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portada_todo.jpgTodo en el ahora
Roberto Tejada
Conaculta/
Libros Magenta,
México, 2015.

 
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No. 87 / Marzo 2016


Catedral pirámide

1
Si alguien espera ser testigo
de la apertura de la “tierra lóbrega” (cuyo claustro
no carece de entrada)
quien inhala el jacinto (no, ciclamino)
en esta rica telúrica almohada
de modo que un listón de sueño se prende
alrededor del cabello de las muchachas con los abrigos de azafrán
cuya risita escuchada desde el peñón insular de Egea
es el estremecimiento de su caída:
primero voces femeninas de memoria
como si se liberaran de recitales familiares
dentro de cualesquier coto de pensamiento
y los goznes rechinantes del gozo
cuando él se adentra en el huerto
y resulta el gabinete de la doña
es el domo de plata
de perales y granados en un otoño
destituido de su gobierno; de cualquier manera
él desnuda su cuerpo bajo el vestido
sorbe la hechura así que todo lo demás menos el mechón del color del membrillo
tibio a los labios fue un pastel amargo
como cuando en la confusión del manoseo
apretado su pecho esbelto ella
pareció por un momento un muchacho.



2

Su canción carece de arte. Dice: “mah th’ maed(n) moathe innana”. El crujido del vaivén del muelle dice esta noche: ven a acunarte conmigo. Piensa en los caballos en la playa cuyo galope delicado podría mezclarse a la madera en la prosa diáfana de su revocación. Podría disminuir la división entre toda playa y el movimiento del mar con cada sílaba guidoniana en el sol-fa tónico de su elección. ¡Ah! Darle un sorbo al aria caliente de su lógika como las respiraciones cortas de su boca más tarde sepultada bajo el freno de su parche. Desenredar la cabriola ecuestre de la ingle y su equívoco baile de salón, un paso atrás, luego a un lado, luego al otro: cuyo final canta el grito de Nuestra Señora del Párrafo: ¡Oh por favor estos marineros borrachos!



3

Qué con la gruesa inmovilidad de nuestros miembros y la languidez
de la respiración rendida como estos largos pulsos de la tarde
desde el desorden de la cama aún deshecha venimos
a sentirnos arrojados. Cuán pesado atavío

las superficies de la piel maculadas de sudor después de tanto
reposo llegábamos tambaleándonos desde el vértigo
de una rosa maternal que endereza el florecimiento exterior
del conducto de la mente y todas las puertas dejadas abiertas y todas las cortinas

cerradas. Cómo el declive se une a la aguja para semejarnos
a nosotros dando un paseo con ella por los bulevares abandonados
de la ciudad de plata y la arquitectura final del cuerpo

donde las cifras tripartitas de la maternidad construida
de su alma comunicada de la Coyolxauqui vienen
sin sombra el duro resplandor esta ingle luz piramidal



Disnea

Porque los días para situar la carne en cuyo recinto inadecuado
inmóvil: un monolito de lo hablado con frecuencia
de lo cual nada es
seguro: o abstracto de cuyo género para el uso
de todo deseo reconocido habla
formal y pronombre
para formar las estrellas a través de tu espalda: cuyo músculo
endurecido: tremendo delta lateral
del cual hasta los hombros:
hay un camino desde el sí: el solo interior un eterno
tic del ojo izquierdo: un lenguaje
no sólo ilegible como
la vana traducción de un yo ficticio
contradictorio y su consonante verbo ser:
sino el cristal del cuerpo
que cae a través de una película gris de memoria fallida
e incendio en el claro esta medianoche otoñal:
para desdoblar (en la forma
de tu cuerpo) las esquinas placenteras de un lugar
en el que la dificultad de un nuevo respiro
y yo somos extranjeros


(Traducciones de Gabriel Bernal Granados)

 
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