Hernán Bravo Varela
(Ciudad de México, 1979)
Destinado a ser hombre
sólo y para siempre
John Milton, Paradise Lost
—Te he escuchado
narrar lo sucedido
antes de venir yo.
Puedo contarte
mi historia, pues quizá
no la conoces.
Resta mucho del día.
Sutilmente
intento, como ves,
que no te marches
invitándote a oír
este relato:
—Te perdí el paraíso,
te perdí
la pista que corrimos
del trabajo que cuesta
andar hacia el amor.
¿Cómo ganarme el pan
que no multiplicaste,
harina, levadura,
fécula,
melaza, engrudo
que no pega
los recortes
de personal
con que me fui derecho
a donde sabes,
a no saber ya nada?
—Descubrirás, quizá,
soles y lunas,
con masculina luz
y femenina,
porque los sexos son
fuente de vida
que guarda el almacén
de cada estrella.
—Durante casi un año,
terriblemente,
milagrosamente,
como una gestación
de dos infértiles,
vivimos de la cama,
cuidábamos
la hora de dormir,
los alimentos
y nuestra propia obra,
nuestra obra maestra.
Después de nueve meses
alumbramos, al fin,
una ausencia
que tiene nuestros ojos
y el amor de sus padres,
fallecidos
en el terrible choque
al que sobrevivieron.
—“Mi más sentido pésame.”
“Aquí estamos
para lo que se ofrezca.”
“Si necesitan algo,
con confianza.”
“¿Quién diría? Tan jóvenes,
en la flor de la edad.”
“Que Dios los tenga
en Su gloria.” (“¿Y los cuerpos?
¿Recuperaron algo
de los cuerpos?”)
—Te pedí de favor,
de aquí entre nos,
de en serio júrame,
de no me vayas
a salir con cosas,
de y de qué tal si sí,
de Dios dirá,
de por lo más sagrado,
te pedí, me pediste,
quién dijera.
—Es humo, vanidad
o desatino
ocuparse de más,
pues me convierte
en un ser que no ve
lo que le importa,
ni puede prevenir
lo que le aguarda,
forzándolo a buscar
eternamente.
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