Entrevista con Natalia Toledo

Por Eva Castañeda Barrera


entrevista-toledo-03-baja.jpg¿Cuál es la importancia del Festival de poesía: Las lenguas de América: Carlos Montemayor?


En primer lugar, reúne a muchas voces de los pueblos originarios de Latinoamérica. Por otro lado, la convocatoria que hace la UNAM es muy grande, el festival se realiza en un lugar muy bello, la sala Nezahualcóyotl que lleva el nombre del Rey Poeta. Además van muchos estudiantes jóvenes, no sólo ellos, pero particularmente es mucha la gente joven que está interesada en escuchar las voces de los pueblos originarios y es un público muy, muy atento. De esto, rescataría la posibilidad de escuchar otros idiomas; esto es lo que más llama mi atención y me emociona, la posibilidad de escuchar otras voces. Por ejemplo, el año en que participé en este festival el maestro Carlos Montemayor invitó a Elsa Cross que no es una creadora indígena, pero mucho de su trabajo está inspirado en sus viajes a la India, es decir, a culturas muy antiguas que han alimentado su poética.

Insisto, rescataría la importancia de llevar las voces indígenas a la Universidad porque siempre hay foros de culturas populares, pero son foros muy específicos y llevarlo a la Universidad me parece algo muy rescatable.

 

Entrevista con Natalia Toledo

Por Eva Castañeda Barrera 


¿Cuál es la importancia del Festival de poesía: Las lenguas de América: Carlos Montemayor?

En primer lugar, reúne a muchas voces de los pueblos originarios de Latinoamérica. Por otro lado, la convocatoria que hace la UNAM es muy grande, el festival se realiza en un lugar muy bello, la sala Nezahualcóyotl que lleva el nombre del Rey Poeta. Además van muchos estudiantes jóvenes, no sólo ellos, pero particularmente es mucha la gente joven que está interesada en escuchar las voces de los pueblos originarios y es un público muy, muy atento. De esto, rescataría la posibilidad de escuchar otros idiomas; esto es lo que más llama mi atención y me emociona, la posibilidad de escuchar otras voces. Por ejemplo, el año en que participé en este festival el maestro Carlos Montemayor invitó a Elsa Cross que no es una creadora indígena, pero mucho de su trabajo está inspirado en sus viajes a la India, es decir, a culturas muy antiguas que han alimentado su poética.

Insisto, rescataría la importancia de llevar las voces indígenas a la Universidad porque siempre hay foros de culturas populares, pero son foros muy específicos y llevarlo a la Universidad me parece algo muy rescatable.

Mencionas que este festival da cabida a una pluralidad de voces, en este sentido ¿tú crees que sea una muestra representativa de la poesía en lenguas originarias?


Absolutamente sí, porque es gente que tiene una permanencia, una trayectoria, una solidez. Por ejemplo: Briseida Cuevas, Irma Pineda; es gente que tiene muchos años haciendo poesía, entonces, no sé si llamarle reconocimiento, pero los organizadores saben quiénes son las voces más representativas. Además, siempre están cambiando de invitados, algo que me parece bueno, con los años integran a otros más jóvenes, a otros con más trayectoria, con ello te puedes dar cuenta de los que está pasando con la literatura en lenguas indígenas.

En el 2004 el Premio Nacional en Lenguas indígenas cambió su nombre por el de Premio Nezahualcóyotl, esto para evitar cargas discriminatorias. ¿Tú crees que la denominación “poesía en lenguas indígenas” implica un menosprecio y por lo tanto, hay que prescindir de esta etiqueta, o es necesario mantener tal distinción?


entrevista-toledo-02-baja.jpgTengo dos respuestas, un sí y un no, por ejemplo: al poner “indígenas” que es aceptado, que es usado, si no existiera la necesidad de cambiarlo, de quitarlo, significaría que hemos trascendido eso, que no habría tal discriminación. Tantas especificidades son innecesarias. Para mí no es trascendente porque no lo vivo así, pero yo sé que, por ejemplo, en las becas de CONACULTA hay una separación, no puedes omitirlo, es decir, no es la literatura que se hace en español, es la literatura que se hace en lenguas indígenas específicamente. Hay becas para los indígenas y para los no indígenas, siempre es un apartado, aquí y en una antología. Sí hay una necesidad de hacer una separación y decir: “esto es lo indígena”, nunca te presentan como parte del conjunto que somos. Somos voces de un país que se llama México. Siempre hay que hacer esta aclaración porque es como si fuera poesía hecha por gente no completa, mutilada. Es algo tan específico; como los olímpicos y los paraolímpicos. Sin embrago, así lo veo yo, pero así no lo vivo yo, pues finalmente tenemos la oportunidad y la posibilidad de ser escuchados por dos públicos: uno que son los hablantes de las lenguas y el otro, los que pueden tener acceso a nuestra poesía en español. Me parece que es mucho más rico porque es una doble posibilidad de vida y de creación. Lo positivo de esto es que hemos ido ganando espacios, por ejemplo: yo me he sentado en lecturas donde la única que habla una lengua indígena soy yo, las ponencias son en español, pero estoy incluida.

