La actividad literaria del país ha sido siempre muy vital, y han convergido en ella distintas visiones sobre la poesía y sobre ser poeta o intelectual en nuestro país; hoy las circunstancias de la escritura se encuentran en horizontes distintos a los de las generaciones anteriores, los medios electrónicos han enriquecido o al menos, enrarecido, la dinámica de la producción y distribución de la literatura. Es innegable que la escritura está rodeada de un entorno en el que existe un nuevo horizonte de lectores, y una dinámica distinta entre medios de distribución, lectores y escritores. Para tener un testimonio sobre lo que piensan algunos escritores sobre escribir en estas circunstancias políticas y sociales, y cuál es su perspectiva sobre la tradición y el entorno cultural, el día 13 de junio de 2010 fuimos a la ciudad de Puebla para entrevistar a Alí Calderón, un poeta joven nacido en 1982.
¿Cómo ves, en términos de producción y recepción (becas, concursos y políticas culturales) el panorama de la poesía actual, y en comparación a como era antes?
Para empezar, yo creo que la tradición literaria de México es particularmente fuerte. Pero lo es desde el siglo XIX, desde María de Heredia, ¿Por qué el cubano decide venir a México? México ha sido un país muy importante para la literatura en América, y después, a lo largo de ese siglo vemos que pasa lo mismo. Después con Martí, etc., México se volvió un país de referencia. Por supuesto, en la época de los Modernistas, igual. México es un país que por alguna razón siempre ha sido un eje cultural junto, a lo mejor, a Buenos Aires y a Madrid, en el conjunto ya de la lengua española.
En el XX los Contemporáneos potenciaron eso. La revista de Contemporáneos le llegaba a T.S. Eliot y competía con Sur. Siempre hubo una industria editorial que fue creciendo, cada vez fue más grande al grado de que hoy, por ejemplo, nuestra industria editorial es amplísima. A lo mejor hay un exceso de publicaciones; todos los estados publican, todas las editoriales del gobierno, las independientes, hay un montón de poetas, es decir, el campo literario de México es grandísimo. ¿Qué tan bueno es eso o qué tan malo? No lo sé, porque este campo literario ha desarrollado particularidades bastante nocivas. ¿Cuáles particularidades? Bueno, podemos pensar, por ejemplo, que tenemos una tradición de premios literarios que viene desde la época de Carlos de Sigüenza y Góngora, donde aparecen medios de legitimación de la literatura. El que los gana se erige como poeta importante dentro de la tradición. Siento que muchas veces esos premios estaban arreglados, desde la época de Carlos de Sigüenza o del propio Góngora, es decir, tenemos una tradición literaria que siempre ha combinado prestigio y dinero, y cuando hay dinero siempre hay un problema. Si se conjugan prestigio y dinero, significa que la literatura, el campo literario, puede manipularse.
¿Pero no crees que hay una “dislocación” entre los premios y los estímulos, en relación a la recepción; es decir, en qué tanto se lee poesía?
Sí, yo creo que sí. Pensaba en Carlos Salinas que modifica el asunto de CONACULTA y todo eso, y arma el sistema de becas: el Sistema Nacional de Creadores, las becas para jóvenes… y entonces se empieza a crear una especie de “intelectual de Estado” o un “poeta de Estado” que tiene que jugar para pertenecer al sistema literario, en estos procedimientos y mecanismos de legitimación, tiene que participar de ellos para existir. Si no participa, está fuera y el que es capaz de dominar esos mecanismos, pues se erigirá como el mejor poeta de su momento, o como un poeta de participación.
Ahora, el asunto de la recepción literaria, dice el poeta uruguayo que radica en México desde los años setenta, Saúl Ibargoyen, que estamos viviendo el mejor momento de la poesía mexicana en el asunto de la lectura. ¿Por qué? Porque nunca hubo tantos lectores como hoy. ¿Cómo es el asunto de la recepción? Es algo que yo particularmente me he preguntado, porque existe eso que llaman la sociología de la lectura: quién lee, cómo lee y desde dónde leen. Ahora, yo me preguntaba si el prestigio o el éxito de un poeta o un autor, está ligado ¿a qué? ¿A qué está ligado? ¿A la afición por el público? ¿A que el público lo acepte, o a que lo acepte quién? Yo pienso que no es el público, sino que es el dominio de los medios de legitimación del campo literario. Si logra dominar eso, dominó todo lo demás. Cuando hay un desfase entre el gusto del público y el éxito literario, podemos hablar de que el gusto está viciado, de que hay un problema con el gusto, hay un falseamiento del gusto, y eso sí me parece muy peligroso. Lo veo desde el punto de vista de las lecturas; ¿quién es el poeta que nos gusta cuando hay una lectura? Muchas veces no es el más exitoso, ni el que tiene mayores poderes poéticos. Me parece una cosa muy extraña, muy complicada, pero que sí está tocada por el asunto de la corrupción, de sociología más que de las relaciones intratextuales, más con la calidad del texto que con la sociología de la literatura.
