No. 75/Diciembre 2014-Enero 2015


Diásporas: muestra poética


Radamés Molina


Civilización

Lucy Temerlin creció educada como un humano
Aprendió a vestirse por sí misma
y se sentó a la mesa con sus padres adoptivos
dos psiquiatras que le enseñaron la Lengua americana de signos
Lucy Temerlin es una chimpancé

A Lucy le enseñamos a comunicarse
y Lucy nos dejó un mensaje claro

Cuando Roger Fouts le preguntó de quién eran los excrementos
esparcidos por el suelo de su habitación
ella pudo reconocerse a sí misma
entre todos los posibles responsables

Ese día supimos que no éramos los únicos en este
mundo que tienen conciencia de sí mismos
ni tampoco los únicos que pueden usar un lenguaje de signos

Ese día conocimos una gran verdad
Sin embargo, nosotros esperamos más de Lucy
y trabajamos día a día con ella
en espera de nuevos progresos

Lucy avanza con lentitud y parsimonia
en el conocimiento de nuestro mundo

Hemos empezado a enseñarle,
mediante la Lengua americana de signos,
pensamientos más complejos
que Lucy repite con gestos inseguros
empeñada en no defraudarnos

Recientemente Lucy aprendió a decir en la Lengua americana de signos:

“Todo puede dejar de existir.”

Lucy lo dijo con gestos nerviosos de sus dedos

Pretendemos enseñar primero a Lucy
las verdades duraderas
Las verdades efímeras y mutantes son nimias
y, por ello, mucho más complejas




Pedro Marqués de Armas

VI PUERCOS en el agua
en barcazas precarias
(no eran pecaríes)
que llegaban de Yucatán

orillados dispersos en ribazos
hasta poblar las ordenanzas
del tal Alonso de Cáceres

fue al comienzo del sueño
antes que tierras marcaran
lindes y aunque perseguidos por severa ley
modelaron una cultura de pequeño formato

pero han vuelto al agua
en barcazas todavía más precarias
que parten a Guam




Rogelio Saunders


El silbido de la salamandra

Sentado en la ribera de un río sin orillas,
agrimensor sin oficio,
bailando alrededor del gorro del sextante.
Las multitudes no siguen a los héroes
ni al oro falso al que fuga el horizonte rojo.
Sólo el emparchetado blanco de saco
y ronco fieltro
aún señorea allí,
mudo, afilado, sombrío.
Deriva y carnestolenda por las que vuelven
los grupos de asalto,
escarabajos de muelas tiernas
y ojos amarillos,
llenos de polvo, como pesados camiones
que danzan entre Karnak y Helión.
Visto así, el tiempo es un hilandero
con dos halcones que hilan:
halcón de ola negra y halcón de ola blanca.
El mar sin fe, podrido de hombres
y engañosas barajas,
canta con la voz cansada del marinero
que nunca tripuló un barco,
hijo de todas las velas viciadas de raíz.
Quería que volvieran sus halcones,
pero sus halcones no volvieron.
La caza mayor de la guerra se los llevó a todos.
Junio se alzó como un trasnochado titán
dueño sólo del tablero del rompecabezas,
y las cartas, más rápidas y hábiles
que las manos hinchadas de los titiriteros,
llenaron los huecos de las escaleras
con su abanico de sangre,
como centimanos gigantes con un ojo escarlata.
El viento giró, amigo del espejo abandonado
en el oleaje de sonrisas.
Era la noche profunda llena de vírgenes de hilo,
con dedos articulados señalando sin señal.
La noche de papel azul marino,
de picotazos en la plata empañada del sombrero.
El canto de la espiga cuando la descabeza la hoz del caminero.
La bárbara marcha de las hormigas
por las costuras de los zapatos.
Allí, en la barriga de la copa,
en la siembra cerrada del ojo
que gira en su legaña como en un sueño de tinta.
El torbellino malva de las cabezas privadas de sombreros,
el vidente carbonario que raya un rombo
y otro rombo,
un verdugón
y otro verdugón.
El viento giró y gritó la vela
rajada de entresol,
sola con su espalda roja
y todos los hijos por venir.
Última con su hendedura de sal
hambrienta como el pico del pájaro.
Esa marea que el mar no pudo conducir,
hilo de las manos que sueñan y los puertos que saludan.
Esa gota de rocío que cae como un beso
sobre la campana del astrolabio,
cuando el farero baja por la escalera de cuerda
como una ola sin nombre,
a donde sólo hay el viejo centelleo de la plata
y los innumerables esqueletos de animales
que silban en la noche con silbido de salamandra