Este tictac es lo más terrible de todo─
oyes el sonido que digo en los barcos y los trenes,
lo oyes dondequiera, pues es la condena:
el tictac de la muerte real, no el tictac del tiempo;
la termita en el podrido maderamen del mundo─
Malcolm Lowry
Primero háblame de tu quehacer periodístico. De Apuntes de un viejo lépero has hecho un espacio para el análisis de la situación política y social del país en general y del estado de Guerrero en particular. En una nación donde pareciera que incluso la denuncia ha perdido su sentido, ¿a dónde quiere llegar Jeremías Marquines con sus reflexiones sobre la compleja problemática política que vivimos actualmente?
Escribo un periodismo directo porque no creo y, además, desprecio la neutralidad valorativa y la asepsia. Hago periodismo porque estoy indignado contra los estúpidos que pretenden engañarnos y tratar a las y los ciudadanos como ilusos. En Guerrero hago periodismo en su función de didáctica social. La columna Apuntes de un viejo lépero busca generar indignación, trata de recordarle a la gente que muy dentro de ellos existe ese sentimiento dormido y que hay que usarlo para generar transformaciones en el quehacer público. Escribo esta columna desde hace unos diez años y aunque tengo mucha fe, a veces me he decepcionado de la sociedad y creo que ciertamente es masoquista, opta por el engaño, lo trivial, el chisme y el argüende. En la actualidad la estupidez y el conformismo son cada vez más intensos y nos llevan ventaja, el único antídoto contra un mundo cínico es la indignación activa. La crítica un poco más honesta; eso es lo único que pretendo.
¿Cómo combinas el tiempo dedicado al periodismo con el que dedicas a la creación poética?, ¿cómo separas al periodista del poeta?
Escribo periodismo cuando no puedo escribir poesía. Hay días en que no ocurre nada en el mundo de la ilusión y entonces ocupo las mañanas observando la aburrida ilusión de la realidad. Trato de separar la ilusión crítica de la poesía, de la crítica de la ilusión que se ocupa de lo social y lo político. Cada uno tiene su esfera del lenguaje, sus propias herramientas: uno trata de comunicar un hecho, una acción, busca convencer, orientar. El otro, busca crear equivalencias sensibles de esa realidad. La separación ocurre en el uso del lenguaje, no hay confusión. Hacer periodismo me permite completar lo que no tiene cabida en la poesía. Pero al final, aunque parezca contradictorio el poeta y el periodista son una misma cosa, tratan de interrogar la misma partícula de polvo, se afirman en la vida y la libertad.
¿En qué punto convergen, si acaso lo hacen, lo político y lo literario en tu obra?
Casi no convergen, sé para qué sirve cada uno. La política es pensamiento en práctica, la literatura es práctica del pensamiento. El verso sólo sirve al verso, a la nube que se toca con la mano, a la estrella que se toca con los labios y al hombre que se modifica; el periodismo, al realismo, al cliché social y al hombre unidimensional, trágico, con su impotencia de enajenación y autocastigo.
En algunas entrevistas has manifestado que el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes 2012 que recibiste no fue lo que se dice una sorpresa para ti, ya que confiabas en la calidad de tu trabajo. Esto significa que conoces muy a fondo el alcance de tu poesía, ¿cómo ha sido ese proceso de autoconocimiento creativo?, ¿cómo sitúas tu obra poética en la escena literaria nacional?
Como todo poeta que se precie de serlo, trato primero de entender y poder explicarme lo que escribo. Tengo veinte años de escribir poemas y puedo pensar que, durante ese tiempo, alguna certeza puedo llegar a tener sobre mi trabajo. Al escribir Acapulco Golden estaba consciente de sus propias profundidades turbias, de la fuerza mítica de un lugar como Acapulco y de un personaje como Lowry, así que fue una conjunción de varios elementos que me dieron la certeza de estar engendrando un caos para que brillara una estrella, como decía Nietzsche. Con respecto a cómo sitúo mi obra en la escena nacional, pues no sabría responderte porque no me he ocupado en pensar esa parte, pero si alguien tiene que decirlo alguna vez, esos serán los propios lectores y el tiempo.
