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La muerta tibieza de los bosques. Poesía selecta
Andrea Zanzotto
Trad. de Mara  Donat y Giampiero Bucci,
Vaso Roto Ediciones,
Monterrey,
2011.
 

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No. 85 / Diciembre 2015 - Enero 2016





Más allá
(de Detrás del paisaje)

Más allá tú siegas y compones
las suaves semejanzas de las flores
más allá no se sacia
nunca tu hambre de niña
y tienes la manzana y el hielo vegetal,
allá punta tu pulso la brújula
para indicarte la estrella
que es tu verdadero gemelo;
y tu duda se alarga una sílaba
para que tú puedas conocer
colinas como nueces
para tus diente juguetones,
solos como vuelos de avispas
y palabras que suenan como monedas;
y tú preparas al viento la hora
de las más grandes altitudes
de las más vívidas sementeras
de sus visitas que enamoran

Es por ti que la dicha de los países
libremente va imitando
tus actos simples;
y por ti esta tierra no es
sino un dócil minúsculo satélite
[que] sabe muy bien hacia donde se dirige.



Náutica celeste
(de IX églogas)

Quisiera hacerte una visita
en tus reinos longincuos
tú que siempre
confiada vuelves a mi cuarto
desde los cielos, luna,
y, así como yo, sabes resplandecer
únicamente de ajena esperanza.



Posibles prefacios o reanudaciones o conclusiones, III
(de La beldad)

En una homogénea tesis mi mejor
elemento, el miedo,
se confunde con el héroe. Con el cielo, con arriba.
Quién sabe qué tesoros creí llevar
y legítima para ellos la más acobardada cobardía
no sé qué me sostiene contra tanta lotería
contra tanta riña para luego huir en el decir;
premiadme cosas y no cosas por la animación
sospechosa en vuestras conversaciones,
por tal asediante auscultación,
por ponerse cómodas de ritmos y rimas
a la altura allá se os inducia
se os volvía monte asomado vianda vaticinio.
        Canallescamente obstinadamente allendepuente
                               (allendefábulas allendemitos).
Ahora que cerrado a las distinciones
estoy más que nunca inerme a la distinción final
revuelvo la sal en la escudilla: perplejo:
el grano el esplendor
que deduje de todo
–a pesar de todo no obstante–
–tal vez, si bien, así–
produzco esta quietud marginal.



RÈITIAI S’AINÀTEI VEBÈLEI
[Rèitia sanadora, tejedora de la vida –deidad venética antigua–]
(de Filò; algunos textos de este libro fueron hechos expresamente para el Casanova de Federico Fellini)

      Figura verdadera, naturaleza verdadera,
      lanzada en rayos como una aurora
      que a todos toditos enamora:
      tu aliento es el viento, siroco o bóreas
      que despierta escalofríos de vida eterna,
      señora de oro que nos gobierna

ah Venecia   ah mi Reina   ah Venùsia



Alto, otro lenguaje, ¿fuera idioma?
(de Idioma)

Lenguas florecen fascinan
enselvan y traicionan en miles de
       agujas de mutismo y sorderas
se hunden y se agudizan en muchos y muchísimos idiotas
Lenguas entre cuyos báratros en balde
se piensa pasar – florecidos, florecidos, en altísimos
sabores y olores, pero son idiotez
Idioma, no otra cosa, es lo que me atraviesa
en persecuciones y anhelos h j k ch ch ch
        idioma   
        es aquel gesto enyesado
        que acumula
        tardes tijereteadas hacia la nada. Pero
parece que de rocks cruelmente rotos entre
los dientes diamantíferos, ¡que en
ebrios licores lleguen los idiomas!
Pareciera, cada uno, residuo de sí, de
yo-lengua, ¡reducido a seducción!
Pero ves cómo –en idioma– corre los más horribles riesgos
la misma niebla hechizada del mundo, surtido
de modo estático elegir, de toda devoción
       Y allá me arrastro, hacia el intraducible porqué
       fuera-idioma, hacia el aquí, lo súbito,
       hacia el circuito cerrado que pulsa,
el grumo, el giro de unos esguinces en un monitor
Que no haya idioma, ni traducciones, ahora
       dentro del disperso
       el multivirado desperdiciarse en sí
       de este insistente ataque del otoño.
«Ataque», «traducciones», ¿qué dije? ¿U
otros sinónimos h j k ch ch ch
siempre más nerviosamente atinados, en otros idiomas?
¿Pero qué me importan ya los idiomas?
Y sin embargo, sí, alguna
pequeña poesía, que no quisiera meterse
pero siempre vive y muere en ellos – eso me importa
y la hoja de papel
para siempre robada por la oscuridad
ventosa de una ValPiave
de verdad definitivamente
canadiense o australiana
                            o más allá.


 


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