Además se arma como un 'traje de rey', ¿no? Como la historia del Conde Lucanor, del rey al cual “visten” unos estafadores, argumentando que quien no sea hijo legítimo, no podrá ver que el rey está vestido. Los premios a veces funcionan como este traje que le dice a los demás “si tú no entiendes es porque no eres lo suficientemente listo”.
Claro. Hay otra teoría, otra idea que dice que los premios no se ganan, se consiguen. El problema está en que en el imaginario hay corrupción; una beca dada genera un vaho de duda, un premio ganado genera un vaho de duda siempre, y bueno, es natural. Los jurados conocen a los que participan…
Y también es una política de Estado cuando se institucionaliza así que hay que dar premios, hay que dar becas, hay que cumplir con un sistema:
Platicando con el poeta chileno Omar Lara, que dirige la revista Trilce, me decía “es que es increíble como México tiene tantos premios”. Si vemos la página del sistema de promoción cultural de CONACULTA, podemos ver que hay un montón de convocatorias en el país. Convocatorias para teatro, para poesía, para narrativa, cuento y novela, etc., y siempre hay dinero, en todo se da dinero. Quizás el premio de poesía que se da en México, en Aguascalientes, de 250 mil pesos, es un caso inédito en América, es muchísimo dinero; pero entonces casi todos los concursos, casi toda la poesía en México implica dinero detrás, por lo cual siempre queda la duda.
Además siempre hay rumores, esas cosas que se dicen que uno no sabe exactamente si sí o si no, pero se dice, por ejemplo, que hasta para participar en las antologías, algunos antologadores han cobrado por incluir. Hay mucho de mentira en la literatura, ¿cuál es el camino para discriminar qué cosa vale la pena de la que no? Pues creo que la crítica literaria, que es pobre en México. Tenemos reseñistas impresionistas, pero nunca tenemos verdaderos críticos.
¿Tú consideras que hay grupos? Grupos como, por ejemplo, Poesía en movimiento, o La espiga amotinada. En su caso, Círculo de poesía, ¿intenta consolidar un grupo?
La literatura mexicana es un campo, para ponerlo en términos de Pierre Bordieu, un campo social, y en todo campo hay relaciones de poder. Siempre hay relaciones de poder, no hay de otra. Siempre hay grupos que son dominantes y que controlan los medios de dominación. ¿Quién controla Tierra adentro? ¿Qué grupo? ¿Qué gente? ¿Qué grupo de amigos? ¿O qué grupo está en la UNAM? ¿Qué grupo decide tal premio? ¿Qué grupo o qué tipo de gente decide las becas? Pareciera que no, que no pasa nada y que es todo transparente, pero si hemos visto qué ha pasado con el IFE, si hemos visto lo que ha pasado con la Suprema Corte de Justicia, que son instituciones absolutamente vigiladas, ¿cómo vamos a creer en las instituciones culturales? Yo sí creo que sería mucha inocencia creer en las instituciones culturales; ahí, evidentemente hay corrupción en la literatura, y hay miles de casos de amigos y enemigos. Siempre hay, pero el problema, el asunto está en ¿cómo se puede evitar? A través de la crítica literaria de carácter descriptivo: por qué un texto es bueno, por qué vale la pena un texto, por qué sí y por qué no. Eso es muy complicado porque también vivimos en una época donde todo se vale.
