No. 69/ Mayo 2014


Francisco Icaza (1930-2014)

Francisco Icaza fue un pintor que siempre estuvo cerca de los poemas. Los husmeaba, los galopaba. No sólo porque su abuelo haya sido el poeta modernista Francisco A de Icaza. No sólo por su amistad infantil de toda la vida con Salvador Elizondo. No sólo por la camaradería cómplice y bárbara con Antonio Deltoro. Paco rastreaba los poemas y los ponía de punta en blanco en un lienzo, sólo para desbarajustarlos inmediatamente. Las palabras le decían cosas que el color reventaba. Si no hubiera sido pintor me atrevería a llamarlo iconoclasta. Me atrevo a llamarlo así, en el rechazo a la imagen aprendida, al valor recibido, al adocenamiento. No cabía en moldes, y por esa razón pareciera que su vuelo principal dio un paso de lado, sin tomar ni dejar estelas. Me atrevo también a afirmar que no fue ni será así. Desde que se rebeló de joven contra el cascarón de la diplomacia, Icaza pintó, y siguió rebelándose y pintando toda su vida. Por eso y para eso incomodaba. Revelándonos en sus pájaros, sus meditaciones ilustradas, sus ráfagas. Revelándonos en lo que somos y en lo que fallamos. Incómodo paraíso. Y murió pintando una serie de cuadros que deberían llamarnos la atención. No por reivindicar el valor desagregado de la pintura, sino por su acción humana, su centrarnos, su revertir las cosas a lo que son, en la intervención y en el brochazo. Es indispensable traerlo a cuento. La ausencia de su obra en la discusión actual es testimonio de que las cosas no andan bien. ¿Lo desperdiciamos? Sí, pues lo debimos aprovechar más. Lo podemos a partir de ahora. Durante varios años pintó una serie que se llamó “Me quiero ir al mar”. Se iba ya yendo en su último lienzo.

Aclaración: Mi labor en el Periódico de Poesía de la UNAM ha sido la de editor, una ocupación colectiva y hamsteriana. En los siete años que llevo coordinándolo —con la indispensable e invaluable ayuda de muchos— he escrito reflexiones, ensayos, traducciones. Es la primera vez que publico un poema.

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En el momento de su muerte el 3 de mayo pasado Francisco Icaza
estaba pintando este cuadro, que dejó así.

 



Pedro Serrano


¿Cómo viaja?
(con el último cuadro de Paco Icaza)

 


Como viaja el viento al elevarse
por encima de las espigas
prendido de la espuma
y el cielo alto que oprime.
Todo arriba se extiende en pardos, y ante eso
contra la inmensa muralla
saltan chispas alzadas en última gracia,
minúsculas fogatas atendidas de luz.
En el plano de la alabanza el agua ajusta
mansas simas urdiendo desde abajo,
mareas del azul conteniendo
hilos de filigrana. Electrizado,
cava dentro de sí una pujanza,
prieto a salir, el mar.
Revienta en puro centro
corazón a la vista.
Golpea la furia blanca,
un fuego albo de pentecostés
en el que todos somos lajas y virutas,
astillas atascadas en agua,
tensas cimas acomodando amor.
Un chispazo, de qué mano, de qué manera
logrose asir así, insistir ahí,
agua al viento y color y luz y esperanza, asirnos en sí.
Dejose caer en brazos,
acabado movimiento,
agitado reconocer.
Pulió el viento de cielo, de levantad vastedad.
Puso lo que quedaba
a florecer piedrecillas poblando superficie.
En el centro la luz, la alabanza
un haz de voluntad que nos levanta.