Lugar de muertos Ernesto Hernández Doblas,
El Árbol Ediciones, México,
2008 

Isla de las 29 vírgenes

Las palabras
son el perfume
que el silencio tiene.

Forman círculos
alrededor del mundo:
son gotas del corazón en el espejo.

Pero también son abismos
sin águilas ni eco,
cuando se van secando
entre los labios
como ríos de luz
bajo los ciegos.

Son ventanas
y árboles
y sueños,
tratando de salvar
lo que no tiene remedio.

Son peces de río revuelto
cuando las barcas
son huérfanas de remos
y el corazón es un solo lamento.

Las palabras
nacen de la noche,
son una luna
en el  silencio,
un fruto
en el árbol
del silencio.

Se van tejiendo en la garganta
como saliva en un beso,
se van formando en una sombra
como un sombrero,
se van andando
entre los nidos del sueño
como gorriones
en el azul del fuego.

Las palabras surgen,
son espuma,
oleaje extenso
donde moja sus pies
el arsenal del tiempo.

Hasta que la muerte nos ofrece
un diccionario nuevo.



Sangre cadabra

Sangre cadabra:
a tus manos
se encomienda el espíritu.

Miradas de lumbre
para quemar la muerte.

Porque camino a ciegas
en estos días de odio.

Porque la luz no cunde
ni asesinando sombras.

Sangre cadabra:
lava toda herida
con tu vértigo azul.

Que no te importe el zumbido
de las moscas
ni lo que hace señas
burdel adentro.

Cansado de abrir
la puerta donde mueren
las lámparas           las joyas.

Cansado del Nosotros
del avispero imbécil
del cementerio que habla.

Sangre cadabra:
sólo tú eres aire
para el vuelo.

Ortografía sin muerte
respiración de nube.

Sólo en tu patria
se hacen tierra los poemas
para sembrar magnolias.

Mientras todo hiede
en ti hay aromas
de soledad edénica.

Sólo en tu calor
la luna se desnuda
como amante libre
o como sueño largo.