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No. 110 / Junio-julio 2018

Carlos Llaza
(Lima, 1983; vive en Arequipa)


Situación límite

El aire denso como agua muerta,
mientras los cuerpos en el asfalto
que los atrapa, tras levantarse
dan pasos firmes, luego se elevan.

Tal como el vuelo de la mosca en verano
es buceo en gasolina, tal como el viaje
del salmón es hacia el centro de la tierra;
así, esta brisa para los cuerpos flotantes,

entre dos torres de sillar grisáceo
que, en ninguna parte, como la orilla,
la cordillera o el horizonte,
juntan las manos y desaparecen

contra las nubes, detrás de los tejados.
La situación límite permanece
tan invisible como inalterable.
A pesar de innumerables intentos

nadie consigue ver las manos.
Se sabe que para soñar son buenos:
la danza quieta de los cuerpos gloriosos:
cielos y tierra rebalsando mares.




Livet er vakkert
Min Kamp, Karl Ove Knausgård

Para el corazón la vida es simple:
late mientras puede.

Tarde o temprano, en cualquier momento,
los latidos cesan
                 y la sangre corre
hacia el punto más bajo del cuerpo,
donde forma un pequeño charco
visible desde fuera como un parche
oscuro y suave sobre piel más blanca que nunca.

La temperatura desciende,
los miembros se ponen rígidos,
los intestinos drenan—
estas primeras transformaciones
son lentas e inexorables como en un rito,
cual si la vida capitulara
de acuerdo a reglas específicas,
el pacto de caballeros
que los representantes de la parca
también adhieren,
dado que siempre esperan a que la vida
se haya ido del todo antes de emprender
la invasión del nuevo paisaje,
que, a estas alturas, es indefectible.
Las hordas de bacterias
que infiltran las vísceras
apenas horas antes se hubieran
topado con brutal resistencia.
No obstante, ahora reina la calma,
mientras se sumen en la humedad
de la última noche.