abre el hoyo
por donde mi cuerpo se pierde:
una ventana abierta en cambio
la mirada sólo extravía;

en esta hora infesta de miedos,
la noche ha sido desflorada
y mis dedos ni rastro tienen
de lubricidad o de sangre:

¿pisaré al menos en las hojas
caídas el signo de un cielo
que habrá que zurcir nuevamente?

sí, mañana
(puertas no quiero,
hoy sólo busco una ventana)




Baby face

Ya cerca de cumplir los cuarenta
siento que envejecí diez años en un día:
hoy, por ejemplo, no tuve la fuerza
de antaño para evitar el cierre
de las puertas del vagón del metro
al querer subir de último minuto.

Trazos son como surcos que se hunden en mi rostro
deshaciendo aquel pacto con el demiurgo
que de un día para otro me aliviaba
la torcedura del tobillo:
ni qué decir de aquellos afanes
por el antojo en perseguir ninfas asépticas,
silenciosas termitas cavando
túneles en mi carne y mis huesos.

Cómo quisiera asestar un puñetazo
en la cara del tiempo,
o cortar el grosor de un rayo
usando como espada la vista.

Ya no soy ni la sombra
de lo que antes me asombraba:
ahora sólo en sueños me visita,
intacto, el rostro de la mujer amada,
y sólo en sueños vuelvo a ser nieto
de mis proyectos para un futuro remoto.

 

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