traducciones_alvin.jpg

Alvin Pang

No. 85 / Diciembre 2015 - Enero 2016


Poetas chinos núm. 85:
Alvin Pang
Cui Xinyu
Liu Chang

___________________________________________________________________

Traducción de Gaspar Orozco


Alvin Pang nació en 1972 en Singapur. Ha publicado 6 libros de poesía y ha sido editor de varias antologías de la literatura de ese país, destacando Tumasik: Contemporary Writing from Singapur. Su obra se ha traducido a más de 15 idiomas. Realiza una intensa actividad de promoción de la literatura de Singapur, siendo, entre otras cosas, fundador de The Literary Center, organización no lucrativa dedicada al desarrollo literario, la comunicación intercultural y el cambio social. La literatura de Singapur se produce en cuatro lenguas distintas, reflejo de su conformación como país: chino, malayo, inglés y tamil. Aunque de ascendencia china, Alvin Pang forma parte del movimiento de jóvenes escritores singapurenses que decidió expresarse en inglés.


There is a moment

There is a moment
when the familiar becomes lost
and I am trying to find it.

It should be a gradual process,
the loosening of leaves
from the fold of bark.

Instead there is
a clear point of divide,
between what is and what you have known

like a boy who wakes up one morning
and clears his throat
to find his voice no longer his own.

It could be a similar instant
when a chick knows it is time
to tear down the walls of its shell

when an old man knows
these are the last monsoon rains
he will ever see.

We are blind beyond this point,
having come ourselves
from just such a moment as this.

So much time is spent
denying its presence,
fending it off with words,

holding back the sea with sand castles
as the tide comes in,
treating it like a stranger.

But when I find it I will ask
it its name, so that when it arrives
I can greet it
and we can meet face to face,
equal and unafraid.


Se da un momento

Se da un momento
en que aquello que era familiar se pierde
y es ahora que trato de encontrarlo

Tendría que ser un proceso gradual
como cuando se desprenden las hojas
del rebaño de la corteza.

En cambio, se da
un nítido punto de ruptura
entre lo que es y lo que has conocido

como un muchacho que se levanta un día
y aclara su garganta
para saber que su voz ya no es la suya

Puede ser un momento parecido
a cuando un pollito sabe que es la hora
de derribar los muros del cascarón

o cuando un viejo sabe
que éste será el último monzón
que verán sus ojos.

Mas allá de este punto, estamos ciegos,
porque ya hemos viajado
desde un momento exactamente igual a éste.

Se pierde tanto tiempo
negando su presencia, combatiéndolo
con palabras,

conteniendo el mar con castillos de arena
en la hora que llega la marea,
tratándolo como un extraño.

Pero cuando lo encuentre, le preguntaré
su nombre, para que cuando al fin llegue
pueda darle la bienvenida y
podamos encontrarnos frente a frente,
iguales y sin temor alguno.

 

In the end
(An epitaph)

the things we love
give back our names.
One handed me a plain stone
to carve into something better.
Another returned the long
lost user guide to my left brain.
Someone passed a slip of paper,
my inscrutable handwriting
on one side, and on the other
in bright colours,
the words “I Want It All”.
Others brought flowers
- irises, daffodils,
the soft unpeeled heart of a rose.
None of the clothes fit any longer.
I put aside the books I’d read,
and hadn’t read,
they took flight as endless stairs,
circling beyond my years.
But I loved most of all
the quiet Sundays,
when fingers of rain
would write themselves
on the clear page of my window,
dying to tell me their stories.


Al final

(Un epitafio)

Las cosas que amamos
nos regresan nuestros nombres.
Una  me dio una piedra lisa
para que grabara en ella algo mejor.
Otra me devolvió el instructivo
perdido por mucho tiempo
del lado izquierdo de mi cerebro.
Alguna me pasó un pedazo de papel
con mi escritura indescifrable
por un lado, y en el otro,
en brillantes colores,
las palabras Los quiero a todos.
Otras trajeron flores
-iris, narcisos
el suave corazón cerrado de una rosa-.
Ninguna de mis ropas me queda ya.
Hice a un lado los libros que he leído
y los que no he leído.
Volaron como escaleras infinitas.
dando vueltas alrededor
más allá de mis años.
Pero sobre todo,
me gustaban los domingos tranquilos,
cuando los dedos de la lluvia
se dibujaban a sí mismos
en la página clara de mi ventana,
muriéndose por contarme
sus historias.