En los últimos veinte años parece que existe un auge en la revalorización de las lenguas originarias, ¿consideras que esta revalorización ha influido en la producción literaria de las lenguas originarias y su proyección a través de órganos culturales, por ejemplo: premios, festivales o cualquier forma de difusión?


Sin duda, una clara muestra y en donde se puede apreciar esto es en la labor del maestro Carlos Montemayor que fue mi tutor en una beca del FONCA en 1994, además fue mi traductor y mi amigo. Yo me daba cuenta que con lo que decíamos de nuestros pueblos, de la montaña, de la sierra, él se maravillaba, pues para él eran como hallazgos las metáforas y los giros de los idiomas. Era alguien que apreciaba muchísimo esta sensibilidad y las peculiaridades de cada idioma. Yo sabía que a través de esto su escritura en español se enriquecía mucho, además era algo que él aceptaba y decía; entonces, era un intercambio. A eso es a lo que apostamos, que los otros sepan que hay una literatura escrita en lenguas indígenas, que hay una manera de mirar el mundo. Por supuesto que aquí como en todas las literaturas del mundo hay cosas que valen la pena y otras que definitivamente no.

¿Por qué crees que es importante difundir la poesía que se escribe en lengua indígena?


En primer lugar porque tenemos todo el derecho de expresarnos en nuestras lenguas. Esta pregunta por ejemplo, no se le hace a alguien que escribe en español porque en cada lengua hay un misterio, hay un conocimiento, hay una belleza, hay mucho que puedes compartir y descubrir. Si yo puedo leer la poesía griega, por qué no voy a apelar a que me lean, o leer poesía maya, zapoteca, tzotzil o rarámuri es poesía hecha por hombres que están en otras partes, que tienen otros conocimientos, y que los están compartiendo. Repito, tenemos todo el derecho de escribir en nuestras lenguas, porque ni 500 años hicieron que se perdieran. Existen, claro, pérdidas lingüísticas, humanas, pero ¿qué no nos dice algo el hecho de que se sigan hablando? Si han sobrevivido a eso y han resistido, es porque son importantes.

El poema final de tu libro
Olivo negro, con el que ganaste el Premio Nezahualcóyotl en el 2004, se titula Para T.S. Eliot; lo que permite pensar que la tradición poética occidental está presente en tu poética, ¿consideras que tu poesía efectivamente tiene dos cauces, dado que eres bilingüe (español-zapoteca), y si es así, cómo incorporas a tu poesía las dos tradiciones?

entrevista-toledo-01-baja.jpgMe asumo como una poeta bilingüe y no podemos negar nuestra educación occidental. Lo que tenía que saber sobre la oralidad, sobre el conocimiento zapoteca me lo enseñaron en mi casa, en el campo, en el patio, en la cocina; todo esto me lo transmitieron mi mamá, mi abuela, mis tíos, la misma comunidad; pero después, cuando fui a la escuela, me acerqué a los libros y aparecen tus intereses, tus riesgos, tus pasiones, cosas que vas descubriendo conforme vas creciendo y caminando en la vida, vas descubriendo lecturas. Por ejemplo, me gustó mucho el poema de Tierra baldía de T.S. Eliot porque me rascó, me hizo esta pregunta de “Cuáles son las hojas que prenden, qué ramas brotan de estos cascajos”, dice Eliot en su poema. Esto me obligó a preguntarme ¿qué soy yo? Soy zapoteca, ¿qué futuro tiene el zapoteco? Por eso meto esa línea, y aparte porque en el poema T.S Eliot habla de Tiresias, y yo creo que la poesía contemporánea indígena no tiene porqué renunciar a absolutamente nada, todo participa en tu vida, todo te influye. Como alguien dijo, “nada me es ajeno”: ni la cultura griega ni ninguna otra, además de que las hemos leído, afortunadamente. Como poeta he tratado de leer a los clásicos y lo que se escribe ahora. Trato de integrar las cosas que a mí me interesan, las cosas que a mí me llevan a reflexionar; no dejo de hablar de lo que yo siento. Por ejemplo, en el poema Para T.S. Eliot hablo de ese sentimiento de pérdida y de la necesidad de recuperarlo que finalmente de eso trata mi poesía.

No podemos aislarnos, [con] las lenguas indígenas tenemos la obligación de retorcer el lenguaje, hacerlo sufrir, así como dice Octavio Paz “chillen putas”. Tenemos que buscar un más allá, es la única manera de hacer que sobrevivan nuestras lenguas, hay que crear nuevas tradiciones, nuevos mitos. No podemos estar recreando permanentemente los mismos mitos, que si bien son una maravilla, también tenemos que buscar lo que dice el hombre de ahora, somos seres de este tiempo; lo que está pasando, socialmente, políticamente, culturalmente te influye, uno no está con los ojos cerrados.

