Paul Hillier y Andrew Lawrence-King: Bitter Ballads

Por Jorge Fondebrider

musica-poesia-bitter-ballad.jpgSi cabe expresarlo en estos términos, hay discos que nos reconcilian con la música porque nos sorprenden, como diría Ezra Pound, con la novedad de lo viejo. Bitter Ballads (Harmonía Mundi, 1998), del cantante Paul Hillier y del arpista Andrew Lawrence-King, sin lugar a dudas, es uno de ellos. Las razones son muchas. Las más evidentes –pero no las más importantes– responden a la calidad de los intérpretes.



Paul Hillier y Andrew Lawrence-King: Bitter Ballads

Música y poesía
por Jorge Fondebrider

musica-poesia-bitter-ballad.jpgSi cabe expresarlo en estos términos, hay discos que nos reconcilian con la música porque nos sorprenden, como diría Ezra Pound, con la novedad de lo viejo. Bitter Ballads (Harmonía Mundi, 1998), del cantante Paul Hillier y del arpista Andrew Lawrence-King, sin lugar a dudas, es uno de ellos. Las razones son muchas. Las más evidentes –pero no las más importantes– responden a la calidad de los intérpretes.

Dueño de una excelente voz de barítono, el británico Paul Hillier (Dorchester, 1949) es, además de un erudito en música antigua, el fundador y director del Theatre of Voices y posteriormente, del Hilliard Ensemble con quienes en el pasado grabó música medieval, renacentista y contemporánea. Por su parte, a Andrew Lawrence-King –nacido en la isla de Guernsey, Gran Bretaña, en 1959– se le considera como uno de los mejores ejecutantes del arpa barroca, amén de haber fundado y codirigido al grupo Tragicomedia antes de sumarse a Hespèrion XX, a las órdenes de Jordi Savall, para luego dirigir el Harp Consort. Tanto Hillier como Lawrence King han colaborado en varias ocasiones; fundamentalmente en Chansons de trouvères y en Home To Thanksgiving. Songs of Thanks and Praise, también grabados para Harmonia Mundi.

musica-poesia-hillier-paul.jpgEn el librito que acompaña el disco, Hilliard –quien, dicho sea de paso, es autor de numerosos libros sobre musicología– deja en claro que las baladas y fragmentos líricos que integran este registro no son, en su gran mayoría, ni antiguas ni tradicionales, sino modernas y contemporáneas. Salvo en los caso de Safo y de François Villon –que siguen acá la traducción realizada por el poeta estadounidense Robert Lowell–, el resto de los materiales corresponde a autores que van del siglo XVIII al XX (William Blake, Samuel Butler, Jonathan Swift, Charles Dickes, William Butler Yeats, Gertrude Stein, Bertold Brecht y Basil Bunting). Esos textos, siempre según Hilliard, no fueron buscados deliberadamente, sino “encontrados” en el sentido que le daban al verbo trobar los trovadores medievales. Más tarde, Hillier los fue “arreglando” junto con Lawrence-King, quien sumó melodías medievales y tradicionales que se adecuaran rítmicamente a los versos escogidos, recurriendo en algún caso a composiciones del trovador occitano Bernart de Ventadorn y del compositor medieval tirolés Oswald von Wolkenstein. En síntesis, ambos han procedido exactamente de la misma manera que proceden los músicos tradicionales, sólo que con materiales eminentemente literarios que, por su naturaleza, carecen del trasiego de los versos populares. El resultado, además de inteligente, es francamente admirable.

musica-poesia-andrew-lawren.jpgPodrá aquí argüirse que otros ya lo intentaron tanto en la música clásica como en la popular. No obstante, importa destacar el profundo respeto de Hillier por lo que canta. A diferencia de otros casos, las “letras” no son en este caso un pretexto para la exhibición histriónica de las dotes del vocalista, sino que, con independencia de la música, tienen dignidad en sí mismas. Hillier, atento a ello y con inmenso buen gusto, procede en consecuencia. Así, aunque culto, su registro recuerda más el de los buenos baladistas folklóricos –pienso en el extraordinario Martin Carthy, por ejemplo–, antes que el de los cantantes cultos que hacen concesiones a “lo popular”. Por su parte, Lawrence-King, quien acompaña a Hillier en arpa medieval, salterio y arpa barroca, está a varios miles de kilómetros de cualquier sospecha de new age o de otras fealdades igualmente virósicas. Así como en el pasado lo demostró con la obra del arpista irlandés Turlogh O'Carolan, vuelve a hacerlo en los distintos intermedios de arpa solista, generalmente debidos a arreglos hechos sobre piezas para piano del compositor británico Howard Skempton (Chester,1947). En síntesis, con talento e inteligencia, los poemas pueden convertirse en letras de canciones, sin perder lo que los singulariza, más allá del contexto en que se elija ubicarlos.


 


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