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ARTHASASTRA |
Por Carlos Velásquez |
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Por Carlos Velásquez El primer poema "La larga noche de los nueve senderos" es testimonio del gran momento escritural que atraviesa Carlos Reyes, la elaboración de los tres primeros versos refleja la consolidación de su oficio: "Allende el mar/ la luna cuelga en su perchero de agua/ su mitad oscura, su mitad salubre". Afirmo esto porque el presente conjunto de poemas no es la primera aproximación al tema religioso dentro de la producción de Reyes; ésta es la segunda parte de una trilogía iniciada con Claridad en sombra. Aunque el libro anterior posee poemas de una perfección inusitada en la obra del autor, es en Arthasastra donde el poeta corre mayor riesgo, pues sacrifica la pulcritud de las construcciones poéticas de Claridad en sombra para inundar el cauce verbal con versos que son como puñaladas, como latigazos, fustazos que se suceden unos a otros, en el vértigo aleccionador de lo que significa para el poeta, el miedo al sol.
Cada una de las partes en las que se divide el largo poema, posee destellos memorables de ese torrente que corre por las venas. La sensación total del libro es de envenenamiento, de ponzoña, de ebriedad. Estamos al comienzo de lo vasto
"Llamado a ser más vasto cada vez", dice el poeta cuando surge el anhelo, cuando nace Arthasatra. Las partes que lo componen se asoman como espectros de una verdad mil veces dicha, pero recién olvidada, aunque también son y serán un cántico; una alabanza a todo aquello que nos hace atravesar el fuego; un espacio para la rebeldía y el corazón enfermo, sin renuncia al siguiente auspicio de la aurora.
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