Otro ejemplo desde el punto de vista estético que se combina con la política: en 1966, Octavio Paz arma Poesía en movimiento. Se pelea con Pacheco y con Alí Chumacero porque Octavio Paz quiere, digamos, imponer una visión más experimental en la literatura mexicana, una búsqueda de la ruptura. Cuarenta y tantos años después, ése sigue siendo el canon. Si se dan cuenta qué es lo reconocido, qué es lo premiado, qué es lo favorecido institucionalmente, vía recursos, es esa poética de carácter experimental. Es la que puede acceder a las mejores editoriales, a las mejores revistas… y no está mal, pero es un ejemplo de, digamos, una línea estética marcada que está ligada al poder. Una paradoja al estilo revolución institucional.
Para hablar específicamente de su propuesta, El oro ensortijado, ¿cuáles fueron los criterios de selección de los poetas, y los poemas antologados? y, ¿consideraron los nuevos medios de difusión electrónica como los blogs y las redes sociales?
Primero debo decir que en 2007 hicimos una antología que se llama La luz que va dando nombre. Veinte años de poesía última en México, una antología de poesía joven, de gente que había nacido desde 1965, que es Jorge Fernández Granados, hasta 1985 con un poeta como Samuel Espinosa. Ese era el rango, veinte años de poetas. Entonces, ¿qué dijimos? ¿Cómo vamos a seleccionar? ¿Qué queremos hacer? [pues], vamos a hacer un trabajo descriptivo, partiendo de un enfoque más estructural, queremos ver cuáles son los lenguajes literarios que se ven muy claros en la gente que está escribiendo en este momento, partiendo de la noción del lenguaje literario, una noción descriptiva, semióticamente susceptible de descripción; y encontramos determinados lenguajes. Después nos dedicamos a El oro ensortijado y dijimos: “bueno, ¿qué pasa? ¿qué sentimos? ¿cómo vemos la poesía mexicana?” y pensamos: “efectivamente creemos que en la poesía mexicana hay algo de mentira, porque yo voy a una lectura en Bellas Artes un domingo, a las 12, y leen los poetas que tienen todo el prestigio del mundo, que salen en todas las antologías, que van a todos los viajes a España, a Sudamérica, a la Feria del Libro de Frankfurt, a todos lados, totalmente apoyados por el gobierno; tienen libros en CONACULTA, tienen becas del Sistema Nacional de Creadores, tienen todo lo que puede tener un escritor. ¿Y por qué yo, la gente con la que voy, la gente con la que platico, los leemos y no nos prenden? ¿Por qué no? ¿Por qué no nos gustan? ¿Por qué no nos implican? Ahora que hablabas de la recepción, ¿por qué no hay una fusión de horizontes?
Y entonces eso nos dio la idea de que a lo mejor hay corrupción del gusto, a lo mejor no es cierto, a lo mejor la poesía mexicana es una mentira. ¿Por qué nunca se valoró en México a un poeta del nivel, del tamaño, de Abigael Bohórquez, que es un súper poeta, poderosísimo? ¿Porque no era del centro, no era del DF? ¿Porque era homosexual? ¿Porque era de izquierda? ¿Por qué nunca se le valoró en su momento? Un poeta que nació en el mismo año que Pacheco y, como poeta, es superior a él, y que supera a cualquiera de los años cuarenta. Nadie nunca lo valoró, nadie nunca lo incluyó en una antología. Es decir, a la literatura mexicana le falta reflexión, le falta estudio, pero también está construida sobre el prestigio fatuo. Entonces no es cierto, no está funcionando.
¿Qué dijimos? Bueno, en esta antología (El oro ensortijado) nos va a interesa exponer nuestra visión. Somos cuatro poetas cercanos a alguna rama de la teoría literaria, y hacia la retórica o hacia la estilística, o hacia la semiótica o la sociología de la literatura vía Pierre Bordieu, por ejemplo, que son las cosas a las que nos dedicamos los antologadores; partiendo de eso y de nuestra experiencia como poetas, vamos a reconstruir nuestra tradición, vamos a ver qué poetas nos interesan y cuáles no. ¿Cuál es el parámetro fundamental? Nosotros creemos que la poesía mexicana, por lo menos de los años noventa para acá, ya venía desde Octavio Paz con lo que llaman “la prosa de Guadalajara”, entiéndase los trabajos de Jorge Esquinca, Ernesto Lumbreras y todo un grupo de gente en torno a él; y luego toda esta lírica, toda esta poética experimental, de Eduardo Milán, de supresión del sujeto lírico, de privilegiar el artificio sobre el vehículo expresivo. Dijimos "nosotros no creemos en eso, vamos a pensar en qué poesía sí creemos". Y entonces empezamos a hacer ese trabajo. Pensamos que la poesía --evidentemente un asunto subjetivo desde el punto de vista de la recepción-, debe estremecerte, como creía, por ejemplo, Robert Graves. Que un gran poema te implique, te choque de alguna manera, que sientas algo más allá del tedio cuando lees, y que, si lo logra, hay poesía; y si no, pues es más difícil. Y entonces pensamos, ¿qué poetas nos interesan verdaderamente?, no porque son amigos, no, sino que al leerlos, sintamos que hay poesía.
