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No. 83 / Octubre 2015


Eduardo Cerecedo
(Tecolutla, Veracruz, 1962)



Poema a Rubén Bonifaz Nuño
Imagen de Córdoba
Primer mes del año nuevo
       I
                                       
                                                                                    A Paloma Guardia

Acaba de amanecer, un sol frío forma hebras
a la luz desprendida de los naranjos que estalla en los pájaros
al hacer el cielo en sus alas.

Los cafetos, caparazón de ramas y de hojas
probando esa llovizna que ladea el soslayo de la tarde
por el ojo del año que ha comenzado a correr,
a cobrar  factura en este tiempo hoy.

Ahora llueve,  el rocío que corre por el viento, ha entibiado
por segundos esa voz que brota  en la raíz del aire.
El poeta se lava los ojos, se los talla con el revés del agua, aleja la
palangana
en que minutos antes bebió, el buche de agua descopó el nido de
hormigas,
su lengua ahora es  en imágenes de la Iliada, la espada atravesando el
pecho
de perros hambrientos.
Se vuelve a asomar por la mañana, avienta la toalla, se calza, toma su
reloj de
  bolsillo, en su chaleco brilla el sol apagado, una perla entonces se
hace
 infancia, vuelve al nudo, ese que duele en la garanta y que el dolor
resuelve
 con su perla, ahora cereza al espejo que abandona la mañana en esa
lluvia de enero en las cañadas de niebla donde los cerros son cafetos a
 reventar en cogollos de agua al caer.
La mañana ya en tránsito dechada, un pozo en que culmina la imagen del
espejo
en una moneda caída al fondo de su esplendor.


Poema a Guillermo Fernández


Conocedor de rutas marítimas, de geografías, de climas
de un gusto por la lengua italiana, de un placer por el vino
mediterráneo. Caminante, su placer por lo cotidiano en las
ciudades, lo lleva a conocer el diapasón de mares, malecones,
riberas donde el sol aún tendido sobre la hierba repasa el
itinerario solar.
De occidente, de allí vienes, solo, con tus lecturas bajo el brazo
buscas el oro de la lengua en sus sonidos, y la oscuridad es la lámpara
que tu pluma ennoblece al plasmar tu pensamiento en la proa de la
apalabra,
allí levantas un horizonte y la poesía se renueva en  La Hora y el sitio,
es tu
bautismo, conoces México en Europa y el mar es tu cobija que arde
en lo que hablas y, tus clases de aire buscan la tolvanera que junio
abandona en las puertas del viento, sin más, minuta que, la que se
firma
al calce.
Es la voz del poeta, cartografía espiritual que habrá de ingresar el mes
de marzo a otro viaje, al que te adelantaste, como tu poesía al tiempo.


Poema a Víctor Sandoval

Sale a caminar sobre la tarde que ha empezado a roer la oscuridad, silencio para el silencio, un viento que del norte nace esculpe su rostro con el sello del mármol de su estado vecino. Oye el ladrar de los perros, la corriente del agua en la tinaja, su secreto de quietud avanza por el tallo que de la noche viene, se arquea el agua en la fuente que luminosa pare sobre lo tibio del instante, finca su corriente, el agua sueña correr, llegar a un arroyo, perfumarse con la piel de alguna muchacha a esta hora oscura, donde la luz juegue con ese temblor de Tierra adentro, degustar el agua por su voz, de agua acaso que mueva al poeta a cambiar de ritmo por la luna en la marea siglos.

Viene don Víctor, pensando en sus amigos, aguzarlos con el nuevo poeta leído, que ha descubierto en su viaje por Europa. Busca las imágenes que le den la seguridad de nombrar las cosas, de bautizarlas, de llegar al poema como se llega a la ciudad buscada, allí instalarse, formar con la memoria Fraguas, vitalidad de bosque, de mar, de río; hacerse sedentario nómada del día, en ese círculo de fuga, llamarse Víctor Sandoval en esa fundición de energía que gobierne su pensamiento, bajo la solvencia de compromiso por la soledad en sus frutos.

Solo la memoria te hace volver a la infancia para retener por momentos la imagen paterna que busca tu poesía en el mar de las cosas. Así la escritura te hace y te envuelve en el nicho de palabras al aire.