Poesía en la canción popular latinoamericana
 

 

Por Jorge Fondebrider

musica-40.jpgExquisito poeta, narrador y ensayista, además de autobiógrafo, Darío Jaramillo Agudelo (Santa Rosa de Osos, Antioquia, 1947) es una de las voces más importantes de la literatura colombiana actual. Para justificar de manera sintética tal afirmación, vamos a subrayar dos rasgos que le son distintivos: en primer lugar, una mirada sesgada respecto de los datos que encuentra en la realidad; luego, un estilo terso y altamente persuasivo, que, de tan trabajado, se ha vuelto omnipresente e invisible a la vez. Dicho lo cual, a nadie debería extrañarle que, al escribir  Poesía en la canción popular latinoamericana –un abultado volumen de más de 430 páginas, publicado por la editorial española Pre-Textos, en 2008–, haya puesto al servicio de esa causa del todo singular todas las particularidades que ese punto de vista un tanto oblicuo y ese estilo tan cuidado le imprimen a la apasionada investigación llevada a cabo.

No. 40 / Junio 2011


Poesía en la canción popular latinoamericana

 
Música y poesía
por Jorge Fondebrider


musica-40.jpgExquisito poeta, narrador y ensayista, además de autobiógrafo, Darío Jaramillo Agudelo (Santa Rosa de Osos, Antioquia, 1947) es una de las voces más importantes de la literatura colombiana actual. Para justificar de manera sintética tal afirmación, vamos a subrayar dos rasgos que le son distintivos: en primer lugar, una mirada sesgada respecto de los datos que encuentra en la realidad; luego, un estilo terso y altamente persuasivo, que, de tan trabajado, se ha vuelto omnipresente e invisible a la vez. Dicho lo cual, a nadie debería extrañarle que, al escribir Poesía en la canción popular latinoamericana –un abultado volumen de más de 430 páginas, publicado por la editorial española Pre-Textos, en 2008–, haya puesto al servicio de esa causa del todo singular todas las particularidades que ese punto de vista un tanto oblicuo y ese estilo tan cuidado le imprimen a la apasionada investigación llevada a cabo.

Según se lee en el primer párrafo de la explicación de Jaramillo que precede al texto central del libro, “Durante los primeros decenios del siglo XX, principalmente desde 1930, un conjunto de canciones se apoderó de América Latina gracias al altavoz que le proporcionaron las grabaciones fonográficas, la radiodifusión y el cine. Esas canciones fueron tangos, boleros y rancheras, pero también hubo otros ritmos, aunque en menor cantidad. Modelaron la forma de sentir y la forma de decir el amor en varios generaciones de latinoamericanos”. Se entiende entonces que los esfuerzos del autor estarán fundamentalmente consagrados a la canción romántica, lo cual, como se verá, excluirá del volumen aquellas letras que no se adecuen a ese límite. Y de inmediato, Jaramillo aclara: “En estas canciones hay una poesía que es distinta de la poesía para leer en silencio. Con una estética y una retórica diferentes. Sí, hay una poesía para ver y hay una poesía para oír. El propósito de este libro es buscar poesía para leer en las letras de la canción latinoamericana”. Con todo, el poeta explica que su libro está articulado en dos partes: una en la que delimita el tema, recoge una síntesis de la historia del tango, el bolero y la ranchera, para luego detenerse en su estética, en sus recursos y fundamentos retóricos, así como en las conexiones de la poesía para oír con la poesía para ver; la segunda parte, en cambio se ofrece como una suerte de cancionero explicado, compuesto a partir de fragmentos de letras, precisamente aquéllos en donde la poesía para oír confluye con la poesía para ver.

Ya en cuestión, Jaramillo establece la diferencia entre ambas especies poéticas. Así, la poesía para ver es la que se escribe para ser leída en silencio y soledad, lo que, en cierta forma, la vuelve minoritaria. Más aún, si consideramos la progresiva dificultad que comenzó a acompañarla y que muchos identifican con una suerte de hermetismo, sólo descifrable por los iniciados. La poesía para oír, en cambio, difundida masivamente cine a partir de los años treinta del siglo XX, bajo la forma de canciones escuchadas a través de la radio, el disco y el cine, fue reemplazando paulatinamente a esa otra poesía culta en su papel de formadora de la sensibilidad latinoamericana.

