Raúl Renán (o niño Renán como afirman sus cercanos amigos) es sin duda el poeta más reconocido de vanguardia experimental en los últimos tiempos. Un escriba que pinta palabras podría sintetizar que sus poemas están escritos para atender, no sólo para ser leídos y podría también comentar sin ligereza, pero sí con certeza, que sus textos aluden a un registro visual contemplativo. Se le conoce como “El poeta domador de palabras”. En efecto, es un título encomiástico merecido de manera general que en realidad resume otros más por su extensa y profunda labor literaria.
Renán fue un adolescente aguerrido y muy solitario, horas y horas pasaba enfrascado en la lectura y en la meditación, contemplando reproducciones de su lectura bíblica y del diccionario. Gustaba ponerse bajo el aguacero meridano observando hacia el cielo como si de esta forma comulgara. Estas experiencias de su vida nos transmite su fuerte aroma didáctico, esa voz poética que lo caracteriza está en todos sus libros publicados; como el que nos ocupa, A/salto de río (Agonía del Salmón) expresado en forma de un rezo de 35 oraciones, largo aliento en el cual la belleza literaria se aúna con la profundidad de su lenguaje, es suyo y nada más que suyo. En él cada palabra constituye una metáfora filosófica, la fusión con la naturaleza está muy presente fundamentalmente en el canto agónico que emerge del alma.
El épico viaje acuático del salmón es un acontecer a contra corriente, cargado de imágenes, el poeta yucateco no parece escribir en una hoja blanca sino todo lo contrario, dibujar en un lienzo donde ejecuta trazos y líneas en forma de versos. El autor recrea la misma habilidad-enfática y lúdica de la poesía consumada, muestra el canto excelso de la existencia en un tránsito crucial; ata lo más precioso para revindicar y dar existencia a los demás.
El libro reúne suficientes atractivos que lo hacen digno de ser leído por el ávido lector de hoy. En esta segunda edición a cargo de la editorial VersodestierrO, Colección Inteligente; diseñada por Adriana Tafoya y Andrés Cardo con ilustraciones de portada e interiores de Arturo Terán. Este libro nos confirma que el poeta Raúl Renán siempre ha escrito como inspirado por su buena aureola, lo confirman sus devotos editores que lo siguen –jóvenes e intrépidos-, como todos los que lo rodean para regalarnos una buena poesía experimental que sabe escribir desde la vida.