Es una visión, es solamente una visión. No le interesa a este libro ser canónico de ninguna manera, simplemente coexistir con las otras visiones que, digamos, son más totalitarias, y que lo absorben todo de manera incluso institucional. Coexistir, porque aquí hay amigos y hay enemigos. Eso sí no nos interesó, siempre hemos pensado que regatearle el talento a alguien es mezquindad absoluta. Aquí, por ejemplo, hay gente con la que no nos llevamos, que no es nuestra amiga. Jorge Esquinca no es nuestro amigo, nunca hemos platicado con él, pero reconocemos que hay un momento en que es un súper poeta, de lo mejor que ha dado México en los últimos treinta años, una maravilla. Reconocemos que está, en algún momento, María Rivera, que tampoco es nuestra amiga, incluso hemos recibido ofensas de ella, pero es buena poeta, no tenemos porqué dejarla fuera… O Julián Herbert, que también es un poeta decente, rescatable, que vale la pena, y están incluidos.
¿Y están al tanto de los blogs?
Sí, totalmente. Mira, si la poesía nunca circuló ampliamente en los años sesenta, setenta, si era muy difícil encontrar un libro, hoy lo sigue siendo, ¿y cuál es el vehículo efectivo para lograr esto? El Internet, totalmente. Sobre todo para la gente que nació de los años setenta para acá, el Internet es importante, ahí encontramos todo. ¿Dónde podemos encontrar a Abigael Bohórquez? Los poquitos poemas que se encuentran, están en Internet.
Y además precisamente en los blogs se da esta fusión de los horizontes de la que hablabas, y se da una relación desinstitucionalizada del autor con el público.
Hay una redefinición, además. Es muy buena, por ejemplo, la idea de las relaciones afectivas. Varios poetas aparecen y vas conociendo un montón de poetas a los que no hubieras tenido acceso de ninguna manera, y son muy importantes para estar al tanto de lo que va sucediendo en todos lados. Por ejemplo, en Círculo de poesía tenemos poetas de Baja California Sur o de Yucatán. Hemos tratado de pensar la literatura mexicana, la poesía mexicana, más allá de los márgenes del DF, donde todavía todo se concentra; pero hay que descentralizar en la medida de lo posible, es muy importante. Y a mí me parece que el medio electrónico es excelente. Yo, por ejemplo, no hubiera podido conocer a estos muchachos que se llaman poética debrayativa, yo no podía conocerlos porque no frecuento los mismos lugares que ellos frecuentan y no había muchos modos de conocerlos más que en Internet, ahí me puedo hacer una idea. Es una distinta manera de estudiar; por supuesto que desata otras cosas: una nueva forma de interacción social; la disputa, la calumnia a través del anonimato, son nuevas maneras de interacción que existen, y habrá que estudiarlas y darles la importancia que tienen, o que no.
¿Estéticamente, crees que el soporte influye en el texto?, por ejemplo, hay un sitio en Twitter que es twitter.com/microcuentos, ficciones en 140 caracteres o menos.
Claro, se define en el espacio. El soporte define el modo de ser del texto y nuestro modo de lectura. No es lo mismo escribir en Facebook que en Twitter, ya hay una variación de caracteres, de brevedad, de concisión. A lo mejor puede generar un tipo de literatura. Yo creo que todavía no estamos en condiciones de juzgar eso, pero ¿qué va a generar? Pues una literatura mucho más directa que busque la sorpresa, que sea absolutamente sorpresiva para que logre algún tipo de efecto, y que se acerque, a lo mejor sí, al epigrama, por ejemplo, que tiene que ser un poema muy breve y eficaz, sin oportunidad de desarrollo. Ahora, también está matando otros géneros, entre la gente que hace literatura de circunstancia en la red, destruiría otros géneros. La relación del poeta con la literatura siempre va a ser una relación íntima, más allá de la pantalla, y es un medio de difusión que como tal funciona extraordinariamente, porque podemos conocer ahora a los poetas jóvenes en Brasil, en Serbia, es decir, hay una pequeña maravilla con el Internet que descentraliza y amplía el mundo.