Tú vives muy de cerca el poder que el lenguaje ejerce sobre la sociedad. En este sentido, ¿qué papel juega el lenguaje poético según tu perspectiva como poeta?
Pienso que el papel que juega el lenguaje poético sobre la sociedad es ese sentimiento de ser todo, y la evidencia de no ser nada. Vivimos en un tiempo en que todo se consume y nada se entiende, somos memoria residual, fragmentos de vidrio, sin historia, sin imaginación. El papel del lenguaje poético es residual, es estar al margen. Cada vez se usa más para legitimar la fantasía vulgar de exotismos fantásticos transhistóricos que nos vende el cine hollywoodense y las agencias de publicidad convertidas en editoriales. Pienso que el lenguaje poético tiende cada vez más a la despersonalización; a la sobrevivencia como simple imagen, como un cuerpo extraño que ya no funda identidades.
Acapulco. Es un lugar ya mítico, deseado y despreciado. Un puerto donde el glamur y la miseria se bañan en las mismas aguas. ¿Qué lugar tiene en tu obra?, ¿cómo influye su entorno en ti?
Ciertamente Acapulco es un mito social de gran valor simbólico. Aquí la vida asoma por instantes entre caseríos, coches, playas, cantinas, conversaciones viejísimas y humedales. En partes, parece detenerse o congelarse como esas postales de hace treinta años. A veces, es un lugar que resulta atemporal, por eso es mítico, porque es un sitio detenido en el imaginario colectivo. Todos estos ecos o fantasmagorías me fascinan; los rastros de vida de viajeros que han hecho de Acapulco una escala significativa de su vida, como Lowry, y que son ellos los que han construido esta leyenda que es la bahía. Desde hace más de diez años, los escenarios narrativos de Acapulco son parte intrínseca de mi trabajo.
¿Cuál es la situación actual de la literatura guerrerense?
La literatura actual de Guerrero es prometedora pero sigue siendo incipiente. Es una literatura joven porque hace unos diez años no figura en ningún mapa de la literatura nacional. Hoy existen autores ya muy conocidos como Jesús Bartolo, Citlali Guerrero, Federico Vite, Iris García Cuevas, Paul Medrano, entre otros más recientes que van configurando el mapa literario del estado. A partir de los escasos talleres, encuentros y políticas culturales actualizadas que han puesto atención a los creadores jóvenes la situación ha ido mejorando lentamente. Sin embargo, aún dista mucho para lograr empatar con otras entidades donde la actividad literaria es más vigorosa. La literatura de Guerrero carga con el mal endémico que sufre esta región que es el rezago en todos los órdenes. El estado tiene 81 municipios y las políticas culturales sólo se centran en cinco. Aquí, es preferible gastar 11 millones de pesos en un festival que dura tres días y que luego nadie recuerda, que apoyar la creación de una red estatal de talleres que funcionaría con la mitad de ese presupuesto y ayudaría a la formación y especialización de los creadores locales. Esa es la desproporción.
¿Qué autores —qué lecturas— te formaron como escritor?, ¿qué es lo que te seduce en Lowry y su obra?
Pienso que casi todos los escritores hemos leído más o menos lo mismo, algunos más o algunos menos, los que me han atrapado en distintos momentos son Thomas de Quincey, Saint-John Perse, T.S. Eliot, Derek Walcott, Seamus Heaney, José Carlos Becerra, Alí Chumacero, Oliverio Girondo, Jorge Enrique Adoum, Hugh Auden, José Gorostiza, y mucho más que ya ni recuerdo, son muchos. De Lowry me fascina su realidad a retazos, la imposibilidad de abarcarlo porque siempre está saltando de una a otra pesadilla, la fabulación extrema de sí mismo, y por esa prosa de imágenes y atmósferas inasibles que es Bajo el volcán.
