Francisco Meza
(Culiacán, 1979)
Desierto adentro
Lo que no digo
no es asunto de otro, no llegará un hombre ajeno a tocar mi silencio como se toca una flauta. Lo que callo es dominio de mi sangre, de mi puño cerrado, de mi cráneo dolido entre retornos y ningunas partes. Bajo mi lámpara quedan huellas de este impulso que murió desierto adentro y en la garganta gira la sed con la que trazo ecos en el interior de un vaso.
Así por mis habitaciones
voy y regreso con estos colmillos de polvo que al morder se derrumban, con esta música de ceniza camino rincones confusos, y la noche es infame y pequeña como el dado que no favorece como el labio que me desprecia.
Así todo mi desierto
un grano de arena en la lengua un acto inamovible, ridículo y miserable como esos pájaros que se buscan destrozando su cuerpo contra el espejo. Longitudes
El amor
como los océanos deja desiertos en su retirada uno anda con ardor ese extravío donde los días muerden cual perros que desconocen a sus amos.
El dolor,
es la liebre que mira desde mi sombra, antaño la alimenté y protegí de todo urbano felino.
Ahora con las vísceras al aire
provoca tanta lástima tanta torpe ternura, que hago un mausoleo en la memoria donde dejarle flores cada mañana.
Hoy medí
la longitud que existe entre una muchacha que te olvida y la ropa sucia en el cuarto, entre las tazas llenas de arena y el rastro que en las horas van dejando las liebres. Entre el desasosiego por limpiar tumbas mientras el polvo sepulta la casa. {moscomment} |