Eyacular sobre el papel la savia del poeta
La ambición del poeta novel es escribir un libro que contenga poesía en su estado puro. O al menos eso es lo que debiera buscar, pues en un mercado tan hostil como el literario, resulta casi imposible encontrar un volumen de poemas que arroje verdaderos destellos de poesía.
Empero, quizá no sea lo que a los jóvenes autores les atraiga, pues así como un arquitecto aprende de proporciones y materiales para después traicionarse a sí mismo en el diseño de sus edificaciones, el joven poeta debe escudriñar en los anales de la tradición para posteriormente vomitar sobre ella.
En ese sentido de búsqueda y apropiación de la tradición poética se encuentra la voz de Juan Carlos Bautista (Tonalá, Chiapas, 1964), quien en su primer poemario Lenguas en erección —publicado por primera vez en 1990 dentro de la Serie Cuadernos de Malinalco, y cuya edición apenas tuvo un tiraje de 350 ejemplares, y reeditado ahora en la Colección Bitácoras de Quimera Ediciones—, nos entrega un excelente conjunto de primeros poemas de autor que son dignos de considerarse dentro de los anales de la literatura mexicana. Pues como ya lo señalaba Óscar Wong en su artículo "Chiapas y su expresividad metafórica":
Bautista revela una voz vigorosa, impactante, donde los sentidos se enervan en un tiempo apretado, en un espacio profanamente sacro; la eternidad de la piedra, la dimensión estéril del amor entre efebos, se erigen como un bárbaro sobre un campo de trigo. Su poesía puede registrarse como una crónica única, insólita, del placer, de la morena brutalidad, donde ángeles pérfidamente suntuosos, adoloridos, descienden al insurrecto jardín del placentero Edén. Si alguien puede denominarse Poeta, después de Bartolomé, es indiscutiblemente Juan Carlos Bautista, quien aborda una temática homosexual.
Y es precisamente esta temática la que hace más atractiva la apuesta literaria de Bautista, pues en un país como el nuestro que sustenta en el pecado y la culpa el motor de su civilización, no es nada normal el exhibir nuestra vulnerable mexicanidad, nuestra pueril intolerancia a lo “incorrecto”.
Ensoñados, crudos y críticos, los poemas de Lenguas en erección consiguen en el lector que el grado de aprehensión a ellos vaya creciendo conforme la lectura avanza, haciendo su condición más emblemática y universal; sus versos son tristes y eróticos, irónicos y corrosivos, de tal manera que su aliento lírico nos recuerda a Kavafis, Bohórquez o Nandino.
La relación que yace entre cuerpo y poema es entendida en este volumen como una refiguración que acepta el discurso histórico de la homosexualidad poniendo el acento en el amplio concepto de la libertad individual y colectiva del ser.
Lo que habita en las imágenes poéticas del libro es el desvelamiento de un autor joven preocupado por encontrar un idioma para cantar su difícil relación entre poema y carne, entre verso y sexo, entre literatura y vida.
Es innegable que en ocasiones los poemas resuenan al ímpetu de nombrar abruptamente las cosas, pues al parecer, el tiempo en que fueron escritos —hace ya veinte años— estuvo colmado de la urgencia por eyacular sobre el papel la savia de quien se entrega al goce de la palabra, pues como el autor afirma: "Escribir es el placer de los eunucos".
Al referirnos a este poemario debemos ser tácitos: Bautista no tiene ninguna preocupación por ocultar sus excesos, pues se nutre de ellos para lograr hacer convivir su espíritu cristiano —Génesis 3, 9-11: epígrafe del libro— con su vocación hedonista. Su voz no pretende velar el pecado, sino por el contrario, intenta extraer de él lo más puro.
“Saliva de Caín” es, de los tres apartados que componen Lenguas en erección, el conjunto de poemas que mejor define la intención de este libro, en él la fuerza y emotividad del autor alcanzan su exacerbación, como se lee en “Habrás de volverme luego de la penetración”: “Anda dame un nombre/ (sé que después te tragará la profundidad de la calle)/ mezcal manos”.
Mención aparte merece la última sección del libro, “Aire conocido”, donde a lo largo de nueve poemas, Bautista habla de su linaje como si fuera un cáncer que lo lacera lentamente. El dolor del poeta se respira en sus versos. En cada una de estas piezas Juan Carlos desea liberar un poco de la carga de su mente, alejarse del estigma de ser él y no otro el que pertenece a su familia. En cada uno de los poemas de Lenguas en erección hay poesía, y eso, en estos tiempos, es decir demasiado.
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