Kathrin Schmidt 

No. 86 / Febrero 2016


Poetas alemanes núm. 86:
Durs Grünbein
Jan Wagner
Kathrin Schmidt
Marcel Beyer
Marion Poschmann
Monika Rinck
Volker Sielaff

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Kathrin Schmidt 
(Gotha, 1958)


Una de las escritoras más reconocidas en Alemania actualmente. Nació y creció en la República Democrática Alemana; estudió psicología y se especializó en niños, ella misma madre de varios. Con la caída del Muro participó con la Izquierda Unida en las mesas para la Reunificación –más adelante comentó su asombro de que las reuniones estuviesen dictadas exclusivamente por las actividades y necesidades masculinas. Trabajó en el Instituto de Investigaciones Sociales Comparadas, en Berlín, y hasta 1994 fue que decidió convertirse en escritora de tiempo completo ante su creciente éxito literario. Comenzando el siglo contrajo una enfermedad neuronal que la tuvo al borde de morir, o algo peor; pero afortunadamente logró recuperarse íntegra. De la experiencia surgió la novela Du stirbst nicht [No morirás], que vendió ¡150 mil ejemplares! y en 2009 obtuvo el Deutscher Buchpreis, el premio por el libro del año en Alemania.
    
En cuanto al siguiente poema, “go-in de las belladoñas” , no pude más que relajarme un poco cuando caí en cuenta cabalmente de que incluso en alemán para un lector alemán común es un texto críptico, en el que la autora codifica claves propias y recodifica frases hechas y lugares comunes para plasmar inusuales configuraciones, aludiendo en este caso sobre todo a las berlinesas occidentales vistas a través de los ojos de una mujer de Berlín Oriental, pero cuyo protagonista, sin duda alguna, es el lenguaje.
 



go-in der belladonnen


im oberwasser berlins ein rumoren: breitblättrig,
außer fasson, schlägt die zunge ein rad. wer heut eine ubahn beherrscht,
hat morgen gut lachen. wer heut eine bank überstimmt, ist morgen
nicht nackt. die stimme des filters säuselt aus den gebäuden:
o lass dich durchsaugen vor dem gang in den fettnapf,
den handlangerstatus. Belladonnen am hammerklavier
in der philharmonie, belladonnen im pub und im kaufrausch, belladonnen
in den bettelschächten der züge, belladonnen im laken. wenn eine nicht bellt,
wird sie gleich für den hund gehalten, der immerfort schweigt,
und mitleids gefüttert. so wird sie dann wirklich nie zu den
bellen, den donnen gehören. der sturz aus der klaviatur
scheint ein ratschluss von innen, ein silberblick des geschlechts.
überdauert  ein tier, heißt das frühling in unbestrittener sprache.
die frau hat der frühlinge ein oder zwei, je nach haut
und behaarung. gib atropin in die lidfalte, und du wirst dein grünblaues
wunder erleben dürfen: den zuspruch der stadt, des kreuzorträtsels,
das sich nicht lösen lässt. noch die sektoren
versuchen den männlichen akt miteinander.
am oberbaumbrückengeländer klebt, wenn ich zeiten wechsle zu fuß,
eine trockene fliege – ich weiß leider nicht, wie insekten
als mumien aussehen müssen, ich denk es mir nur und kratze sie ab
in den dreck, der wenigstens ehrlich am boden liegt: arme alte
und haut, die sich schuppt und erneuert, als wärs der amphibie
darunter nun doch nicht egal in ihrem wechselhellen getue.
aus  ihren augen beschießen die belladonnen den fluss,
der die spree sich zu nennen niemals bereit war, wie er dir
glaubwürdig mitteilt, wenn du ihn fragst. am besten lüpfst du dazu
den breitbekrempelten hut und schöpfst dir den schluck,
der auskunft gibt, direkt in den hals. nicht amaryllen
säumen den weg in die wohnungen, aus denen batisten gesänge
von hausfrauen herwehn. männer wie pottwale stoßen amber
aus ihrem gedärm in die versiegelte luft. belege ich bald
einen atemkurs, soll mir statt besserung blühen: der schließmuskelkrampf.
im aufgeschnittenen blick trägt die fröschin heut grausame wünsche.
die alkaloide sind weiblich geworden in diesem jahrhundert
und jagen uns durch den schlaf in die schönheit.
belladonnen am hammerklavier in den mittleren schichten, belladonnen
in kneipe und supermarkt, belladonnen mit handlangerstatus. der fettnapf
mit amber gefüllt, aus dass noch die letzte männliche lust ihren ofen verlässt.
Pottwal im schlickwasser spree, schlachtschiff im darmdunst
des stadtvolkes: das kommt heraus, wenn bellen und donnen von oben herab
berlin einfach aufsagen wollen als ein gedicht. verhaltenen schritts
geht ein münzrundes weib in friedrichshagen unter dem wasser hindurch.
das ist immer noch mehr, als jesus von nazareth dunnemals  
oben probierte, denk ich. und mache
den knick in den knicks, die beuge ins beugen. und lächle.
und lasse mich kommen aus all meinen Schießscharten.