Por ser una poeta bilingüe es ineludible el tema de la traducción, la pregunta sería, ¿piensas el poema en una lengua y luego haces la traslación a la otra, o lo piensas en ambas? En este sentido, ¿crees que el poema que haces es el mismo o haces una versión distinta del original?


No son transcripciones, son acercamientos, por ejemplo: puedo empezar escribiendo un poema en zapoteco, me atoro y voy al español, regreso al zapoteco, a veces hasta dibujo la palabra, la pienso. La maravilla de las lenguas indígenas como el zapoteco es que tiene miles de metáforas, esto te permite ver lo que quieres escribir, entonces, ya que tienes el cuadro acudes a él y buscas un pedacito de eso que quieras poner en el poema; sólo un pedacito, porque si no sería muy descriptivo todo. Trabajo así, indistintamente, en forma bilingüe y a veces tengo que dejar los dos porque en los dos ya no puedo.

Hay una serie de tópicos que son comunes a la poesía escrita en lenguas indígenas, temas que son parte de su cosmogonía, por ejemplo: la naturaleza, los colores, la comida, etcétera. Sin embargo, es evidente que un poema no se construye con la sola inclusión de estos elementos. Entonces, ¿qué es lo que hace que un poema sea un poema, más allá de la inclusión de estos tópicos?


Creo que hay cosas que te regalan las lenguas, por ejemplo: cuando hablas estás creando metáforas, tal es el caso del zapoteco. Si tú quieres ir más allá debe de haber una sensibilidad frente a las palabras, a la poesía. Creo además que eso es algo que pasa en todas las lenguas, un cosa son los tópicos que le pertenecen al mundo entero y otra cosa es cuando uno escucha sus ruidos, que es lo que quieres decir; eso es algo muy personal, uno debe seleccionar qué es lo que quieres hacer, qué quieres decir, lo necesitas decir como diría Valéry. Finalmente hay gente que escribe cosas, pero nunca lo publican, no se ponen en el ojo del otro; la idea es asumirte. Yo por ejemplo, desde muy pequeña escribía, no es algo que elegí. Todo empezó cuando empecé a escribir, a leer y a gustarme. Entonces, me descubrí, descubrí el oficio y claro que lo grité.

Esos tópicos están ahí, lo interesante son esas voces nuevas que dicen las cosas de una manera distinta.

¿Inspiración o trabajo?


Es todo, cuando te sientas, te sientas con todo lo que eres y hasta lo que no eres porque hay mañas en la poesía. Te sientas con todo, necesitas tener todos los recursos a la mano para que al final digas: esto es lo que yo quería decir. Sentirte satisfecha, si no, trabajarlo, pulirlo. Eso sí, no mucho porque, como dice Alí Chumacero, hay poetas que escriben una maravilla, pero de tanto trabajarlo terminan matando el poema.

Eso depende de cada quien, unos trabajan en la cocina, otros en una hamaca, como yo. Trabajo en la cocina y cerca de una hamaca porque o me da sueño o me da hambre. La mayoría hace eso, pero no lo confiesan.

¿Crees que tu poesía establece un diálogo con la poesía que se escribe actualmente en otras lenguas indígenas?


No sé, encuentro cosas en los escritores jóvenes que me hacen recordarme a mí misma. Creo que es la pasión, la frescura, el atrevimiento; pienso en mis primeros libros, no me importaba nada, no esperaba nada. No tienes ni siquiera toda la información de qué es un buen poeta, no había asistido a ningún taller, no había ganado ninguna beca, no sabía que existían. Eres tú y tu impulso, tus ganas de ponerte sobre el papel, tu necesidad y nada más. Esos libros me gustan porque tienen una frescura, no digo que los otros no la tengan, se nota a leguas que era inconciencia, pero una inconciencia asumida de la cual no te arrepientes. En estas obras está el diálogo. Pienso por ejemplo que hasta hace relativamente poco, en Juchitán no había mujeres poetas, yo era la única y en todo el Istmo estaba otra poeta que era Rocío González, pero en su mayoría eran hombres y en zapoteco, menos. Ahora está Irma Pineda, Claudia Guerra, con ellas dialogo también.

¿Qué es para ti tu poesía?


Es mi asidero, es el abismo, es mi piel, es mirarme de una forma descarnada, es haber aprendido malamente o buenamente quién soy, es abrir los ojos a los más profundo que he tenido que es mi ser, la palabra, el zapoteco, Juchitán.

¿Hay algo más que quieras agregar?


Mi deseo es que venga mucha gente a escuchar a todas esas voces maravillosas que estarán en el festival, va a ser una gran fiesta de nuestros idiomas. Dedicado al maestro Carlos Montemayor, por ejemplo, cuando murió yo hablé de una orfandad, uno tiene gente que te apoya, que te quiere, que cree en esas lenguas. Siempre le dio un lugar y un respeto a las lenguas indígenas.


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