Es en este punto donde Jaramillo se pregunta si es posible encontrar poesía para leer en la canción latinoamericana. Responder a esto le lleva una parte sustantiva del volumen, dado el número de ejemplos significativos que relacionan textos muy antiguos con letras de canciones modernas, porque, como bien dice, “aquí se trata de encontrar los versos buenos que hay en algunas canciones, leídos a la luz de la sensibilidad de un lector de poesía, no de la de un oidor de poesía”. De más está decir que la empresa es fascinante y, si se me permite la obviedad, lo convierte en un auténtico buscador de perlas. De hecho, en uno especialmente empecinado y talentoso.

Acto seguido, Jaramillo traza una breve historia de los géneros que analiza, comenzando por el tango, continuando con el bolero y culminando con la ranchera.

Más adelante se ocupa de la estética de esas canciones y de los temas que abordan. Lo hace sin distinción de género y el recurso de poner las distintas formas musicales en un mismo plano se revela fecundo.

Como no podía ser de otra manera, en el principio está el Modernismo latinoamericano y la relación de algunos letristas con esa estética, generalmente perimida en el momento de la escritura de muchas de las canciones. En cuanto a los temas, a pesar de que el volumen tendrá como centro principal la canción de amor, se menciona también del canto a ciertos lugares –y las letras del tango se llevan aquí las palmas–, del poder curativo del canto, de la crítica social, etc. “Pero es el amor, el amor de la pareja –dice Jaramillo–, la materia prima principal de la canción popular latinoamericana.” Cabe aquí preguntarse si es realmente así, ¿o acaso no es ése el patrimonio general de la canción a secas, sin que importe mayormente su procedencia?

Lo que sigue es una  larga secuencia dedicada a analizar los elementos que componen lo que Jaramillo llama “un limitado arsenal retórico”, acaso porque “las letras de nuestras canciones no han aportado nada nuevo ni original. Más bien se han acogido a las convenciones más universales y seguras”. Éstas son el dolor del corazón del protagonista –que ama y padece, espera y desespera–, la noche, la luna, la lluvia, el mar, las aves, las flores y poco más. “Se diría –apunta Jaramillo– que son pocos elementos; esto significa un mayor grado de dificultad para el letrista, que se tiene que defender con cinco o seis analogías retóricas.”

La segunda parte del volumen –la más abultada– es el cancionero. Acá se van sumando los textos en función de los países, haciendo caso omiso del género al que corresponden. Jaramillo comienza con Cuba, prosigue con la Argentina, México y cierra con Puerto Rico y otros países, denominación que incluye a la República Dominicana, Venezuela, Panamá, Colombia, Perú, Chile y España.

El libro se cierra con un anexo dedicado a reseñar los inicios de la radio, el disco y el cine en Latinoamérica. 

Llegados a este punto no queda otra cosa que reconocer la inteligencia, la exhaustividad y el detalle del trabajo de Jaramillo, siempre ameno en virtud del estilo. Con todo, y esta es la prueba de una gran labor que abre más puertas que las que cierra, al lector (o, al menos, a este lector que firma la reseña) le quedan ganas de seguir discutiendo. Más allá del gusto personal, que seguramente condiciona algunas elecciones llegado el caso discutibles –en el caso del tango, la inclusión de las muy torpes letras de Horacio Ferrer–, está la gran cuestión de si todos los géneros de la canción latinoamericana, pese a sus muchas coincidencias, pueden ser tratados en igualdad de condiciones. Por caso, si bien el amor resulta excluyente como temática principal del bolero, no es necesariamente así en el caso del tango, siendo apenas el llamado “tango canción” –ese que Borges rebajó a “lamento de carnudo”– aquél donde es posible encontrar las mayores coincidencias. Desde esta perspectiva, quizá podría haberse limitado la cuestión a esa subespecie del tango en lugar de buscar abarcar todo el espectro. Y si este reparo cabe para la música argentina, tal vez podría haber otros análogos en el caso de otras músicas. Los lectores de las distintas provincias del castellano podrán, como yo, hacer cada cual su propia lectura desde la propia tradición. Pese a este reparo, quiero señalar con todo énfasis que Poesía en la canción popular latinoamericana es una obra mayor, que merece ser leída y disfrutada tanto por especialistas como por legos. Y eso, gracias al amor de Darío Jaramillo por la poesía y por la música, y a su enorme talento como oyente y escritor.


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