No. 83 / Octubre 2015


 


Selección de poemas de Marta Miranda

 

 


El oleaje

 

El mundo

la película
que te separa de él

El mundo:
aquello que se toca
en la orilla

                     (De “El oleaje”, Nusud, 1997)

 

Fauna

                  “No hay amor verdadero sin un poco de inocencia.”
                                                                            Albert Camus

Asomada al balcón de casa
disfruto los últimos
coletazos del verano
 
El puesto de flores
ya cerró
y en la esquina el movimiento
es agitado
travestis
taxi boys
chicos preciosos
aportan colorido
al paredón de la universidad
 
Al pasar de las horas
se han ido
han vuelto han subido a los coches
y bajado de inmediato
infinidad de veces
 
Junto con las horas
pasó la noche
y la pequeña fauna
ralea
 
En todo este tiempo
no sé si por el puesto
cerrado de flores
o qué
ninguno de nosotros
deshojó una margarita

                                (De “La misma piedra”, Ediciones del Dock, 2002)

 

Camina por el borde
contempla
el impecable espejo

Dice la nadadora:
no hay
como sumergir el cuerpo
en la superficie azul

En un punto preciso
se detiene y calcula la distancia

respira profundo

alza los brazos

Es corto el movimiento
las  piernas de la que nada
se flexionan y empujan el cemento

el resto cae al agua
por su propio peso

                                              (De “Nadadora”, Bajo la Luna, 2008)

 

La que nada quiebra la superficie
en un solo segundo
se apagan todos los ruidos
 
Todo es distinto
bajo la superficie:
 
el movimiento lento
y la luz que reverbera en el fondo
mezclada con el agua
 
Imágenes de un mundo
todavía sin formarse

                                    (De “Nadadora”, Bajo la Luna, 2008)

 

El río poderoso

En medio de la isla
sola
en una cama que no es mía
escucho la tormenta
Para amainar el miedo
trato de identificar los ruidos
prevalecen
ante todo
el chasquido potente
de la rama de los sauces
y a lo lejos
el enorme caudal
del río poderoso

Después de muchas horas, seca y viva
recostada en el muelle 
veo el rostro de la amiga
que se acerca en canoa
Imposible me digo
pero allí están
su sonrisa
sus bellos ojos claros

Luego de la alegría me cuenta
que su casa queda
frente a la mía, a pocos metros cruzando el río

Hubiese sido bueno saberla allí
anoche
en el momento en que un rayo sacudió la isla
cuando temía
a todo lo que no se ve

Miro el Paraná y calculo
son
a lo sumo unos cuarenta metros hasta la otra orilla

en el medio
corre calmo el río
trayendo
lo que trae

El río
es variable en su anchura
y así
entre las hojas
lleva y deja 
la gente que se quiere
las partes
de una misma

aquellos
que no veremos más

                                   (De “El lado oscuro del mundo”, Bajo la Luna, 2015)

 

No recuerdo la sonrisa de mi padre

Aunque la enfermedad lo devoraba
siempre ponderé
la belleza de mi padre:
sus grandes ojos
sus manos alargadas
el aire irónico con que miraba el mundo

Desde su silla
si alguien cometía una torpeza,
cosa frecuente dado el lugar
las circunstancias,
si me miraba en esas circunstancias
sonreía calladamente
yo tomaba ese gesto como una señal de bienvenida, 
de ser parte de su mundo

Sin embargo
no recuerdo su sonrisa, digo,
lo material
de su sonrisa

¿Sus  dientes eran amarillos
o parejos?
En el recuerdo
la sensación es de felicidad
pero la imagen congelada
al mirarme
tiene  sonrisa que ofrecemos al perro abandonado
que al cruzarnos en la calle nos sigue
mueve la cola, no nos muerde

Creo que es suficiente
con saber que mi padre sonreía
más allá del recuerdo
para poder creer en la regla de bondad
de todas las sonrisas
de todos los perros
de todos los padres de este mundo

                                   (De “El lado oscuro del mundo”, Bajo la Luna, 2015)