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Bailando a oscuras
Odette Alonso
Universidad Autónoma de Nuevo León,
Monterrey,
2014.
 

Por Marisol Robles
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No. 85 / Diciembre 2015 - Enero 2016


Tentar la luz y la sombra a un mismo tiempo


Sobre la nada hacemos equilibrio
una danza que parece de otro tiempo
una música quieta.
Toda la sombra se ha convertido en luz,
en este juego en el que somos diosas

Odette Alonso



Para bailar se necesita un sentido finísimo de cómo acomodarse en esa línea sutil entre moverse y quedarse quieto, Odette Alonso Yodú lo sabe bien y, como buena equilibrista, conjuga con maestría ese ir de un extremo a otro con gracia y cadencia en este poemario Bailando a oscuras que es danza, que es insinuación y que es un desliz sabroso en el oído de nosotros, sus lectores.

     Oculta entre la sombra te contemplo
     Toda la luz de la tarde está en tus ojos
     en esa piel que ardió sobre mis manos…

Abrimos la primera página y entonces el verso es el salvoconducto para atravesar la puerta y entrar en esa habitación donde la lámpara se enciende desde la combustión de los cuerpos. Un compás de penumbras, en el que el iris tiene que ajustarse para que no se le fugue la imagen al más mínimo parpadeo. La intimidad es el arte de los desvelados, de los que, pacientemente, saben esperar el segundo apropiado para el estremecimiento; Odette nos enseña que ella conoce bien sus recovecos, los tiene aprendidos desde su forma de irnos abriendo, palabra a palabra, esos espacios que suelen reservarse solo para dos, nos cuela en la récamara, en la caricia, en donde pareciera que solo queda espacio para la pareja, nos hace un huequito para el deleite.

     Desnuda sobre mi espalda lo dijiste
     no importarán los años
     ni la furia del viento que encrespa los océanos
     ni la tierra ni el pantano ni el fuego que ilumina

Así, estamos ante una poesía de tormentas eléctricas, donde la tempestad no es un inconveniente, sino el hospedaje perfecto para buscar el destello de la fricción de la piel. Porque solo ahí podremos reconocernos. Bailando a oscuras es más un ejercicio fotográfico donde la vocación es la escritura de la luz, avanzamos por él como por un álbum de instantes que habían sido velados hasta que la pluma de Odette nos permite perfilarlos de nuevo.

     Desde un rincón donde nunca podrás verme
     yo te observo.
     Soy una sombra apenas
     la voluta de un incienso
     la brisa que en la tarde levanta la cortina

¿A qué ritmo debemos leer estos textos? Al que nos van marcando sus constantes: al de la sombra, al de la lluvia, al de la Luna, al compás del tacto... Y aunque se mencione el jazz en el poema que da nombre al libro, arranca diciendo “Fuera del vidrio hay una música insistente/ que nos llega en sordina/ el jazz de una trompeta trasnochada”, pero no se vayan con la finta, aquí no hay improvisación, estamos ante una voz experimentada, con más de 20 años en el oficio de la escritura, ella es la que nos va guiando deliberamente hasta los rincones donde la atmósfera ya está lista, somos cómplices sin escapatoria posible.

Cuando habla de ceguera es porque nos está permitido tocar, perdernos en las curvas. Cuando cierra la ventana es porque es aún más excitante adivinar desde lo turbio del vidrio. Cuando llueve y la locura ronda, es porque las voces serán un resguardo cálido para asirnos. La contradicción es una mujer deliciosa y está aquí esperándonos para disfrutarla.

Que Bailando a oscuras esté editado en la colección ínsula de la Universidad de Nuevo León me parece una coincidencia hermosa, este poemario es una isla para dos, además se nota el oficio no solo en la escritura sino también en la manera en que está editado, la elección de la tipografía, del color, del interlineado, del puntaje (esa deformación de lectora agardece que tenga hasta el tamaño perfecto para llevar los versos a la cama).

Odette es escritora experimentada y eso se deja ver en la maestría con que construye el poemario, nos convierte en vouyers, nos inyecta la necesidad de saber más y creo que eso habla del buen destino de este poemario. Porque esta poeta nacida en una isla bien sabe hacer de los secretos un canto.

     Mientras afuera llueve
     tu mano niña se pierde entre mis manos
     y en una grieta brilla la eternidad.

 


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