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portada-hasta.jpgHasta aquí
Hernán Bravo Varela, Almadía, Oaxaca, 2014.
 

 
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No. 83 / Octubre 2015


(Por tiempo indefinido)

Cada veintiocho años
viene Saturno y mueve todo de su sitio,
hace mudanza sin mover un dedo.
Y terminamos siendo los planetas que giran
alrededor de él, caprichos de su órbita,
satélites soviéticos
que amanecieron rusos federados.
(Corte de caja, rito de paso, graduación
de la licenciatura trunca o los anteojos.
Purga de bibliotecas, quema de pastizales.)
Pasajeros que a los cincuenta y seis
y a los ochenta y cuatro despegan con el mismo
pavor hasta la hora del aterrizaje,
o se encuentran formados allá abajo, en la pista,
y aguardan instrucción para su desembarco
–aviones con personas que tampoco
pueden bajar, cuyas maletas giran
y giran en la banda de equipaje.

 

(El que se lo quite, va a perder)

Rayan o pintan los candados
con sus nombres y luego
los traen al Pont des Arts. Como el bautizo
de un barco, los colocan
a cuatro manos en la malla y tiran
la llave al Sena.
                        Cuántos de los originales
siguen ahí, cumpliendo
la función de no abrirse, aferrados al óxido;
en espera de un acto de amor o vandalismo
para soltarse y, en caída libre,
tocar el agua sin que nadie vea
–entra limpia,
clavado sin dificultad ni jueces.
Y qué pocos lo logran.
Y los que han logrado, cuántas llaves
no los rodean en la oscuridad.
Llaves que hacen su molde
para los cerrajeros de la superficie.
Candados boca abajo, hundidos por el peso,
su cerradura abierta.
Parejas que se sientan en un barco,
tomadas de las manos por debajo del puente,
por arriba del agua, por inercia,
sin mirarse a los ojos,
hasta que al fin se sueltan para poder bajar.

 

(Lobo es el hombre para el hombre)

Dices, Lupercio,
encarnar el espíritu de la poesía romana
desde su fundación. Y dices bien,
al fin y al cabo César de ti mismo:
tus tetas amamantan a Rómulos y Remos
que construirán ciudades de ilustres fratricidas.
Pero antes de que el tiempo y la vejez te encuentren
sin jauría; de que tu leche se agrie
como el humor de las nodrizas viudas;
de que el hombre te juzgue
demasiado animal para las fábulas,
Lupercio, abre las fauces. Resume una vez más
tus egregias lecciones de retórica
en un bostezo que parezca aullido;
que quien anda contigo aprende el arte
de mamar en dos lenguas con la suya.

 
 

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