A propósito de eso, ¿cómo te mantienes al tanto de la producción literaria? ¿Por Internet, por viajes, por revistas, por circuitos literarios?
Es muy difícil. Evidentemente, como siempre, las revistas impresas son un camino obvio; normalmente las revistas impresas no independientes, para conocer cuál es la institucionalidad, cómo se ha institucionalizado la poesía, quiénes son los autores prestigiosos, quién sale en Letras libres y porqué. Siempre hay porqués debajo, o sea, nos van marcando ciertas cosas. Pero también las revistas electrónicas, los blogs literarios, es una de las maneras más fáciles para saber qué está pasando ahora en el país. Ahora, los encuentros literarios, los círculos de amistad, el chisme literario es fundamental.
Y en Círculo de poesía, que participan poetas desde Tijuana hasta Yucatán, ¿cómo se van integrando al grupo?
Muchas veces es a través de redes de amistad, o poetas que invitan otros poetas. Ahí está el sistema de que si invitamos a un poeta de Yucatán, que él invite a más amigos, que se haga cada vez más grande la red de invitar gente a participar. Muchas veces leemos en una revista, a lo mejor una revista independiente, bueno, las revistas tienen un correo y cuando vemos algo con lo que decimos “¡ah, caray, qué buen poeta, vamos a buscarlo!”, hay que escribirle correos, hay que hacer esa labor de búsqueda.
¿Qué tanto crees que influyen los estímulos sociales del país en la poesía actual? ¿Crees que se pueda hablar de un fenómeno parecido al ocurrido en la narrativa con la narconovela?
En ese asunto de la poesía social, por ejemplo, decía Héctor Carreto que él extrañaba cómo en México, los poetas escribían como si vivieran en Suiza, es decir, apolíticos, desligados de la realidad donde hay 46 millones de personas que viven con un dólar al día, y decía que vemos a un país donde en 200 años se ha obtenido, tal vez, tres veces una democracia, o elecciones reales, verdaderas; la primera Guadalupe Victoria, a lo mejor, Juárez en la época de la Restauración, y Fox; tres veces en 200 años, ¡imposible! Estamos viviendo en un país que no cree en las instituciones, a quién le importa el IFE, a quién le importa la Suprema Corte de Justicia, cómo se puede creer en eso. En un país que está destrozado donde ni siquiera hay imagen de país, ¿cómo va a ser esa poesía?
¿Tú crees que es distinto en el cine y en la narrativa?
En el caso de la narrativa podemos pensar que también es una necesidad editorial. ¿Por qué no publican una novela barroca? Porque no va a tener lectores. Está el caso, por ejemplo, de Manuel M. Montes, que ganó el premio Juan Rulfo, extraordinario… pero barroco, y es difícil que encuentre espacio. En cambio, si otro novelista y poeta de muy buena factura, un muy buen narrador como Rogelio Guedea, escribe un texto cercano a la circunstancia, es un éxito editorial. Si es más cercano a la circunstancia, hay lectores para ese tipo de literatura. Eso por una parte, ahora, la poesía social no es prestigiosa, escribir poesía social no es prestigioso desde los años setenta, que se consideró un panfleto que carecía de calidad literaria, entonces tenemos muy poca gente que se dedique a eso. Muchas veces se vincula la poesía con la crítica social a través del humor, a lo mejor Enrique González Martínez, o Héctor Carreto en algún momento, pero hay pocos, en realidad. No se hace mucha crítica desde la poesía. Es muy cómoda la vida del poeta, también por este asunto del sistema de premios y bonificaciones.
¿Consideras que la poesía sigue siendo el arte de la lengua o crees que ahora integra otras manifestaciones artísticas como los performances, la poesía visual, etcétera?