go-in de las belladoñas

en la embriaguez de berlín hay rumores: desparramada,
fuera de sí, practica maromas la lengua. quien hoy domine una ruta del metro,
mañana tendrá buen reír. quien hoy derrote por votos a un banco, mañana
desnudo no andará. la voz del filtro sisea desde los edificios:
déjate, oh, succionar por completo ante el pasaje hacia la impertinencia,
hacia el estatus de achichincle. belladoñas al pianoforte
en la filarmonía, belladoñas en el pub y en el frenesí de compras, belladoñas
como dispensadoras de limosnas en los trenes, belladoñas entre las sábanas. si alguna no ladra,
se le toma de inmediato por el perro que calla con persistencia,
al que se alimenta de compasión. ella así jamás será realmente parte
del ladrido con que embelesan doñas. la caída desde el teclado
parece un decreto interior, un leve estrabismo del género.
en lenguaje indiscutible primavera significa: sobrevive un animal.
de las primaveras tiene la mujer una o dos, según su piel
y vellosidad. ponte atropina en el párpado y se te concederá vivir
las contingencias que te sobrevienen: el consuelo de la ciudad, del crucerograma vial
imposible de resolver. tampoco los sectores
intentan entre sí el acto masculino.
en el barandal del puente de oberbaum hay pegada, cuando cambio de épocas a pie,
una mosca ya reseca – por desgracia ignoro cómo deben verse
los insectos vueltos momia, sólo lo imagino y la raspo a que caiga
en la mugre, que por lo menos yace en el suelo con honestidad: pobre vieja
y piel que se escama y renueva, como si al anfibio debajo
ya no le diera igual ahora, en la claroscura afectación con que se da importancia.
desde sus ojos las belladoñas balacean el río,
que nunca estuvo preparado para llamarse el spree, como a ti
te confía verosímil si le preguntas. conviene que al hacerlo te quites con ceremonia
ese sombrero sobrecargado y te pases directo a la garganta
el trago que da información. no orlan amarilis
la vereda a las viviendas desde donde ondean canciones
de batista de amas de casa. hombres cual cachalotes expelen ámbar-gris
de sus intestinos al aire sellado. si acudo pronto
a un curso de respiración, en vez de alivio me debe florecer: la convulsión del esfínter.
en su ceño recortado doña rana porta hoy deseos terribles.
los alcaloides se hicieron femeninos en este siglo
y nos dan caza por todo el sueño que lleva a la belleza.
belladoñas al pianoforte en las clases medias, belladoñas
en fonda y supermercado, belladoñas con estatus de achichincle. el tarro de impertinencia
relleno de ámbar-gris, para que el último deseo masculino salga aún de su horno.
Cachalote en el cenagal spree, barco de batalla en el efluvio de intestinos
del pueblo citadino: eso es lo que sale cuando bellas doñas desde arriba
pretenden tan solo ladrar que berlín es una delicia. con tímidos pasos
una mujer redonda cual moneda atraviesa en friedrichshagen por debajo del agua.
eso es más todavía de lo que jesús de nazaret en aquellos tiempos
probó por encima, pienso. y hago
la inclinación a las inclinaciones, la flexión a las genuflexiones. y sonrío.
y me dejo venir desde todas mis troneras.