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No. 44 / Noviembre 2011 |
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Renata Vega-Albela
(Ciudad de México, 1974) (Con comentario crítico de Maricruz Patiño) Presentación Por Maricruz Patiño
La voz poética de Renata Vega- Albela, alberga en su densidad contenida la frescura de un aliento nuevo. Dice Blaise Cendrars, que escribir es incendiarse, y en la poesía de esta joven autora vemos arder imágenes que expresan el complejo e intenso mundo interior que la habita con todos sus fantasmas, pero también con los reflejos brillantes de frases y versos que ponen en libertad a las palabras mostrándonos la profunda y sutil intimidad del alma exaltada ante la asombrosa revelación de los paisajes interiores que emanan del hondo psiquismo, transformados por el velo incandescente de la belleza y captados en ese instante de iluminación al que nos invita siempre la palabra poética, que arrancada a las sombras del caos, da sentido y luz a las formas que parecen rondar las tinieblas de la causalidad externa que llamamos realidad, pero esa realidad se expande al ser transformada por la imaginación, y entonces en esa emergencia surge el poema como la espuma de un fermento que se ha gestado en silencio, con toda su violencia original y purísima, acento que encontramos en sus poemas, expresados en un tono pausado, con una economía del lenguaje que logra penetrar como una flecha la conciencia del lector, por lo que me atrevo a decir que, Renata Vega- Albela tiene el don y la magia que se exigen al verdadero poeta.
(2) Ahora que todos ustedes se han ido… sólo me queda la poesía. No más fantasmas rondando mis espejos. Sola como una estrella lejanísima sola como una gota evaporada sola como la sangre que muere sola Qué época ominosa para mis huesos qué poco dura la compañía de los difuntos Las palabras cargan el peso de todos mis accidentes de todas mis laderas de mis entrepisos que se cierran al fin con la decisión de la madera Ahora que ustedes ya no están quiero ser fantasma y acecharme cantar poesía mientras duermo ser viva y ser muerta como fantasma en el fondo de mis ojos Sólo quedan las canciones sólo el escalofrío sólo el velo del agua que descubre lo enterrado sólo desolación solitaria El hecho de la locura es que me tiene el lecho de la locura me abriga helecho de la locura que se abre para dejarme sola ahora que todos ustedes se han ido (5) En una oportunidad nocturna de uvas moradas… he sembrado madreselvas intoxicadas de reflejos inciertos En la pradera dibujé bosques donde serpientes esmaltadas brincaron en este cuerpo El extravío de la luna destrozó la luz y cuando el verano estuvo cerca mi sangre se hizo nieve ¿dónde estuve la madrugada de esos solsticios? ¿de qué sirve saber todo esto? |
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