Hoy más que nunca estamos en una época en la que nadie sabe qué es poesía, en que la poesía es todo y nada. A mí me ha tocado estar en la Fundación para las Letras Mexicanas y en el FONCA, he tenido compañeros y visto lo que hacen, estoy más o menos al tanto de lo que se publica en México por escritores mayores o por escritores más jóvenes ,y de lo que me doy cuenta es de que hay como un caos estético; no hay vías estéticas, nadie sabe por qué un poema es bueno o por qué no. En ese ambiente donde todo se vale es muy fácil que se privilegie la mafia literaria, que el éxito de alguien no dependa de la calidad estética sino de lo otro, de la manipulación de las circunstancias.
Yo veo que la poesía ahora está en todos lados. En Estados Unidos, en Inglaterra y en Argentina es muy poderosa esta visión del performance de la slam poetry, como le llaman, y es una cosa importante, una manera interesante de hacer las cosas, como para impactar al público, para buscar el escándalo. En México, ¿qué tendríamos parecido a eso? A lo mejor esas lecturas que hace Ricardo Castillo de su libro Il relámpago, o las Poetas del megáfono, que pueden gustar o no, pero es una manera. Yo todavía creo que la gran poesía es la que te destroza algo adentro o la que te implica de alguna manera, y para eso el poeta deberá ser forzosamente un buen lector de su poesía; sería lo ideal. Hay casos extremos, que yo he visto, de grandes poetas leyendo su poesía, Mario Bojórquez, por ejemplo, cuando lee Casida del odio se electriza el público. Es un fenómeno inusitado, muy extraño; lee ese poema y la gente se saca de onda, sí se nota algo, una electricidad que deja en el ambiente.
Pero, ¿siempre en función de la palabra y de la lengua?
Tambén está el Taller de la Caballeriza que dirige Julián Herbert, y están buscando poesía visual, trascender el soporte. Son búsquedas que tenemos desde la colonia. Recuerdo que la revista Alforja dedicó, a finales del 2003, todo un número a la poesía visual, entonces había un montón de trabajos sobre poesía visual, poesía sonora, slam poetry, poesía ya en esta onda multimedia. Siempre hay búsquedas, pero ¿dónde está la poesía? En cualquiera de las formas, siempre que haya algo. El problema es qué es ese “algo” y dónde hay ese “algo”.
Yo pensaba que la tradición literaria de México era muy poderosa, muy fuerte, muy sólida respecto a las de América Latina, sobre todo en la actualidad, viendo los poetas que tenemos aquí y los poetas que había en América Latina, pero cada vez me desencanto más de la poesía mexicana. Hay una disputa entre esa posición tradicional que siempre existió, y una poesía experimental que no ha sido eficaz, que no ha aportado nuevos procedimientos expresivos, entonces es una poesía que siento que está en un momento de indefinición y de estatismo, que está estancada, que no se ha encontrado una nueva sensibilidad. No hay algo nuevo, ni entre los que quieren escribir de manera ordenada, canónica, de mayor pulcritud, ni entre los que están buscando en el asunto experimental. Es decir, es terreno virgen y es algo que las generaciones anteriores ya no hicieron.
¿Cuál crees que sea el papel de la Academia en la formación de escritores?
Básica. Dice por ejemplo el poeta Arturo Trejo Villafuerte que la generación de los cincuenta --los que nacieron entre 50 y 59- se caracteriza porque empezaron a ser poetas y licenciados, poetas que estudiaron lingüística y literatura, que antes no lo hacían o no lo hacían mucho, y a partir de esa generación ya mucha gente, muchos poetas, se dedicaron a la Academia. ¿Qué pasa? A la vuelta del tiempo todo esos poetas fueron formando a otros poetas y yo creo que todos nosotros tenemos por profesores a alguien que escriba poesía; profesores que nos han formado. Claro, se necesita una profesionalización del trabajo. El poeta tiene que saber qué está haciendo, con qué recursos, ser cada vez más consciente de la técnica pero también de la tradición literaria, menor ingenuidad y sobre todo, mayor espíritu de crítica, y eso es importante, por supuesto. Yo creo que ese divorcio entre Academia y literatura y creación, es como muy decimonónico, hoy no tiene espacio. Si pensamos, por ejemplo, en Estados Unidos, toda esta lógica del workshop está muy ligada a las maestrías, a los doctorados. Si pensamos en Jack Kerouac, Allen Ginsberg, ellos habían ido a Columbia, habían tenido también una formación clásica… Es básica. Para la crítica es un asunto básico, y todo poeta que se precie de ser un gran poeta, necesita ser forzosamente crítico.