¿Cómo defines el panorama de la poesía mexicana actual? En tu opinión, ¿el soporte tradicional sigue siendo suficiente o es ya necesario integrar diversas manifestaciones artísticas como las visuales, las sonoras, etcétera?
Si en algo se distingue la producción de los poetas mexicanos es precisamente en fingir lo que no son. Más que atender los cambios y mutaciones de la lengua y de su entorno, los poetas han estado más alerta a percibir los cambios y reacomodos de la institución literaria vigente que los legitime. Buscan escribir en estilos que han sido populares o que refieran a tal o cual poeta muerto para mantener la aprobación correcta. Ya han pasado más de diez años del nuevo siglo y unos veinte años de vivir en la postmodernidad (al menos, en una atmósfera más virtual que real), y por ninguna parte se percibe en la poesía ese mundo imaginal que nos inunda, esa manera de ser y de pensar enteramente atravesado por la imagen, lo imaginario, lo simbólico, lo inmaterial como reacción a la saturación de las antiguas formas. Sin embargo, no creo que la práctica de integrar el diseño gráfico, el video y la instalación, para dizque crear algo diferente sea suficiente. Eso es una simulación muy pobre porque ni se hace video, ni diseño gráfico, ni música, ni poesía, ni teatro, ni danza. Cuando uno revisa sus contenidos encontramos un producto muy fútil. Creo en la poesía que se escribe letra por letra, en la que se esfuerza por construir con palabras el mundo imaginal, lo inmaterial, lo simbólico que atraviesa la realidad. Pienso sí, que la poesía tiene que escribirse de otra manera pero su soporte es la página, la pantalla es para otra cosa, el soporte de la poesía es la página, el papel, los muros, quizá. También soy consciente de que escribir poesía es estar fuera de lugar, en desequilibrio, en las orillas. Lo que domina ahora es el imperio de la narratividad como fenómeno emergente y pienso que así va a seguir durante la primera mitad de este siglo, por eso la poesía debe cambiar sus estrategias, trabajar más bajo la directriz de la épica que de la lírica solipsista; trabajar con atmosferas narradas donde el tiempo transcurre y mitologías cotidianas, dejar de hacer una poesía de temas para pasar a una poesía de tramas.
Las redes sociales han modificado el horizonte de lectores, la internet es un espacio infinito en posibilidades para la expresión artística, cultural y literaria, en este marco, ¿cómo percibes tu circunstancia como poeta?
Parto de la idea de que el internet y las redes sociales son herramientas de comunicación, no de creación. Favorecen más a esa narratividad como teoría emergentista y sus modalidades discursivas, presentes en los blogs y en otras herramientas virtuales. Son plataformas para comunicar, para acercar lo creado, para difundir, infiero allí una confusión motivada por la novedad de uso de la tecnología. Muy poco de lo que se hace en la actualidad en las redes tiene ese carácter trascendente que se le da a obras realizadas en formatos tradicionales o analógicos. En las redes se habla mucho de todo y se entiende poco de nada. Las redes las uso, voy a ellas consciente de lo que son y para lo que sirven, subo a ellas mis textos, leo los de otros pero para crear tengo mis libros de papel, un bolígrafo y muchas hojas blancas.
Por último, hay algo que llama particularmente mi atención en tu poesía: los títulos. A veces son casi un microrrelato. Duros pensamientos zarpan al anochecer en barcos de hierro, Varias especies de animales extraños cubiertos de piel jugando en una cueva con un pico mientras Richard Dadd observa desde un calabozo en Bethlem, De más antes miraba los todos muertos, ¿puedes hablarme de ello?
Tiene que ver con mi esencia barroca y tropical. Trato de darle al lector elementos para ejercitar su hipocresía, facilitarle el acceso a la pesadilla del lenguaje, son invitaciones no formales para visitar la extrañeza. Los títulos de mis libros tratan de reflejar fielmente lo que el lector va a encontrar dentro de sus páginas, y siempre intento no decepcionarlos.