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No. 75/Diciembre 2014-Enero 2015 |
[Estridencia] Cuándo conseguiré cantar catorce veces, sin rencor, como los gallos de J. Alfred Prufrock, (maquilador de termodinámicas), porque sus conversaciones no son bálsamos sino lecciones de una especie subrogada por Don Quijote del horóscopo chino. Si amanezco Gallo de Azófar hay un preámbulo, ciertas intertextualidades se dejan domesticar y parezco lindo a ojos ajenos de temporada lacia. Si saco la espada el metálico aroma cabalga en madera pulida y hay armonía aunque yazga la última palabra de mi ramillete. Son un trabuco las señales de los frentes fríos, del 23 al 27. Estos ki ki ri ki traen consigo un pantano o buzones para desmoronarse en ascuas y no quitarse la losa de las auroras. [Chicano Power] Lo que le gusta es que le den poco trabajo, pero es un buen lugar, de prestigio le podríamos llamar. Su hermano lo pulió en la riña y desde hace diez años aquí lo tienen. Esta profesión ahora la bebe o la derrama pero de ninguna forma pasará a la lista del montón. Ojea, sin embargo, la altruista marquesina de su egolatría: “Ah jijo, vaya musculatura que se carga! Hasta impresiona verlo tan cerquita, se nos figura un gigante de la antigua Grecia, pura fibra, nada de grasa y si le añadimos su estatura, pues ya estuvo que nos resultó un coloso” [Galgo de Lucas] Aunque no hay anécdota popular recogida por escrito, cómo no imaginar la expresión completa para recriminarte que no cumplas con tu ministerio de aluviones broncos a la hora de la palabranza, y como el Galgo de Lucas, que cuando salía la liebre se ponía a mear, no cundas a la yugular, oportuno de palabras rucias, y de rodillas eches al pozo la deyección vocálica.
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