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Con-versatorias II 
Ricardo Venegas, coordinador 
Ediciones Eternos Malabares,
Fondo Nacional para la Cultura y las Artes,
México, 2015. 

Por Evodio Escalante
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No. 97 / Marzo 2017



Para nadie es un secreto que la entrevista se ha convertido en nuestros tiempos en una especie de género literario. No es la literatura en sí, pero la acompaña y la complementa. Aunque sienta sus reales en el periodismo, con facilidad irradia hacia otras regiones y puede llegar a sorprendernos. Este libro de entrevistas nos coloca de manera afortunada en el umbral de la más alta expresión literaria. Dije bien, se trata de un umbral, o si se quiere, de un puente de plata para entrar en esa hermosa y a veces complicada ciudad llamada poesía. Con pericia y conocimiento de causa, debido entre otras cosas a que él mismo es poeta, Ricardo Venegas ha invitado a participar en este diálogo a dos decenas de los mejores escritores de la llamada generación de los años cincuenta. La estrategia de su trabajo comporta al menos dos niveles que quisiera anotar. Primero, una cuidadosa selección de los poetas entrevistados, captados todos en un momento de su radiante mediodía como escritores. Segundo, un conocimiento previo de los libros de cada quién, de modo que esto permite que afloren en cada caso no las preguntas rígidas de un formulario, sino aquellas muy precisas que permiten entrever tanto el temple del poeta en cuestión como la temperatura específica que recorre su obra. ¿Preguntas precisas, como si se tratara de fórmulas matemáticas? En dado caso preguntas con sensibilidad, preguntas que revelan conocimiento y empatía con la escritura poética. Con sus formas y sus tentativas.

Veinte escrituras diferenciadas entre sí y otras tantas personalidades, todas ellas también diferentes, salen a luz en estas entrevistas. Desde que las aportaciones de Bajtín pasaron a formar parte del dominio público, se sabe que el lenguaje es dialógico por naturaleza. Hasta el monólogo, que podría ser el más "solitario" de los géneros, está pensado siempre para producir efectos en un interlocutor muy específico, no importa que este interlocutor sea fantaseado o imaginario, o llegue a ser incluso el mismo escritor desdoblado en "oyente". Siendo la entrevista dialógica por definición, pues presupone un entrevistador que solicita la palabra y un entrevistado que la concede, no siempre se logra "romper el hielo" que separa y aísla a las subjetividades involucradas. Pienso que Ricardo Venegas ha logrado, con conocimiento, como ya dije, pero también con intuición, un ramillete de entrevistas en las que cada poeta sale de la cárcel de lo habitual para mostrar su rostro más auténtico y sus preocupaciones más hondas respecto a su trabajo como poeta. Vida y obra espejean, se complementan, se hacen guiños entre sí. Algunos entrevistados parecen un tanto ariscos, otros se explayan y hasta se desparraman, pero unos y otros dicen su verdad. Algunos son generosos revelando los avatares de su niñez y de su formación; otros, más reservados, resultan igualmente reveladores pese a su natural reticencia. Los esbozos biográficos que aquí se contienen, lo mismo que las ideas acerca de la poesía que alcanzan a perfilarse en cada una de las conversaciones, nos convencen de que la entrevista es un género a la vez ambiguo y difícil. Quien responde a las preguntas de un entrevistador en realidad no le responde a él sino a un sujeto anónimo que tiene mil rostros y al que no le gusta que le finquen una identidad permanente. Me refiero a la masa de los lectores, especie de nube flotante que pasa por encima de todos sin detenerse en ningún lugar.

¿Sin detenerse en ningún lugar? Mentira, no hay que creerlo. La nube flotante que acaricia los árboles y que los peina con su humedad es una nube sensible que, sabiéndolo o no, percibe el impacto de los poemas y de las historias con que están tejidos esos poemas. Cada impacto es una fijación. Deja una cicatriz en la nube. El arte de la entrevista tiene que ver con esta sabiduría arcana. El que pregunta es él mismo y a la vez los otros miles que carecen de rostro, pero que en un momento dado pueden descubrirse reflejados en las preguntas y las contestaciones. No hay preguntas gratuitas, ni mucho menos respuestas inútiles o banales. Ellas forman, bien dirigidas, una constelación. Un sistema de referencias que secretamente se aluden y se complementan. Gracias a esta constelación nuestro conocimiento de la poesía actual de México se enriquece y se abre como un abanico.

Cada uno de los veinte poetas que comparecen en este libro muestra sus cartas credenciales. Sus lecturas, sus influencias, el círculo de sus amigos. Las figuras a las que respetan. Cómo descubrieron la poesía, qué es la poesía para ellos. Por qué seguir escribiendo en un país en que muy poco se leen los versos. De dónde vienen y hacia dónde van. Qué significa escribir. Qué cosas cambian cuando se escribe. Detrás de todo poema, podría decirse que hay una historia; así como detrás de toda historia hay un poema que la justifica. Las historias que verdaderamente importan —quiero decir, las que perduran, las que nos tocan, las que nos impresionan— vienen a confluir en un libro. Este libro de entrevistas de Ricardo Venegas lo confirma con creces.