A cuarenta y cinco años del suicidio de Violeta Parra

 

Por Jorge Fondebrider

musica-46-parra.jpgEn febrero se cumplen cuarenta y cinco años del suicidio de Violeta Parra, hija del Siglo de Oro español y una de las más grandes poetas de la canción latinoamericana, si no la mayor. Aun sin conocer los detalles, uno se da cuenta de que algo muy grave le debía estar pasando para que, quien un año antes había escrito “Gracias a la vida” –esa suerte de himno de agradecimiento a los muchos dones recibidos–, a los 50 a, poco antes de resolverse a cumplir con el feroz destino que se impusiera, escribiese "Maldigo del alto cielo", una canción donde con una brutalidad casi sin precedentes se leen versos de la mayor desolación que quepa imaginar, como “maldigo el vocablo amor/ con toda su porquería/ cuánto será mi dolor”.

No. 46 / Febrero 2012


   A cuarenta y cinco años del suicidio de Violeta Parra

 

Música y poesía
por Jorge Fondebrider


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En febrero se cumplen cuarenta y cinco años del suicidio de Violeta Parra, hija del Siglo de Oro español y una de las más grandes poetas de la canción latinoamericana, si no la mayor. Aun sin conocer los detalles, uno se da cuenta de que algo muy grave le debía estar pasando para que, quien un año antes había escrito “Gracias a la vida” –esa suerte de himno de agradecimiento a los muchos dones recibidos–, a los 50 a, poco antes de resolverse a cumplir con el feroz destino que se impusiera, escribiese "Maldigo del alto cielo", una canción donde con una brutalidad casi sin precedentes se leen versos de la mayor desolación que quepa imaginar, como “maldigo el vocablo amor/ con toda su porquería/ cuánto será mi dolor”.

De acuerdo con una versión muy difundida, al cabo de sus cuatro años de vida parisina, en 1965 volvió a Chile, con el objeto de instalar una carpa que esperaba transformar en un centro cultural dedicado al folklore chileno. Pero el público no la acompañó, lo cual la sumió en una gran depresión acentuada cuando Gilbert Favre, un antropólogo y músico suizo que había conocido a la Parra en Chile y con quien ella había vivido en Europa, la dejó para irse a Bolivia, donde comenzó una carrera como quenista en un grupo conformado por el guitarrista Alfredo Domínguez, el charanguista Ernesto Cavour y él. A Favre, de hecho, le está dedicada Run Run se fue pa’l norte, esa canción que dice “Run-Run se fue pa´l Norte/ yo me quedé en el Sur,/ al medio hay un abismo/ sin música ni luz,/ ay ay ay de mí”.

No había pasado un año de esa separación y ya había habido un intento de suicidio, cortándose las venas, del que la salvó la rápida intervención del uruguayo Alberto Zapicán, acompañante de la cantante y miembro de su círculo en aquella época. Poco después, Violeta viajó a Bolivia para descubrir que Favre, por quien algunos años antes había abandonado a su propio marido, se había casado con una tal Indiana. El golpe fue terrible y motivó algunas de las más desoladas canciones de la compositora, reunidas luego en Las últimas composiciones de Violeta Parra.  

Según reveló Isabel Parra, hija de Violeta, en El libro mayor de Violeta Parra, poco antes de morir, su madre había dejado un texto que decía: “Yo me llamo Violeta Parra, pero no estoy muy segura. Tengo cincuenta años a disposición del viento fuerte. En mi vida me ha tocado muy seco todo y muy salado, pero así es la vida exactamente, una pelotera que no la entiende nadie. El invierno se ha metido en el fondo de mi alma y dudo que en alguna parte haya primavera; ya no hago nada de nada, ni barrer siquiera. No quiero ver nada de nada, entonces pongo la cama delante de mi puerta y me voy”.

    

Maldigo del alto cielo

Maldigo del alto cielo
la estrella con su reflejo
Maldigo los azulejos
destellos del arroyuelo
maldigo del bajo suelo
la piedra con su contorno
maldigo el fuego del horno
porque mi alma esta de luto
Maldigo los estatutos
del tiempo con sus bochornos
cuánto será mi dolor

Maldigo la cordillera
de los Andes y de la Costa
maldigo señor la angosta
y larga faja de tierra
también la paz y la guerra
lo franco y lo veleidoso
maldigo lo perfumoso
porque mi anhelo está muerto
maldigo todo lo cierto
y lo falso con lo dudoso
cuánto será mi dolor

Maldigo la primavera
con sus jardines en flor
y del otoño el color
yo lo maldigo de veras
a la nube pasajera
la maldigo tanto y tanto
porque me asiste un quebranto
maldigo el invierno entero
con el verano embustero
maldigo profano y santo
cuánto será mi dolor

Maldigo
a la solitaria
figura de la bandera
maldigo cualquier emblema
la Venus y la araucaria
el trino y la canaria
el cosmos y sus planetas
la tierra y todas sus grietas
porque me aqueja un pesar
maldigo del ancho mar
sus puertos y sus caletas
cuánto será mi dolor

Maldigo luna y paisaje
los valles y los desiertos
maldigo muerto por muerto
y al vivo del rey a paje
al ave con su plumaje
yo la maldigo a porfía
las aulas, las sacristías
porque me aflige un dolor
maldigo el vocablo amor
con toda su porquería
cuánto será mi dolor

Maldigo por fin lo blanco
lo negro con lo amarillo
obispos y monaguillos
ministros y predicantes
yo los maldigo llorando
lo libre y lo prisionero
lo dulce y lo pendenciero
le pongo mi maldición
en griego y en español
por culpa de un traicionero
cuánto será mi dolor.  


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