Ricardo Martínez ve los cuerpos 

Pensando en Pellicer

Sombra y silencio,
la figura aparece,
la rodea la tiniebla
y, al fondo, un cielo rojo
amenaza y da calma.
Los azules salen de paseo
y caminan con largas zancadas
siguiendo el ritmo de las figuras.
Ahora estamos bajo los mantos blancos,
Los rostros grises y dos toques
de un rojo misterioso
como una luz en medio del bosque
o los rescoldos de una hoguera.
Todo lo hace el cuerpo humano,
los sexos un triángulo,
el más hermoso que en el mundo ha sido
y los senos erectos como un testimonio
y una promesa casi oculta.
El hombre va de rojo y azul
y, a veces, de azul y rojo.
Los perfiles exactos,
los hermosos volumenes,
la tensión de los miembros
que salen a la luz
y se unen a la sombra.
De repente el verde dice! aquí estoy!
y se vuelve un resplandor
una llamarada extraña
en las manos de las mujeres.
Hay un aliento primaveral
en ese color que aparece poco,
pues el otoño es el que brilla
con sus luces profundas
en el corazón de las figuras
y el alma de las telas.
Las curvas son amplisimas
y nos dan la idea de un hombre en acecho
o de una mujer reclinada
mientras una luz que viene de si misma
ilumina sus formas,
nos entrega el reposo
y también la promesa.
Pintor de humanidades
es Ricardo Martínez.
Se muestra enamorado
del cuerpo y sus emblemas,
sus luces, sus asombros,
su estancia entre las sombras.
Las manos de la madre
protegen al hijo
que intenta alcanzarla
y encerrarse en su seno;
el hombre azul,
la mujer nacarada
están casi inmóviles.
Tan sólo el contacto de la mano
en el muslo
une a las carnes
y las vuelve una.
Los perros interrogan
a sus dueños,
prevalecen las rojas lenguas
y el juego se prolonga
en los grises
y los azules cielos
de una tarde
en que se sale al campo.
Brota de repente
la ternura
de cuerpos recostados
que, poco a poco,
acercan ya sus labios.
Los desnudos flotan
y se recuestan en si mismos.
No hay objetos,
solo hay cuerpos desnudos
y el halo que de ellos se desprende
o que los ilumina
desde el pincel del alma.
Hoy, Don Ricardo,
viví en sus atmósferas
y regresé a los aires
de lo humano perdido
por usted rescatado.
Los rescoldos se avivan
y crece su pintura.
Entro en su mundo
de luces y de sombras.
En ese mundo
por usted inventado
está el hombre que ha sido,
es y será
mientras otro hombre sepa
celebrar su figura
y devolver al mundo
la plenitud del cuerpo.

 

Hugo Gutiérrez Vega
Copilco el bajo
2008


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