Música y poesía
por Jorge Fondebrider
Hacia principios de la década de 1960, la mayor parte de los folkloristas de los países de lengua inglesa comenzaron a cambiar sus repertorios, abandonando en muchos casos la música tradicional para empezar a componer músicas derivadas, cuyas letras ya no se nutrían del pasado, sino que estaban plantadas en el presente más inmediato. El caso más notable, sin duda, es el de Bob Dylan quien influyó de manera fundamental sobre sus contemporáneos. No es el único, claro. Sospecho que, casi en pie de igualdad —al menos en ese entonces— habría que mencionar al canadiense Leonard Cohen. Sin embargo, corresponde hacer una salvedad: a diferencia de Dylan, que es un compositor y músico que en muchas ocasiones alcanza el rango de poeta, Cohen es un poeta que sólo circunstancialmente se volvió músico. De hecho, en una reciente entrevista con Jian Ghomeshi, de la CBC-Radio Canadá, declaró que, a pesar de tener cuatro libros de poesía publicados y dos novelas de relativo éxito, supo muy temprano que la literatura no le iba a permitir pagar las cuentas, por lo que, con medios muy limitados, comenzó a escribir canciones. Así, refiriéndose a su actividad como compositor, Cohen señalaba: “Siempre tuve la idea de que tenía un pequeño jardín para cultivar. Nunca pensé que era en realidad uno de los grandes, así que mi trabajo, el trabajo que estaba frente a mí, era sólo cultivar esta pequeña esquina del campo de la cual pensaba que sabía algo, que tenía que ver con la indagación sobre uno mismo”. Y más específicamente, ligando una y otra especie, agregó: “Nunca sentí que la confesión pura fuera realmente interesante, pero la confesión filtrada a través de una tradición de habilidad y trabajo duro… Esa era mi pequeña esquina y comencé a escribir acerca de estas cosas que yo pensaba que conocía o que quería conocer, así es cómo empecé”.
Dicho de otro modo, hay una experiencia que, para alcanzar la sensibilidad de los otros, precisa ser mediada a través de palabras, las cuales responden a ciertos usos retóricos, a una prosodia particular y, en el caso de las canciones, a una música que tiene que armonizarse con dicha prosodia.
Para ilustrar mejor, le dio en 1994 a la BBC Radio —que Richie Unterberger, historiador del rock, recoge en Eight Miles High— Folk Rock’s Flight From Haight Ashbury to Woodstock (San Francisco, U.S.A., Backbeat Books, 2003). Allí, Cohen habla de cómo escribió “Suzanne”, acaso su más célebre canción: “La canción y los acordes fueron desarrollados, antes de que apareciera el nombre de mujer que le da título. Supe que era una canción sobre Montreal. Parecía salida de ese paisaje que tanto me gustaba en la ciudad, y que era el puerto y sus alrededores, y la iglesia de los marineros, que se llama Notre Dame de Bon Secour, la cual se erguía sobre el río. Sabía que por ahí pasaban barcos, que había un puerto, que estaba Nuestra Señora del Puerto, que era la virgen de la iglesia, la cual abría sus brazos hacia los marineros. Uno podía subirse a la torre y mirar desde allí el río, de modo que la canción se originó en esa visión, desde ese punto de vista del río. Y en algún momento, caí sobre Suzanne Vaillancourt, que era la esposa de un amigo mío. Eran una pareja sorprendente de Montreal, físicamente sorprendente, porque ambos eran hermosos. Todo el mundo estaba enamorado de Suzanne Vaillancourt, y todas las mujeres estaban enamoradas de Armand Vaillancourt. Y aunque uno fuera a pensar cosas, no había posibilidad alguna, uno no podía permitirse seducir a la mujer de Armand Vaillancourt. En primer lugar, porque él era un amigo, y en segundo lugar porque, como pareja, tenían una reputación inmaculada. Y uno no se entromete en esa especie de gloria compartida que ambos manifestaban. Una noche me topé con ella y me invitó a su casa cerca del río. Tenía un loft, en una época en que los lofts… bueno, no se usaba esa palabra. Era un depósito abandonado y ella me invitó a visitarla, así que fui con ella, y sirvió té Constant Comment, que tenía gusto a naranjas. Y los barcos pasaban, mientras yo tocaba su cuerpo perfecto con mi mente, porque no había oportunidad para ninguna otra cosa. No había modo de tocar ese cuerpo perfecto bajo esas circunstancias. Así que fue ella la que me dio el nombre de la canción”.
La canción de Cohen, entonces, es algo más que un paisaje, fragmentos de una historia hábilmente recortada, una atmósfera determinada y, claro, una música que se acomoda a todo eso y que repite varias veces una frase magnífica y afortunada detrás de la cual se esconde lo que realmente pasó. Dice así: “Suzanne takes you down to her place near the river/ You can hear the boats go by/ You can spend the night beside her/ And you know, she's half crazy// It's why you want to be there/ She feeds you tea and oranges/ That come all the way from China// And just when you mean to tell her/ You have no love to give her/ She gets you on her wavelength/ And she lets the river answer/ You've always been her lover// And you want to travel with her/ And you want to travel blind/ And know she will trust you/ For you've touched her perfect body with your mind// Jesus was a sailor/ When He walked upon the water/ And He spent a long time watching/ From His lonely wooden tower// And when He knew for certain/ Only drowning men could see Him/ He said, ‘All men will be sailors then/ Until the sea shall free them’// But He, Himself was broken/ Long before the sky would open/ Forsaken, almost human/ He sank beneath your wisdom like a stone// And you want to travel with him/ You want to travel blind/ And you know he will find you/ For he's touched your perfect body with his mind// Suzanne takes your hand now/ And she leads you to the river/ She is wearing rags and feathers/ From Salvation Army counters// And the sun pours down like honey/ On our, our lady of the harbor/ She shows you where to look/ Among the garbage and the flowers// There are heroes in the seaweed/ There are children in the morning/ They are leaning out for love/ And they will lean that way forever/ While Suzanne holds the mirror// And you want to travel with her/ You want to travel blind/ And you know she'll find you/ For she's touched your perfect body with her mind”.
Leer cinco canciones de Leonard Cohen en la sección Traducciones de Periódico de poesía...
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