Monika Rinck

No. 86 / Febrero 2016


Poetas alemanes núm. 86:
Durs Grünbein
Jan Wagner
Kathrin Schmidt
Marcel Beyer
Marion Poschmann
Monika Rinck
Volker Sielaff

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Monika Rinck
(Zweibrücken, 1969)


Estudió historia de las religiones y literaturas comparadas en Bochum, Berlín y Yale. Autora de poesía, prosa y ensayos, trabaja como traductora. Entre otros reconocimientos ha obtenido el Premio Ernst Meister, el Premio Peter Huchel, y en 2015 el Premio Kleist. En su poesía, Monika Rinck persigue “sacudir las certezas, disolver entidades supuestamente inmutables” (Hans-Dieter Fronz). Su manejo del lenguaje se caracteriza por un ágil manejo de la ironía y por un gusto por intercalar alusiones a la cultura popular, las ciencias y la alta cultura, dejando que las palabras seduzcan y suenen.
 



i had a pony (her name was lucifer)


ihr gieriger ponyblick unter züngelnden brauen:
so versteinert sie blüten, den himmel zu stein,
lapislazur. in breitband wird rotes zu riffen,
korallen, umkreist von fischigen kellnern,
kann sie schon wieder nicht zahlen, muss
sofort weg hier, in ihrem rücken gerangel,
die gäste schauen zu boden, schauen in gläser.
als ein kellner sie an den haaren herbeizieht,
lacht sie, kippt fast, kennt keine dosierung,
ihr erhobener arm fuchtelt toxisch verstärkt,
es klimpern die billigen klunker wie schlüssel –
wie sie jetzt losschreit, wie es denn sein kann,
dass wir alle offenbar komplett vergessen,   
dass dem hals der von perseus geköpften medusa
unter andrem ein pferdesöhnchen entsteigt,
das blitz bringt und auch donner dem zeus,
der – jetzt lest halt euren hesiod, ihr vollidioten –
über diese attribute der herrschaft zuvor nicht verfügte.


i had a pony (her name was lucifer)

su codiciosa mirada de pony bajo cejas de flamas:
así convierte en piedra flores, el cielo en piedra,
lapislázuli. en banda ancha lo rojo se vuelve arrecifes,
corales, circundados de meseros pescado,
ella de nuevo no puede pagar, tiene que
largarse ya, a sus espaldas forcejeos,
los comensales miran el piso, miran sus copas.
cuando un mesero la arrastra de los pelos,
ella ríe, casi cae, no conoce dosis,
alzado su brazo se agita con tóxica potencia,
repican como llaves los brazaletes baratos –
cómo se pone a gritar ahora, cómo puede ser posible
que todos al parecer olvidamos por completo
que del cuello de la medusa decapitada por perseo
entre otras cosas desciende un caballito
que lleva el rayo y también el trueno a zeus,
quien – ya pónganse a leer a hesíodo, bola de idiotas –
hasta ahora no contaba con estos atributos de dominio.