juan arabia

  • No. 109_Inéditos - Juan Arabia

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    No. 109 / Mayo 2018

    Juan Arabia
    (Buenos Aires, 1983)



    Hemingway

    Hay hombres que abrieron sus ventanas por la noche
    para echarse encima toda la tristeza del mundo.
    Hombres que supieron transplantar la niñez en su juventud,
    y que supieron transformar el mal tiempo y la lluvia
    imaginando lejos un lugar donde pasar el otoño
    y la nieve crujiera en los caminos.

    Tal vez lejos de París podría escribir sobre París, pensaba.
    Y así se fue alejando de todo, incluso de él y de la escritura.
    Porque hay hombres que abrieron sus ventanas por la noche
    para echarse encima toda la tristeza del mundo.
    Hombres que supieron transplantar lo mejor de su juventud,
    cargaron sus armas, y perdieron así una estación de la vida.

     


    Halcón de viento marino

    Ahí donde las olas se rompen sin quebrar
    el silencio que se establece
    en los símbolos que no dudan de su poder
    un halcón lucha contra el viento marino
    de la Costa Atlántica Argentina.

    Cada vez que aterriza caen
    los pétalos de su especie,
    la soledad de sus llamas,
    la corona de su espuma.

    Cada vez que aterriza lo hace lejos
    del envenenado molino
    que descabeza palomas de asfalto en el verano
    y sacude a los nidos en tormentas de provincia.



     
    Colibríes del tejado

    Era en la bahuinia y no en esas antiguas
    ciudades en las que algunos de los
    nuestros moría por su corazón
    donde uno debía encontrar los rudimentarios
    puentes de su irregular existencia
                                                  la eternidad
    o los imposibles lugares inhabitados
    de la cordillera, hemisferio
    de oscuros antecedentes comerciales
    tierra de pobres, lo más alto del cielo,
    pellejo del mar y de la uva
    rompiendo la orilla de sal
    junto a los nuevos y salvajes vientos
    en distintas formas de combate y de vida.

     


    Fausto

    Ojos azules, de bárbaro,
    envenenados por el sueño de un cóndor,
    y aún las pestañas envisten
    todos los bosques posibles.

    Porque pasada la niñez
    el irreconocible y largo trabajo
    del adolescente, la carcajada se alza
    frente a un fantasma ensangrentado.

    Ese otro mundo posible,
    poseedor de un oscuro y poderoso
    cuerno que todos tocan,
    envenenando todos los nidos,       
                                      todas las camas.



    Dársena Sur, 1909

    Morimos, lo que significa que todo ha sido eliminado
    desmontado, rueda a rueda, este juego complejo
                            de reestablecerse en otro lugar.

    Lejos, al sur, donde la costa parecía desplomarse
    hacia afuera y descansar sobre el río,
    el humo anticipaba la futura ciudad industrial,

                                           flotas pesqueras y de cabotaje,
    barracas y depósitos asentando las casas bajas
    de la Boca, mirando al Riachuelo y a la dársena

    por la que entraban esos muertos pobladores italianos
                                                     Morti non morti son'
    que construyeron sus viviendas sobre pilotes

    recurriendo siempre a la madera y faroles de gas,
    estirpe gobernada por carroña,
    aún se escuchan sus disparos en la noche,

    gritos y aromas de Piamonte y Campania,
                                           Sicilia y Calabria.
                                                       Morti non morti son'.