De la sección “Patín del diablo”.
Para Sofía Yázpik.
Las niñas cabalgan el subibaja cual si se remontaran para realizar el hallazgo de alguna fantasía que les hace falta. Un metro más allá del piso hay un intercambio de los ensueños por alcanzar la nube que no consigue opacar su cielo.
En la pequeñez de ese lento aletear colocan su empeño todo en la exaltación de un vuelo menor. & Breve trazo con pintura de agua el pincel configura lo que la niña ha de soñar con los ojos abiertos.
Se reconcentra en el papel y a ratos atisba el resplandor del mediodía para constatar que ante lo soñado su dibujo es más luminoso. & Abre los ojos frente al mundo: un columpio un tobogán otros niños. Vuelve la vista hacia mí y mira también la condición de la vegetación domesticada.
Diferentes cosas la esperan mas allá.
Lo adivina en mis temores y se refugia en mi abrazo mientras pierde su mirada en el vuelo de las aves. &
De la sección “Solar”.
Soy yo pero no estoy allí. Es el mismo ánimo de protegerla pero no estoy allí. Impotencia y rabia son menores ante el gesto de ese padre. La hija de otro me mira desde las noticias con el mismo desamparo de mi niña las noches en que las pesadillas hacen de su habitación un cubil.
Pero en esa foto no hay sueño ni pesadilla ni habitación ni cubil. & Me mira con ojos similares y con menos esperanza. Avanza con el paso disminuido por la zozobra.
Hay gestos desconocidos y una sonrisa semejante a la que veo en casa.
Sin embargo no es la infancia de mi hija la que me pide limosna a media calle.
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