Y precisamente, ¿cómo vinculas y distingues tu oficio de escritor con tu profesión de editor y de crítico?
Yo primero pienso que es una necesidad vital escribir los poemas, y uno es crítico en la manera de armarlos; de qué manera, buscando qué, con qué intención. Uno escribe desde ese punto de vista, pero también se es crítico al observar su contexto: con qué tipo de poetas convives, qué poetas te gustan, qué poetas no te gustan, cuál es tu tradición, en qué momento se escribe en relación con la tradición. Entonces es necesario que estén presentes en el mismo momento. Pienso en Alí Chumacero, con un montón de años de editor, o pienso en Octavio Paz que era un poeta y era un crítico y era todo. Más bien creo que tiene que ver con la vocación de las personas.
Pero a nivel de exigencia, por ejemplo, al momento de crear o al momento de criticar, ¿no te pesa mucho alguna parte? ¿Ser poeta al momento de criticar, o ser crítico al momento de escribir?
Sí, totalmente. Eso ya es un asunto de personalidad, pero en mi caso sí me pesa el asunto de la crítica a la hora de hacer mis poemas, porque uno se vuelve más inseguro, te amarras más, te detienes para hacer las cosas y eso no sé hasta qué punto esté bien. En cualquier caso yo prefiero ese 'amarrarse' crítico a soltar lo que sea, aunque depende de la personalidad de cada uno. Los poetas en México deberían ser más críticos, más críticos literarios, quiero decir, porque incluso las valoraciones que hacen, muchas veces son de carácter completamente impresionista y absurdo, y lo que se dice para uno, aplica perfectamente para otro, entonces no hay una valoración seria del trabajo de los demás ,y me parece a mí que es un asunto de generosidad y de amistad real leer con atención a los poetas y dedicarles un trabajo serio. Pero como les digo, en México pesan demasiado las relaciones sociales. Demasiado.
¿Con qué personaje literario te identificas?
Me identifico con Ramón López Velarde, pero por un asunto de sensibilidad; también me identifico con Ernesto Cardenal, mucho, con su poesía emotiva, y en algún momento social y religiosa. Quizás me identifico con estos personajes, por un lado, por un asunto de amor a la poesía, y por otro, como una actitud religiosa clara, que a mí me interesa.
Por último, ¿cuáles crees que son los obstáculos y las dificultades a los que se enfrentan los poetas jóvenes y la poesía emergente?
Los obstáculos: a la clientela, esta palabra del asunto de la sociología. Yo quiero insistir mucho en esa parte porque sí me parece que hay una contaminación de la literatura mexicana que está dominada por las relaciones sociales, que el que tiene éxito muchas veces es por una moda, pero modas dictadas, por una lógica de operación. Esto que hablábamos de los medios de legitimación… Yo creo que los autores jóvenes tendríamos que buscar nuevas formas de interactuar, nuevas maneras de construir el campo literario, dejar de lado esos mecanismos que lo han enrarecido todo, que lo han falseado todo. ¿Cuáles son esos mecanismos? Decíamos, la obtención de becas y de premios, el padrinazgo de un escritor importante en el momento, la proximidad al poder político, la publicación en revistas de mayor prestigio y mayor circulación editorial, la publicación en las mejores editoriales. Entender que la literatura y la poesía están más allá de estas relaciones, y que van más allá de estos procedimientos y mecanismos de legitimación; y en la medida en que podamos hacer una literatura más crítica, que sepa qué busca, una literatura más honesta, creo que podemos construir mejores condiciones de equidad en la participación. A mí me parece que eso es lo primero que tenemos que buscar para convivir felices.
¿Y cómo crees que la poesía joven dialogue con la tradición? ¿Cómo se inserta en el canon estético más que en el institucional?
Veo dos cosas: que muchas veces los poetas jóvenes, en un afán de experimentación, se desligan del conocimiento de la tradición literaria, y eso es muy peligroso porque tendremos poemas que jueguen con el espacio a la Mallarmé y que no saben qué es un madrigal. Es decir, el poeta tiene que ser consciente de su tradición y, a partir de su tradición, desbaratarla, destrozarla, escupirle o hacer lo que quiera, pero a partir del conocimiento de ella, no del desconocimiento que engendra ingenuidad. A mí me parece que es necesario un trabajo casi de rigor académico para conocer la tradición, y a partir de ahí, vámonos para adelante.